OPOSICIÓN A A CARTA
TRINO MARQUEZ
Las
provocadoras declaraciones de Vladimir
Padrino López sobre la oposición y la sentencia
del TSJ que decomisa a Voluntad Popular para entregarles el partido a unos
mercenarios, se produjeron casi al mismo tiempo. Solo unas pocas horas de
diferencia mediaron entre las palabras del general y el acuerdo confiscatorio
de los magistrados. El objetivo de los dirigentes del régimen luce muy claro:
quieren construir una oposición a su
medida; no admitirán ninguna militancia que les incomode, los critique a fondo
y hurgue entre los escombros del país arruinado por esa casta.
Ni Padrino López y ni los abogados del
TSJ –escribas del régimen- desean una oposición que exija la liberación de los
presos políticos; intente hacer valer la mayoría parlamentaria que el pueblo le
concedió en las elecciones legislativas de 2015; use la Asamblea Nacional para
interpelar a ministros y directores de las empresas públicas y órganos de la
Administración Pública, como Pdvsa y el Banco Central, con el fin de desnudar
la quiebra de la industria petrolera nacional y la evaporación de las reservas
internacionales; denuncie la entrega de petróleo a Cuba, de oro a las mafias
que dominan el Arco Minero de Guayana y la complacencia con los narcotraficantes al sur del país. No desean
que la oposición actúe como tal.
El gobierno desprecia a la
oposición crítica. Esta le provoca urticaria. A ella le ha arrebatado más de
treinta diputados, varios alcaldes y a sus gobernadores los mantiene bajo
permanente amenaza. Recela de la oposición que ha tenido que huir del país o
refugiarse en embajadas de países amigos, para no ser víctima de los juristas del
terror o de los cuerpos represivos que asesinan a jóvenes concejales como Fernando
Albán o torturan a diputados como Juan Requesens.
La oposición crítica le desagrada al madurismo
porque no le facilita la tarea de
maquillar la autocracia armada a lo largo de dos décadas en el poder. Esta
oposición, para ir a elecciones, exige que el CNE aplique la Ley del Sufragio
aprobada por el madurismo (ya hablar del chavismo, aunque sea en referencia al
pasado, no tiene mucho sentido) en 2009, cuando el PSUV era el dueño absoluto
de la Asamblea Nacional. Tales demandas no le apetecen a Maduro.
El gobierno trata de ir a unos comicios
con partidos domesticados y dirigentes construidos en el laboratorio de
Miraflores. La nueva modalidad -el aporte del régimen al autoritarismo del
siglo XXI- consiste, no en ilegalizar los partidos políticos -como lo hizo
Marcos Pérez Jiménez con Acción Democrática y el Partido Comunista- sino en
confiscarles a sus líderes legítimos el nombre, los símbolos, la tarjeta
electoral y los activos fijos, para entregárselos a unos mercaderes que se
congracian con Maduro. Con este sector domeñado es con el cual el mandatario
intenta cuadrar la cita electoral para elegir los diputados al Parlamento. La Asamblea que surja de ese aquelarre podrá
coexistir en sana paz con el gobierno de Nicolás Maduro, la constituyente de
Diosdado Cabello y el TSJ de Maikel Moreno.
El mensaje de Padrino López y el TSJ
tiene el siguiente destino: en Venezuela la oposición deberá marchar al ritmo
que el gobierno le imponga. Será versallesca. Requerirá contar con una muñeca
de goma y un dorso de plastilina para aprobar todo lo que digan Maduro y sus
instituciones. Ninguna crítica sustancial. Cero ramificaciones con los sectores
populares. Nada de estar promoviendo el fortalecimiento de partidos, sindicatos
y gremios; o protestas por la hiperinflación en los alimentos, el precio
obsceno de la gasolina, la falta de electricidad, agua o bombonas de gas
doméstico, el deterioro del transporte público o el caos en la salud y la educación. La
oposición comprometida con el cambio del régimen autoritario no tiene cabida.
El espacio queda abierto para la
oposición inofensiva. Esta coexistirá con el gobierno y recibirá privilegios.
Tendrá su bancada y eventualmente hasta algún ministro. Ese grupo podría ser
aliado de Padrino en el futuro, cuando el eterno ministro de la Defensa opte al
cargo de presidente de la República. Ese parece ser el cargo para el cual viene
preparándose desde hace años. De allí que no acepte salir del gabinete. Tras
sus palabras intimidatorias, lo que aparece es su aspiración de gobernar sin la
molestia que significa hacerlo con una oposición que lo hostigará. Desde ya allana
el terreno. Quiere que la lucha se reduzca a un duelo palaciego entre él,
Maduro y Cabello, con la mirada complaciente de la oposición amansada. Un
sector de la cúpula reemplazará al otro. Todos ellos necesitan una oposición,
pero que sea a la carta.
@trinomarquezc
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