Diálogo con los sitiados
Trino Márquez
El gobierno inició una ronda de diálogos con distintos sectores,
con el supuesto fin de tratar la situación nacional y buscarles salida a los
problemas más acuciantes que mantienen en jaque al país. Con quiénes conversará,
aun no lo sabemos. El itinerario no se conoce. ¿Incluirá a los partidos que
antes integraron la Mesa de Unidad Democrática (MUD) y ahora se encuentran
agrupados en torno del G-4? ¿Hablará con Juan Guaidó y los diputados que integran
la Asamblea Nacional electa en 2015? ¿Tomará en cuenta a los obispos de la
Conferencia Episcopal Venezolana? ¿Oirá la opinión de las autoridades de las
universidades autónomas y de las universidades privadas más importantes?
¿Intercambiará opiniones con la Federación Venezolana de Maestros y con la Federación
Médica Venezolana? ¿Les prestará atención a los estudiantes universitarios?
¿Llamará a los familiares de los presos políticos, civiles y militares?
¿Escuchará la voz de la diáspora? Veremos.
Tengo la
impresión de que Nicolás Maduro y Jorge Rodríguez escogerán con pinza a sus
interlocutores. Seleccionarán aquellos sectores que les resulten más incómodos, porque son más
vulnerables. Aunque, si van a pulsar la opinión del país, deberían buscar una muestra representativa
de la Venezuela profunda: de ese país desecho, en el cual dominan los
sentimientos de ira, frustración y amargura, asociados a la pobreza
generalizada, el deterioro de los servicios públicos, la falta de empleo y
oportunidades para progresar. Una sociedad en la que más de un tercio de sus
pobladores quiere emigrar cuando pase la pandemia.
El paso inicial del gobierno fue
hablar con Fedecamaras. Algunos intransigentes han criticado a la institución
por haberse reunido con Rodríguez, tratando de lograr con el Ejecutivo un
armisticio que permita la convivencia en el ambiente más distendido posible. A
Ricardo Cusanno, su presidente, le han dado sin misericordia. Lo han acusado de
colaboracionista, vendido y una larga lista de descalificativos similares. Nada
originales, por cierto. Son los mismos denuestos que suelen aplicarse cuando un
dirigente asume responsabilidades que no
son del agrado de la jauría. Seguro que
la mayoría de sus detractores no están obligados a pagar una nómina semanal,
quincenal o mensual. No tienen ni la más remota idea de lo que significa conseguir
insumos y materias primas de forma regular. Ni lidian con los funcionarios del
Seniat, muchos de los cuales parecen agentes del Sebin. Ni se imaginan cuánto cuesta
mantener la disciplina laboral o incrementar la productividad y la eficiencia, en una ambiente donde las normas se han
resquebrajado. Por fortuna, Cusanno no
se ha dejado intimidar. Ha defendido el derecho y la obligación del gremio
empresarial a reunirse con el gobierno para atemperar el clima económico tan
hostil existente en Venezuela. Sería un
error garrafal que Fedecamaras volviese a aspirar ocupar el lugar de los
partidos y de la dirigencia política.
Es a las organizaciones partidistas
–y no a organismos gremiales como Fedecamaras- a los que les corresponde luchar
por lograr negociaciones que aborden los
problemas cruciales del país. El primero de ellos es ver cómo salir, al menor
costo posible, del régimen que preside
Nicolás Maduro. En diversos estudios de opinión –cuando se enumeran las causas
del drama nacional- su gobierno aparece como la causa principal de esas
deficiencias. Una sólida mayoría, superior a 60%, piensa que los problemas –hiperinflación, colapso de los
servicios públicos, pobreza y desempleo- no tendrán respuesta hasta que Maduro
abandone Miraflores. También la mayoría desea
que la solución sea pacífica y electoral. No está de acuerdo con ninguna
invasión extranjera y, desde hace algunos meses, ni siquiera considera que las
sanciones internacionales sean convenientes. Prefiere que el apoyo
internacional se traduzca en una fuerte presión sobre la claque gobernante para
admita convocar unas elecciones presidenciales transparentes y justas,
supervisadas por organismos internacionales.
La convocatoria, en el horizonte cercano,
de esas votaciones tendría que ser el asunto medular de una ronda negociadora comprometida con los intereses nacionales. Pero,
para logar ese propósito hay que poseer una fuerza de la cual la oposición
política carece en este momento. La MUD se desintegró y el G-4 no logra
alcanzar la coherencia que le permita actuar con eficacia. Juan Guaidó perdió
su base de sustentación organizativa. Su partido, Voluntad Popular, ha sido
desmantelado. Sus dirigentes más importantes se encuentran en el exterior.
En medio de este cuadro de debilidad
de los partidos democráticos, el gobierno decidió emprender una iniciativa política
para refrescarle el rostro a Maduro y darle alguna legitimidad a la desaliñada Asamblea
Nacional electa el 6 de diciembre. El gobierno movió sus piezas. Los rusos
también juegan, reza el lugar común. Los gremios y grupos de la sociedad civil
que Nicolás Maduro convoque al diálogo tendrán que acudir. De lo contrario, las
consecuencias serán fatales. El régimen tratara de conectarse con la sociedad
sitiada y sin opciones. A la dirigencia democrática le corresponde entender que
así funciona la política real. Veremos si finalmente realiza los cambios
internos que debe introducir.
@trinomarquezcm
No hay comentarios:
Publicar un comentario