Trino Marquez
Desde 1958 hasta febrero de 1999,
cuando Hugo Chávez se instala en Miraflores, Venezuela fue un país -una
República, para ser más exacto- que contaba con unas Fuerzas Armadas encargadas
de defender por aire, mar y tierra la soberanía nacional, resguardar las
fronteras nacionales y garantizar la paz en el caso de que se desataran
conflictos que no pudiesen ser controlados por la policía o la Guardia
Nacional. Con el actual régimen esa ecuación se invirtió: desde hace casi dos
décadas son las Fuerzas Armadas las que tienen un país bajo sus órdenes.
Venezuela se
encuentra sometida a una camarilla compuesta de militares y civiles,
desconectada de las necesidades e intereses de la mayoría nacional. Las Fuerzas
Armadas se convirtieron en el principal sostén de una dictadura cada vez más
agresiva y desembozada. Todos los demás soportes son adornos: el TSJ, el CNE,
la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo. Estos organismos podrían desaparecer
sin que el régimen se perturbara. Maduro los mantiene para darle un brochazo de
legalidad a su autoritarismo.
La
inscripción del general activo Marcos Torres como candidato a la gobernación
del estado Aragua, se produjo utilizando las claves de la insolencia. El Psuv
lo registró violando los artículos 328 y 330 de la Constitución porque le dio
la gana. Así, a lo mero bestia. Porque la casta militar-política se siente
dueña de Venezuela, lo mismo que sentía Juan V. Gómez. Quiere ridiculizar a la
oposición y demostrar que es el ama del complaciente CNE, incapaz de reclamarle
a ese sujeto que respete la Carta Magna, pero guapo con la MUD a la que le
prohibió presentar candidatos en siete estados del país.
Las
Fuerzas Armadas han sido sometidas a un proceso de extranjerización jamás visto
en Venezuela, ni siquiera en la época de Pérez Jiménez, cuando el tirano
integraba la Internacional de las Espadas, promovida por los Estados Unidos en
América Latina en el marco de la Guerra Fría y la lucha contra la expansión del
comunismo, luego de concluida la Segunda Guerra Mundial. El dictador tuvo
cierto decoro frente al gobierno norteamericano, a pesar de que los oficiales
se formaban en la Escuela de las Américas en Panamá y en la Escuela de Chorrillos,
Perú. En cambio, Maduro se postró ante los hermanos Castro. El tutelaje que las
Fuerzas Armadas cubanas ejercen sobre Venezuela es inédito.
Frente
a las amenazas de Donald Trump hemos visto mucho fariseísmo. Es cierto que una
invasión de las tropas estadounidenses al territorio venezolano resulta inadmisible.
Pero, igualmente es inaceptable la arrogante presencia de los cubanos y los
rusos en Venezuela. El hecho de que sean aliados del gobierno y que Maduro
forme parte de un proyecto planetario en el que participan Putin, Castro y Bashar
al-Ásad, no hace más simpática su injerencia. El Canciller ruso ´calificó de
“inaceptable” la declaración de Trump. Lo que sí le parece muy aceptable es que
Rusia siga surtiendo al gobierno venezolano de armas para apertrecharse en el
poder, a cambio de las pocas divisas que ingresan a la nación, y que Maduro adopte
esa conducta mientras la gente sigue yéndose del país o muriéndose de hambre y mengua porque carece de alimentos
y medicinas.
A
la cúpula militar le preocupa una hipotética y lejana agresión armada, pero no
le importa la destrucción sistemática y cotidiana de la democracia y la nación
por parte del régimen madurista. En realidad le interesa mantener su hegemonía
dentro de un modelo que cada vez es más militarista y menos civil y republicano.
La paranoia y el sadismo de los militaristas alcanzaron tales niveles de
perturbación, que hasta un joven con un violín -el valiente y genial Wuilly
Artega- los desequilibró. Los esbirros de la Guardia Nacional lo detuvieron y
torturaron porque no toleraban las melodías que salían de su violín
maravilloso. La barbarie no se entiende con el arte. Luego de haber sido
librada la orden de excarcelación lo retuvieron en el cuartel de la GNB en El
Paraíso durante varios días. La arrogancia militar no respeta ni las órdenes dictadas
por unos jueces y tribunales apéndices de la dictadura.
El
cambio en Venezuela no podrá darse sin las Fuerzas Armadas, y menos contra
ellas. Los militares forman parte de las fuerzas motrices del cambio. Son pieza
fundamental de la reconstrucción nacionl, el respeto a la Constitución y la
defensa de la democracia. Sin embargo, deben entender que Venezuela necesita
las Fuerzas Armadas para prosperar; no que los militares, para prosperar,
necesitan someter a Venezuela.
@trinomarquezc
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