COLLAGE SOBRE RÓMULO BETANCOURT (XX)
(LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE)
CARLOS CANACHE MATA
La resistencia del
gobierno de Medina Angarita a la consagración constitucional de la elección del
Presidente de la República y de los miembros de los Cuerpos Deliberantes
mediante el sistema de sufragio universal, directo y secreto, a lo que se sumó
la crisis generacional y el descontento en el seno del Ejército, causaron la
rebelión cívico-militar del 18 de octubre de 1945. La etapa histórica que
comenzó en 1899 con el ascenso del general Cipriano Castro al poder y continuó
con los regímenes de Gómez, López Contreras y Medina, se cerró, 45 años
después, con el gobierno provisonal de facto que, entre 1945 y 1948, presidió
Rómulo Betancourt. La soberanía popular estaba secuestrada, y había que
rescatarla. Para que hubiera real y verdadera democracia – existe cuando es el pueblo, y no un ‘gran
elector’ o una camarilla, quien escoge sus gobernantes- se impuso la necesidad
de recurrir a una vía no democrática. “Desviarnos para enderezar”, dijo Rómulo
Gallegos: “…Por eso incurrimos en aquella desviación que he calificado de
aparatosa, pero que ya puedo decir que no fue sino aparente. Por eso echamos
por aquel atajo, seguros de que al tenerlo bajo nuestras plantas, responsablemente
asentadas en él, le quitaríamos angosturas y torceduras y a la ocasión eventualmente
propicia para nosotros la convertiríamos en punto de partida de perdurable
felicidad y dignidad de Venezuela. De tal modo que bien puedo y debo agregar
ahora, sin que se me atribuya gana de jugar con las palabras, que de esa colaboración nuestra al levantamiento
de armas el lema fue éste: desviarnos para enderezar” (1).
Como se indicó en
el Collage décimo noveno, la reunión inicial entre Acción Democrática y los
militares descontentos con el gobierno de Medina fue el 6 de julio de 1945. Hay
muchas y variadas explicaciones de ese descontento militar, que Marco Tulio Bruni
Celli analiza detinadamente, entre otras, el ‘enfrentamiento’ de los oficiales de
academia con los “chopos de piedra”, el asunto de la modernización de las
Fuerzas Armadas, el reclamo de más formación profesional, la firma del Tratado
con Colombia de 1941, el no ‘cultivo’ del presidente Medina de relaciones
personales con los oficiales, etc , para luego llegar a la conclusión de que
“las intenciones de la mayoría de los militares del 18 de octubre, al igual que
las de los jefes de otras conspiraciones militares en nuestra historia,
obedecían más bien al escondido y permanente propósito de tomar el poder bajo
la inspiración y aplicación concreta de la tesis del ‘destino manifiesto’ “,
(2). Una opinión semejante tuvo el mismo Rómulo Betancourt: “Sucesivas
entrevistas con grupos militares nos llevaron a la conclusión de que había
hombres de vocación democrática, convencidos de que el Ejército no debía ser
fuerza deliberante y de la solución del sufragio libre, como única fórmula
racional para efectuar cambios de Gobierno. Otros se nos revelaron desde el
primer momento como ambiciosos desorbitados. Pero unos y otros nos produjeron
la impresión muy clara de que estaban dispuestos de ir a la acción violenta,
con o sin nosotros, porque además de los factores de orden general, que
influían sobre su decisión, ésta encontraba fuertes asideros en la forma como
se comportaba el régimen frente a las Fuerzas Armadas…en esas conversaciones
esclarecedoras, prolongadas por largas horas, fuimos descubriendo junto con el
perfil aventurero de unos, la convicción de otros de que era necesario romper
la viciosa tradición militarista de los Generales-Presidentes elegidos por
Congresos en los cuales no intervenía el pueblo, para que la nación escogiera
en comicios democráticos a un Gobierno de fisonomía civil” (3).
El historiador
Ramón J. Velásquez narra los sucesos de aquel día, así: “Estalla el movimiento
en la Escuela Militar de la Planicie entre las once y las doce del día 18, lo
secunda el mayor Celestino Velasco al sublevar la Guardia Presidencial de
Miraflores, lo apoyan en horas de la tarde los comprometidos de Maracay,
resiste la policía Caracas durante toda la noche y a las 10 de la mañana del
19, el Presidente Medina se presenta al Cuartel ‘Ambrosio Plaza’ y ordena que
se pongan en libertad a Marcos Pérez Jiménez, Julio César Vargas y José Teófilo
Velasco, detenidos en las primeras horas del 18, para constituirse en su
prisionero y responsabilizarlos del destino de la República” (4). El
protagonista principal del acontecimiento revolucionario, Rómulo Betancourt,
reseña: “Tan rápido fue el desmoronamiento del Gobierno, que la acción popular
no pudo hacerse sentir en la magnitud y proporción que previmos. Sólo en escaramuzas aisladas dentro de la ciudad de Caracas y en las colinas de
la Escuela Militar, los miembros de AD se batieron al lado de los militares. De
ahí resultó, como ya había sucedido al MNR en Bolivia, cuando su primera
experiencia de Gobierno en 1944, que no fuera a impulsos de una arrolladora
marea de pueblo armado como llegáramos al poder. El Gobierno de facto nació de
un golpe de Estado típico y no de una bravía insurgencia popular. Lo que tenía
de negativo tal circuntancia no necesita ser subrayado” (5).
El 19 de octubre,
a las 8 de la noche, se constituye en el Palacio de Miraflores la Junta
Revolucionaria de Gobierno integrada por siete miembros, presidida por Rómulo
Betancourt, que sería el Poder Ejecutivo de la Nación. Esa misma noche, la
Junta emite su primer comunicado público en el que se expresa que “este
Gobierno Provisional tendrá como misión inmediata la de convocar al país a elecciones
generales, para que mediante el sistema de sufragio directo, universal y
secreto, puedan los venezolanos elegir sus representantes, darse la
Constitución que anhelan y escoger el futuro Presidente de la República”.
También se anuncia que se sancionará a los personeros más destacados que hayan
cometido peculado durante las administraciones desde fines del siglo pasado y
que se tomarán las medidas encaminadas a elevar las condiciones económicas y sociales en que vive el pueblo. El día 21, concurrió
al Palacio de Miraflores una comisión de representantes del empresariado
venezolano ante la cual el presidente Betancourt expuso los lineamientos de la
política económica que seguirá el Gobierno, y el presidente de la Federación
Venezolana de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción ofreció prestar
su colaboración al gobierno. También el día 21, se celebró una reunión con una
representación sindical, y el presidente Betancourt manifestó: “En relación con
el movimiento obrero, estamos plenamente definidos en el sentido de que se le
rodee de toda garantía; que el derecho de sindicalización sea respetado, que se
estimule la organización de los trabajadores en sus sindicatos de resistencia
económica, porque consideramos que el obrerismo y el campesinado organizados
son una garantía de estabilidad para un gobierno democrático”. El día 30, en
alocución dirigida por radio a la Nación, el presidente Betancourt ratificó los
propósitos básicos programáticos del gobierno de la Revolución de Octubre.
Entre éstos, insistió en que “esta Revolución ha sido hecha para devolver al
pueblo su soberanía”, y, a tal efecto, anunció la promulgación de un Decreto
mediante el cual se crearía la Comisión encargada de redactar un estatuto o
código electoral que permita la elección por sufragio directo de una Asamblea
Nacional Constituyente; y que se exigirá “un trato equitativo en las relaciones
entre el Estado y los inversionistas” y no obtengan sobrebeneficios quienes son
concesionarios de fuentes nacionales de riqueza.
En cumplimiento de
lo anterior, en relación a la cuestión político-electoral, el 17 de noviembre
de 1945 se designó la Comisión (sólo uno
de sus miembros era de Acción Democrática, Andrés Eloy Blanco, los otros eran
de partidos de oposición o independientes) que redactaría el Estatuto Electoral
a fin de convocar a elecciones
generales para la Asamblea Nacional
Constituyente). El 15 de marzo de 1946, la Junta Revolucionaria de Gobierno
aprobó el Decreto (fue el N° 217) que promulgó el Estatuto Electoral redactado por
esa Comisión, que, en uno de sus artículos, garantiza “el derecho de sufragio
para todos los venezolanos mayores de dieciocho años”, es decir, el sufragio
universal porque incluye a hombres y mujeres sepan o no leer y escribir, para
elegir a los diputados de la “Asamblea llamada a dotar a la República de una
Carta Fundamental que contenga los modernos principios de la democracia, el
derecho y la justicia social y corresponda así adecuadamente a las necesidades
históricas de la Nación”. El historiador Germán Carrera Damas, en su obra
“Rómulo histórico”, página 151-152, afirma que “el ejercicio de la soberanía
popular, significaría la más radical transformación sociopolítica experimentada
por la sociedad venezolana, desde la ruptura del nexo colonial”, al ser
llamados (los venezolanos) “a ser, por primera vez, ciudadanos en la plenitud
del conceoto”. Y, en relación a la cuestión
petrolera, el 31 de diciembre de 1945 se dictó el Decreto-ley modificatorio de
la Ley de Impuesto sobre la Renta estipulando un impuesto extraordinario que
dio al país un rendimiento económico superior al de la reforma petrolera d
1943. Posteriormente, se aprobó por el Congreso Nacional de 1948 una Ley que
establecía que “si sumados todos los impuestos pagados por las empresas, la
tributación de éstas no alcanzaba al 50% de sus ganancias, quedaban obligadas a
satisfacer al Fisco la respectiva diferencia”. Fue el famoso fifty-fifty. Se
decidió sobre la marcha la política de no más concesiones petroleras para no
seguir subastando las reservas de nuestro subsuelo. Se le participó a los truts
la decisión del Gobierno de colocar y vender directamente en el mercado
exterior el petróleo proveniente de las “regalías” que le correspondían al
Estado. Se obligó a las compañías a aumentar sustancialmente la cuota de
refinación en el país. Se le impuso a las empresas petroleras la obligación de
reinvertir en el país parte de sus utilidades. Esa política nueva, valiente,
permitió que en sólo 3 años, de 1945 a 1947, los ingresos fiscales petroleros
se elevaran, según la estimación de Manuel Pérez Guerrero, de 581 millones de
bolívares en 1945, a 952 en 1946, y a 1.315 en 1947. Detrás de esos resultados,
y al lado de Rómulo Betancourt, estaba ese apóstol del nacionalismo y gran
venezolano que se llamó Juan Pablo Pérez Alfonzo.
En lo que respecta
a los aspectos generales de la gestión administrativa de la Junta
Revolucionaria de Gobierno, el balance lo hizo, por la circunstancia de que no
coincidía la finalización de su mandato con la fecha fijada por la Constitución
para la presentación de las Memorias y Cuentas de los Despachos Ejecutivos, ese
balance, digo, lo hizo ante el Congreso, como se verá en su momento, el
Presidente Constitucional Rómulo Gallegos.
Continuará el
análisis en el próximo Collage.
1)Rómulo Gallegos.
Discurso en México, el 13 de septiembre
de 1955, al clausurar la Asamblea de Acción Democrática conmemorativa de su
décimo cuarto aniversario de fundación. “Venezuela Democrática”, edición
facsimilar del órgano de los desterrados venezolanos de AD en México. N° 5,
páginas 1 y 6.
2)Marco Tulio
Bruni Celli. “El 18 de Octubre de 1945”. Primera edición, octubre de 2014.
Página 186.
3)Rómulo
Betancourt. “Venezuela, política y petróleo”. Fondo de Cultura Económica, 1956.
Página 191.
4)Ramón J.
Velásquez. Aspectos de la Evolución Política de Venezuela en el último Medio
Siglo. “Venezuela Moderna 1926-1976”, Fundación Eugenio Mendoza, 1976. Página
70.
5)Rómulo
Betancourt. Obra citada, página 198.
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