viernes, 15 de septiembre de 2017

Primarias y diálogo

Simón García

Septiembre 15, 2017
 
A mitad de esta batalla prometeica de la MUD y los venezolanos por rescatar la Constitución y condiciones para sobrevivir como país, no hay tiempo para detenerse a debatir, con quienes se empeñan en aumentarlo, sobre las razones del desánimo que hay que desarmar.
Es cierto que las primarias se redujeron a los partidos y sus inmediaciones y que el 30 de julio produjo un desplome espiritual. También es verdad, aunque no vale ampararse en ello para incumplir obligaciones de quienes dirigen, que este tipo de eventos no es muy atractivo y menos cuando la gente debe ocuparse de otras necesidades. Quizá allí rija aquella letra de La opera de tres centavos: “señores no se hagan ilusiones, comer primero y luego la moral”.
Después que un sector de líderes logró imponer en buena parte de la calle que sólo faltaba un día más para sacar a Maduro y que embestir contra las agresiones policiales impediría la instauración fraudulenta de la Constituyente, no podía sorprendernos el aturdimiento cuando el país despertó y el dinosaurio todavía estaba allí, como dice el expansivo cuento de Monterroso.
Suponer que podía no estar, nos da licencia para salir del sueño, estrellados contra un golpe de realidad y no de Estado, a revisar, recomponer y mejorar la lucha. El régimen no va a desaparecer por un delirante todo o nada ni por seguir un mantra extremista que se dice pacifico y electoral, pero considera traición admitir elecciones o diálogos.
Maduro ataca y desdice de las primarias. Y una parte del país opositor lo amplifica, sin advertir que después de más de tres lustros de estar combatiendo al poder autoritario, comenzamos a mostrar la peor de todas las mascaras del fracaso: parecernos a él.
Las primarias son el intento de volver a pararse en el ring y desafiar al régimen. En los que ahora sólo observan hay críticas, reclamos, frustraciones y sin embargo, casi un millón de personas escogieron a quienes tendrán la misión de desalojar a los responsables del hambre, de la falta de medicinas, de la impunidad ante la corrupción y la degradación de la vida que acompaña a las dictaduras.
Un millón. Mucho más que las decenas de diputados que prendieron las protestas que merecieron el interés y la solidaridad del mundo. Más que los 540 mil participantes en las primarias que condujeron a la victoria electoral del 2015.
Hay que explicar a otros millones de venezolanos que es un deber quitarle al régimen una de sus bases de sustentación. Convencer que votar es resistir y desafiar al régimen que nos oprime. Hacer entender que negociar es pelear por lograr condiciones mínimamente democráticas y acompañar las presiones de organizaciones y gobiernos del mundo que también desean una solución efectiva. Los sectores extremistas del oficialismo quieren repetirnos el cuento del gallo pelón.
El dinosaurio se está evaporando y hay que hablar claro. Pero algunos no quieren bajarse de él. Le tienen miedo al cuero.
@garciasim

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