TRINO MARQUEZ
La debacle producida en la MUD por los inesperados y sorprendentes resultados de la votación del 15-0, han creado la sensación de que Nicolás Maduro se atornilló al poder y que permanecerá por tiempo indefinido en Miraflores. La falta de un análisis político integral por parte de los líderes opositores acerca de lo ocurrido ese día y posteriormente, y la ausencia de una propuesta estratégica global han contribuido a proyectar esa imagen fatalista. Bien examinada la victoria coyuntural obtenida por el régimen, se trata de un triunfo basado en el control de las instituciones del Estado -especialmente del CNE y de las Fuerzas Armadas, responsables del Plan República- y en la transformación del Psuv en una maquinaria que, fusionada con el gobierno, opera de forma implacable para extorsionar a los votantes de los sectores populares e imponer el voto de forma compulsiva.
La
victoria de Maduro no fue producto del éxito de un líder eficiente con un carisma
arrollador, que imanta a sus electores conduciéndolos por caminos
insospechados, sino el resultado de una vasta operación fraudulenta que
coaccionó y humilló a la inmensa mayoría de sus votantes. Quienes sufragaron
por los candidatos del hombre de múltiples nacionalidades, no lo hicieron convencidos
de que Venezuela será mejor con esos gobernadores, que la descentralización
volverá a ser el sueño que una vez fue y que los servicios regionales
funcionarán de manera eficaz. Un sector mayoritario de ese grupo fue a las urnas a depositar las papeletas porque
sabía que el responsable local del Psuv
tenía la misión de establecer quiénes habían votado por el ‘compañero de
partido’ y, por lo tanto, quiénes seguirían recibiendo –cada tres meses- la
bolsa del clap, la pensión del Seguro Social o permanecería habitando en un
apartamento de la Misión Vivienda.
Dejado a su libre albedrío, ese ciudadano muy probablemente habría expresado su
rechazo al incompetente y corrupto gobierno de Maduro. En un ambiente de
transparencia y equidad, se habría expresado ese 80% de venezolanos que
manifiestan estar en desacuerdo con la gestión de un gobierno que derrochó la
mayor bonanza petrolera nacional, empobreció a la nación y contrajo una deuda
internacional astronómica. No habría habido inconsistencia entre los datos arrojados
por las encuetas y los expulsados por las máquinas de votación. Pero, los
procesos electorales en las dictaduras no obedecen a criterios legales, ni
equilibrados, sino a correlaciones de fuerzas reales. El déspota impone sus
condiciones, y a sus adversarios les toca prepararse con disciplina prusiana
para encarar los desequilibrios. Los procesos electorales siempre representan
escenarios de confrontación. En los regímenes autoritarios este rasgo se
potencia.
Maduro
el 15-O triunfó, pero no salió blindado. Sus debilidades son enormes y en
muchos flancos. La crisis económica sigue a ritmo de vértigo. El país entró en
la fase de hiperinflación. El único en el continente, luego de veinticinco años
de la región haber superado ese morbo. La inflación, conviene recordarlo, acabó
con los gobiernos de Argentina, Brasil, Bolivia, Perú y Uruguay, en sus respectivos momentos. El nivel de ingobernabilidad
que el proceso inflacionario desató, obligó a los gobernantes de turno a
negociar con los opositores para buscar fórmulas de transición, o provocó
golpes de Estado que, a la postre, condujeron a convocar elecciones para formar
gobiernos de salvación nacional. La inflación venezolana se encuentra asociada
con problemas que Maduro está incapacitado estructuralmente de resolver:
destrucción del aparato productivo interno debido a la alocada política de
expropiaciones y estatizaciones, caída de los precios del crudo y merma de la
producción petrolera, erosión de la capacidad importadora del gobierno, control
severo de la actividad económica, déficit fiscal por el desorden en el manejo de
las finanzas públicas, emisión continua
y en gran escala de dinero inorgánico y corrupción. Maduro no está en
condiciones de desatar ninguno de esos nudos críticos, mucho menos de elaborar
una política integral en la cual la solución de cada uno de esos cuellos de
botella calce.
Las
dificultades se agravan cuando se toma en cuenta el contexto internacional. La
jornada del 15-O no sirvió para elevar
el perfil de Maduro, sino para hundirlo aún más en el frío sótano. La sanción
contra Freddy Guevara empeoró el desprestigio (¿quién le habrá recomendado
semejante torpeza?). Renegociar la deuda externa del país, obtener dinero fresco para enfrentar el
déficit fiscal y cumplir los compromisos internacionales lucen como metas inalcanzables,
después de las sanciones aplicadas por los Estados Unidos y las anunciadas por
la Unión Europea. Además, al hombre no se le ocurrió otra idea más genial que
nombrar a Tarek el Aisami, uno de los personajes más cuestionados del
oficialismo, como jefe de la comisión de reestructuración de la deuda. ¡Habrase
visto!
Maduro
está asediado por todos lados, menos por el de la oposición, que sigue
apareciendo dividida, confusa y sin iniciativa. Su aparente fortaleza es
directamente proporcional a la debilidad de la MUD. Lo que debemos hacer es
invertir los términos de la ecuación. Las elecciones municipales representan
una buena oportunidad para volver a demostrar nuestra organización y solidez.
@trinomarquezc
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