lunes, 21 de agosto de 2017

El vaso medio lleno de la oposición / Balance político

SANTIAGO RUIZ

Evaluar acertadamente y reconocer las fortalezas y oportunidades es la clave del éxito

A pesar de que el vaso de la instalación de la ANC pareciera una victoria para el gobierno también tiene su lado medio lleno para la oposición. El régimen ha tenido que pagar el alto precio del desprestigio internacional al igual que la AN ha sido reconocida por un gran número de países como la representante legítima de la voluntad popular por encima de cualquier otro órgano estatal y ha accedido a un tipo de apoyo que no hubiese sido posible mientras la careta del régimen no se hubiese agrietado gracias a la presión opositora. Hay victorias que aunque no sean apoteósicas tienen más valor estratégico y a mediano plazo que la euforia colectiva del efecto inmediatista.
Leyendo entre líneas, la negativa de la ANC a disolver la AN legítimamente constituida no obedece a factores como que 14 millones de venezolanos participaron en la elección del 2015, cifra ampliamente superior a los “8 millones” que alegan ellos haber tenido, ni tampoco es una “lección de convivencia democrática” como alega Delcy Eloína. Pareciera que la negativa a dar la estocada final implica un costo que el régimen no está en condiciones de asumir, no por falta de ganas, sino por falta de fortaleza.
Primero, estratégicamente es una mala idea. La disolución de la AN implica, por un lado, el riesgo de que los “opositores de la oposición” pierdan un blanco fácil de atacar, y arriesgarse a que el único culpable de todo pase a ser la ANC, es decir, el gobierno. Según el tradicional modus operandi del régimen, debe haber siempre un enemigo interno focalizado a quien culpar y que ayude a cohesionar la filas rojas. Ahora, por añadidura, existen los anti MUD que, para beneplácito del gobierno, ayudan también a dividir la oposición. Ante esto cabe preguntarse ¿para quién juegan realmente los anti MUD y los anti políticos? Si existen sólo DOS equipos y ellos están ayudando a dividir al de la oposición seguramente los maduristas estarán contentos de aceptarlos en sus filas.
Segundo, eliminar la AN conlleva el riesgo de cohesionar nuevamente a la oposición que está disgregada a causa de su falta de visión estratégica, el mal encauzamiento de su propia frustración y su pésimo desempeño comunicacional, cosa que ha sabido aprovechar y alimentar magistralmente el madurismo y su sala situacional mediática. Fortalecer la idea de que existe un “tercer equipo” dentro de este juego ha sido la estrategia más exitosa de las últimas semanas por parte del gobierno para atraernos hacia las alternativas donde somos más débiles y que tienen menos sentido práctico: el abstencionismo y la confrontación armada.
Tercero y más importante aún, el aniquilamiento de la AN implicaría quitarse el disfraz de república democrática que tanto han luchado por mantener y quedar desnudos en todo su esplendor de régimen dictatorial ante el mundo. Tal vez para nosotros sea obvio que el gobierno es una dictadura de facto, pero en los discursos de sus dirigentes persiste la retórica de que existe “un exceso de democracia” (Tarek W. Saab), que ellos “son el pueblo” (Maduro) y que para que la asamblea regrese a sus funciones lo único que tiene que hacer es “salir del desacato” (Diosdado C.).
Es verdad que hace tiempo que la AN está atada de manos pero no es menos cierto que la omnipotencia de la ANC es falsa. Haber despojado a la AN de sus funciones no tiene ninguna aplicación práctica para el gobierno que busca legitimar las transacciones internacionales que no puede realizar sin el apoyo de los diputados, más de 40 países han declarado que no harán ningún negocio con Venezuela a menos que cuente con la previa aprobación de la AN, para vender el país se necesita a alguien que lo pague. China se ve cada vez más reticente a auxiliar financieramente al gobierno, Cuba económicamente no tiene nada que aportar y Rusia está por verse después de los últimos mil millones que aportó ahora que USA ha aplicado medidas para que Citgo deje de ser una ficha viable como garantía de préstamos posteriores.
El gobierno ha demostrado una y otra vez hasta la saciedad que nociones prácticas como la alimentación, salud, educación y la opinión pública nacional los tienen sin cuidado, siendo importantes sólo instrumental y circunstancialmente. Para muestra el botón de las compras de armas y los gastos exorbitantes en propaganda por sobre compra de medicinas, insumos agrícolas, comida y enseres educativos. Sin embargo, la opinión internacional y la ideologización son la punta de lanza que mantiene firme su base dura, he ahí el origen de los recules enmascarados que ha dado el gobierno en sus respectivos momentos: la enmienda a las sentencias 155 y 156 y la no disolución de la Asamblea Nacional a pesar de su negativa a doblar la rodilla ante la ANC.
Entonces, es lógico pensar que esta guerra se ganará primeramente en el terreno de lo conceptual y lo simbólico, de ahí la importancia de arrinconar moral y argumentalmente al gobierno y ellos mismos nos han provisto de las armas para hacerlo.
Adelantar la fecha de las elecciones es un claro indicio de que la guerra de desgaste está haciendo más mella en el régimen que en los opositores, políticamente hablando. El capital político del gobierno se va debilitando a pasos agigantados a medida que pasan las semanas y su única estrategia inteligente posible es aprovechar la división opositora mientras ésta exista. Posponer o suspender las elecciones tiene un costo aún más alto que perderlas.
Quienes piensan que la AN es un órgano inútil per se, olvidan que su mera existencia plantea la contradicción fundamental que deslegitima conceptualmente al gobierno. Las funciones de la AN no se limitan a legislar, sino que también ejerce la función de control tanto sobre el gobierno, como sobre la administración pública nacional (artículos 187.3, 222 y 223 de la Constitución), fiscalizando el debido cumplimiento de sus funciones. Por ello, por ejemplo, el artículo 220 le otorga competencia para declarar la responsabilidad política de los funcionarios públicos y solicitar al Poder Ciudadano que intente las acciones a que haya lugar para hacer efectiva tal responsabilidad. Entonces, paradójicamente, nos escontramos con el caso donde los patos le disparan a la escopeta: los fiscalizados declaran al fiscalizador en desacato, lo cual, conceptualmente, es la insubordinación primaria que sitúa al gobierno como transgresor flagrante de la constitución y, por lo tanto, en ilegítimo.
Más allá del efecto concreto de ser la piedra en el zapato de las negociaciones internacionales del gobierno, la AN es el símbolo de la resiliencia venezolana, la prueba de que el madurismo en realidad no puede hacer lo que le dé la gana y el último bastión de legitimidad remanente de la democracia venezolana ante el mundo. Atender al llamado de los necios y radicales que la tildan de inútil es matar el símbolo que nos conecta con el resto de los países democráticos que nos apoyan, en otras palabras, desconocer la AN es entregar las armas al enemigo. Más nos valdría convertirnos en maduristas.

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