¿Qué puede lograr y qué no el diálogo empresarial con el régimen?
JUAN PABLO OLALQUIAGA
LA GRAN ALDEA
Mucho debate ha levantado el mentado diálogo entre el régimen y la organización cúpula empresarial, Fedecámaras, unos defendiendo este proceso, otros, los que más, encontrando en el mismo a unos empresarios carentes de valores y dispuestos a traicionar la lucha por la libertad y el retorno a la democracia, tan solo por ganarse unos dólares. Como es lo común, la verdad no se encuentra ni en un extremo, ni en el otro.
Vale la pena comenzar por definir quiénes son los empresarios, dado que éste es un grupo numeroso de personas muy heterogéneas, con algunos intereses comunes y otros no tanto. Arrancaré diciendo que no es lo mismo una empresa que se utiliza para blanquear dinero obtenido de manera ilegal, que una empresa establecida para producir lucro. Tampoco es lo mismo una empresa de una persona relacionada con el régimen, que está exenta, digamos, de los riesgos asociados a las fiscalizaciones, controles e intimidación; que una empresa de un ciudadano común, la cual en un régimen autocrático que ha tratado de imponer el totalitarismo -aun cuando con un éxito muy menguado-, está sujeta a un entorno intimidatorio de reglas cambiantes e inestables aplicadas por unos funcionarios que ejerciendo un juicio torcido, para el cual detentan autonomía y parcialidad, en forma aleatoria persiguen su propia supervivencia escudriñando el cómo convertir lo normal en ilegal. Claro, hay muchos funcionarios públicos honorables, probos y valiosos, quienes hacen su esfuerzo por construir un país de bien, va mi respeto y admiración por ellos.
De aquellos empresarios relacionados con el régimen, los llamados “enchufados”, los hay en todos los sectores y regiones; los hay en el financiero, las comunicaciones, la agroindustria, la construcción, el comercio y la producción, por solo mencionar unos. Algunos de estos son obvios en su relación, otros buscan mimetizarse con los comunes. Luego están los empresarios que buscan “guisar”, es decir, aprovecharse de otros con el mínimo esfuerzo y ofrecer productos o servicios dudosos, los llamados “de maletín”. Finalmente, se encuentran los empresarios comunes, que invierten a largo plazo y buscan construir empresas sólidas, sobre negocios lícitos en los distintos sectores. Todos estos diferentes tipos de empresarios coexisten en este enlodado mercado venezolano. Fedecámaras, uno debe suponer, representa a aquellos que no guisan, no están relacionados con el régimen y no blanquean capitales.
“Es mucho lo que necesitan conversar, dado que es el régimen el que pone y ejerce las reglas de la deteriorada economía venezolana”
Los propietarios de empresas formales, establecidas o producto de emprendimientos recientes, que requieren reglas claras y estables, cuyos negocios son lícitos, transparentes y sobre los cuales crecen las sociedades, pues proveen bienes, servicios y puestos de trabajo, que se relacionan con las universidades mediante la interdependencia derivada de la necesidad de captar y retener personas talentosas, que aportan impuestos, que en muchas oportunidades crean innovación y que tienen la necesidad de producir ganancias para el sostenimiento y deseable crecimiento de sus compañías, ¿qué pueden tener que hablar con el régimen? Pues es mucho lo que necesitan conversar, dado que es el régimen el que pone y ejerce las reglas de la deteriorada economía venezolana. En un país democrático, esta conversación sería con un gobierno cuya legitimidad no estaría cuestionada. En Venezuela, el régimen es el gobierno “de facto”, es decir que está ahí por lo que la ley llama “vías de hecho”; pero lo cierto es que está ahí, sin separación de poderes ni sistema judicial imparcial, igual está ahí, por tanto es el interlocutor obligado.
Y qué tendrían que hablar estos empresarios, digamos formales, con el que pone y ejerce las reglas. Hay mucho que los empresarios necesitan para poder operar con algún grado de planificación y previsibilidad sus negocios, algunas cosas que el régimen puede facilitar y otras que no. Construyamos una lista de las que, a mi juicio, serían las principales:
- Mercado, o mejor planteado, tamaño de mercado. En esta Venezuela revolucionaria, el mercado ha pasado a ser lo que un analista amigo denomina liliputiense, es decir chiquito y empobrecido. El grueso de los consumidores tiene muy poco poder adquisitivo. En consecuencia, ese pequeñito mercado no provee las economías de escala mediante las cuales la producción nacional de muchos rubros se justifica. Es más, en ese mercado las empresas mismas se ven obligadas a empequeñecerse. ¿El régimen puede hacer crecer el mercado? Pues no.
- Colaboradores, todos esos cuyas experticias sostenían empresas crecientes y que ahora están dispersos por el mundo. Aquí no se trata solo de personas empleadas directamente, sino prestadores de servicios, como asesores expertos en informática, neumática, metalurgia, fabricación o reparación de matrices, y tantos otros cargos especializados que las empresas necesitan para existir. ¿El régimen puede hacer algo que los aliente a regresar?, pues no.
- Créditos y mecanismos de transacciones. El bolívar como moneda de resguardo (ahorro) y de cuenta, desapareció y como moneda de transacción agoniza y requeriría de un milagro para no extinguirse. En consecuencia, la nueva moneda, el dólar, que se deposita en esas cuentas de custodia debe autorizarse para que sirva para el otorgamiento de créditos, lo cual es el negocio natural de los bancos y una de las variables imprescindibles para el crecimiento de cualquier economía. Así mismo, se puede autorizar el poder transferir entre un banco y otro, para no tener que limitarse al propio papel moneda del siglo pasado. Aquí el régimen sí puede facilitar un poco, aun cuando limitadamente, porque para que los bancos crezcan se requieren ahorros de personas y empresas, y sobre este crecimiento el régimen poco puede aportar.
- Garantía sobre los derechos de propiedad. Difícil pedirle esto a un régimen que durante 20 años ha desconocido estos derechos de manera descarada y caprichosa. Para que esta garantía se pudiese dar se requeriría de tribunales imparciales, así como de un sistema judicial capaz de hacer valer sus decisiones. Y aun cuando el régimen prometiera este derecho, la confianza para creerles no la pueden construir. Por cierto, los derechos de propiedad y el que nadie puede ser privado arbitrariamente de éstos, conforme ha hecho el régimen durante 20 años, están consagrados en el artículo 17 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
- Estado de Derecho. Gran concepto que engloba la igualdad ante la ley, el debido proceso, el derecho a la defensa, tribunales imparciales y la capacidad de hacer valer contratos, entre otros. Sin contrapesos institucionales, sin separación de poderes y con amigos que compiten de forma desleal, este es otro aspecto sobre el cual el régimen poco o nada puede instrumentar, aun cuando lo ofrezca.
- Infraestructura, es decir electricidad, agua, cloacas, gasolina, gasoil, gas, pero también toda esa infraestructura de casas de representación de partes y piezas sin las cuales una economía se vuelve harto ineficiente, contactores y relés, así como tantas piezas eléctricas; rodamientos, mangueras y correas, conexiones y aceros especiales; casas que templen acero o cromen piezas; suplidores de semillas o fertilizantes para el campo, pies de cría para los gallineros y padrotes y vientres para reconstruir la ganadería. Nuevamente, es poco lo que el régimen puede hacer, porque se requiere confianza para las inversiones necesarias y tiempo para desarrollarlas.
- Universidades con laboratorios de primera y profesores debidamente remunerados. Eso sería una de las cosas esenciales si creemos el mito del modelo chino en Venezuela (los refiero aquí a un artículo anterior y valga la cuña), e importantísimo para comenzar a pensar en el cómo adaptarnos a las macro tendencias mundiales. Nuevamente, es muy poco lo que la colaboración del régimen podría lograr aquí, aún en el supuesto negado de que este partiera de la buena intención.
- El sector del turismo necesita de hoteles funcionando y líneas aéreas con aviones actualizados, así como seguridad física para los turistas. ¿Esto lo puede dar el régimen? Nuevamente no. Los publicistas necesitan anunciantes, los anunciantes necesitan medios de comunicación masivos -diarios, canales de televisión- esos a los cuales el régimen tanto les teme porque informan. Además, los anunciantes necesitan, y regresamos al principio, consumidores con poder adquisitivo. Nada de esto lo puede dar el régimen.
Entonces, ¿qué se le puede pedir al régimen, en el plano estrictamente de la economía? Cosas concretas y puntuales, como que quite el desdichado 7×7, dado que esto obliga a los consumidores a concentrarse en los días de flexibilización en lugar de esparcirse comprando cuando necesiten, claro, con las medidas de seguridad que ya la mayoría de las empresas ha implementado. Que elimine los controles a la banca, señalados en el punto 3; que permita la libre circulación por el país y abra los vuelos, con los controles sanitarios; que remunere a los empleados públicos y a los jubilados de manera que estos puedan vivir; que apruebe la importación de gasolina y gasoil por empresas privadas; que permita al sector privado la formal importación de vacunas contra el Covid-19, así como que las clínicas privadas puedan emitir certificaciones de vacunación de aceptación internacional.
Cosas como estas se pueden convenir, nada que vaya a cambiar el curso de la economía, menos aún del país. En consecuencia, nada mágico se puede esperar de conversaciones de esta naturaleza, no se tiene cómo, pero, sí hay medidas que pueden ser útiles y bien útiles. Y con esta interlocución no se trata de ampliar el tamaño de la jaula. El símil de la jaula es conceptualmente equivocado, además de estéril e infeliz. Si se trata de entender que esa lucha, nada simbólica, por la recuperación de los derechos, de la libertad y de la democracia, requiere de sus ciudadanos y sus empresas el mantenerse vivos y, deseablemente, musculosos, y entender que este régimen quebrado, como está, y que ha quebrado tanto, sí tiene algunas cosas que hacer para disminuir la precariedad.
Por otro lado, hay que entender qué es lo que el régimen quiere a cambio. Difícil creer que aspira al bienestar de los ciudadanos. Claro, ahí está el tema de las sanciones y cómo ganar legitimidad para abogar por su desmontaje. También está el tufo del reconocimiento de la Ley Antibloqueo y lo que con eso puedan hacer, con toda la turbiedad instrumentada. También está el cómo avanzar en lograr la legitimidad política, mediante el reconocimiento de distintos sectores de la sociedad, digo yo que estas cosas son las que pueden tener en el menú. Lo que el régimen puede dar con facilidad lo puede quitar con la misma facilidad, mientras que la legitimidad es fácil de otorgar y difícil de desconocer.
PD: Hay que aprender de los diplomáticos, lo primero que éstos hacen es actuar en grupo, no ir por cuenta propia. Luego los diplomáticos negocian primero, firman los contratos y al final se toman la foto. Porque si uno se toma la foto a la entrada, está dando sin recibir nada a cambio.
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