domingo, 20 de agosto de 2017

¿SE ODIAN?

TULIO HERNANDEZ

I
Se trata de una caricatura de los años setenta. Cuando el conflicto entre el MAS, el MIR y La Causa R de una parte, y los micropartidos de la ultra de la otra, ya era una ruptura definitiva entre la izquierda que se hacía democrática y aquella que aún insistía en la vía armada. Pedro León Zapata, con su proverbial genio, dibuja en primer plano a dos personajes que se miran con rabia, y un tercero, desde el fondo, exclama: “¡Se odian como un izquierdista a otro!”.
La he recordado esta tarde pensando que la pieza tendría absoluta vigencia en el presente manteniendo la frase pero sustituyendo una palabra: “¡Se odian como un opositor a otro!”.
Porque el tono que ha ido asumiendo el debate en la gama de adversarios al chavismo –los pro salida militar, los pacifistas radicales, los demócratas ortodoxos, los que convocan a la guerra civil–, las acusaciones y descalificaciones mutuas, es más cercano al fratricidio que al debate entre civiles que se suponen pluralistas.

II
Escribo esta nota luego de una larga conversación con otros dos venezolanos, de dos generaciones, uno que aún no llega a los 30 años de edad y otro que los pasó hace más de 30, y ninguno de los tres –me incluyo por supuesto–, a pesar de nuestra cercanía y amistad, de unas formaciones universitarias y unos oficios más o menos comunes, tiene el mismo punto de vista sobre qué se debe hacer para lograr aquello que los tres tenemos absolutamente claro como una obligación: ¡salir del desastre chavista devenido en madurista!
En medio del fragor de la conversación, que fluye con pasión, sin concesiones, pero con respeto y afecto, pongo en la mesa la idea de que nosotros tres en ese instante somos una especie de síntesis de lo que ocurre en Venezuela. Con una diferencia: que estamos conversando civilizadamente. Que tratamos de buscar puntos de encuentro y no hay en nuestras intervenciones ningún deseo de descalificar al otro. Todo lo contrario. Lo escuchamos con avidez.

III
Y ese es el problema de fondo. La dificultad de comprender que efectivamente, aunque vamos a bordo del mismo barco a la deriva –somos víctimas de la misma tragedia, desconsolados e impotentes ante los abusos de poder, la brutalidad política y el desmantelamiento del país que lleva a cabo el neoautoritarismo chavista devenido en dictadura madurista–, no compartimos los mismos puntos de vista sobre el papel de la MUD y sobre los caminos más eficientes para terminar con la pesadilla.
Somos un reflejo del país no rojo. Un país en el que, salvo la conciencia de que ahora sí estamos en una dictadura implacable aunque siga tratando de mantener la máscara democrática, no tenemos posturas comunes. Ni reconocemos un liderazgo único.
Quien cree firmemente que mientras el poder se ejerza por la fuerza de los fusiles, todo acto electoral es una distracción a la verdadera salida, que es un golpe militar, no puede aplaudir que la MUD acepte ir de nuevo a elecciones. Y quien considera que si le dejamos la solución a los militares vamos a tener más de lo mismo, militares en el poder, pero tenía esperanzas de que siguiendo con la batalla diaria en la calle más temprano que tarde el régimen “arrugaría”, no puede aplaudir, por supuesto, la opción militar ni la decisión de la MUD.
Y quienes pensamos que la lucha opositora necesita una dirección política única, y que con todos sus errores y debilidades, hasta nuevo aviso la MUD es la dirección necesaria, y que nos jugaremos con ella sus aciertos y errores, no podemos aplaudir ni a los pro salida militar, ni a los convencidos de una salida como la Primavera Árabe. Mucho menos a los que sueñan con los marines entrando por la avenida Sucre a la caza de Maduro, Diosdado, Tareck y los generales narcos.

IV
¿Entonces qué hacemos? Lo primero, reconocer que tener visiones diferentes no siempre es producto de pasiones bajas. Segundo, en consecuencia, no descalificarnos mutuamente. Entendernos como aliados con un enemigo común. Tercero, aprender a dialogar. ¿Si no podemos dialogar entre nosotros, cómo podemos quejarnos de la negativa al diálogo de la brutalidad roja? La MUD tiene la responsabilidad mayor. ¿Sabrá ejercerla?

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