LA SATANIZACIÓN DEL DIÁLOGO
Por César Pérez Vivas
El presidente de Fedecamaras, Ricardo Cusanno, luego de recibir en la sede de su organización al presidente de la Asamblea Oficialista, Jorge Rodríguez, expresó: “Seguir satanizando el diálogo y la negociación es un grave error”.
El tema viene a colación, por las gestiones que adelanta el régimen para serenar las turbulentas aguas de una sociedad asaltada, hostigada y violentada por una política autoritaria, que no ha respetado derecho alguno en los diversos sectores de nuestra sociedad.
La cúpula roja, de la cual Rodríguez es uno de sus conspicuos integrantes, ha hecho del diálogo y la negociación una mascarada para ganar tiempo, burlar y golpear a la sociedad democrática, y ejecutar su plan de perpetuarse en el poder, violando las más elementales reglas de la democracia.
Para un demócrata auténtico, el diálogo y la negociación es una herramienta fundamental de su quehacer cotidiano. El pluralismo social, político e ideológico lo hace imprescindible para articular las políticas conductoras en cualquier sociedad.
Si partimos de la diversidad que caracteriza al cuerpo social, de la complejidad de las naciones y de los grandes asentamientos humanos, de los múltiples intereses legítimos que surgen de su seno, tenemos que aceptar la necesidad de dialogar y trabajar los acuerdos para lograr su gobernabilidad.
Una sociedad anarquizada, empobrecida, sometida y violentada se hace ingobernable. Es el escenario que tenemos ante nosotros: Venezuela un país sin gobernabilidad. Una República a la deriva y sin conducción efectiva.
Controlar el poder, perseguir a la disidencia e imponer una situación por la fuerza no significa gobernabilidad. La gobernabilidad es una categoría epistemológica mucho más elevada que la del control por la fuerza de una nación.
“El Diccionario de Política de Bobbio y Matteucci, (1998) la define como “la relación de gobierno, es decir, la relación de gobernantes y gobernados”. Por lo tanto, la gobernabilidad se da en la relación compleja entre los dos entes. Si bien la gobernabilidad se da en sistemas políticos democráticos y no democráticos, ésta se ha asociado desde sus orígenes a los primeros, refiriéndonos a una gobernabilidad democrática”. (Citado por Virginia Rodríguez. “La Gobernabilidad: El debate de un concepto cambiante”. Pag. 48).
La gobernabilidad supone, entonces una capacidad real para desarrollar un conjunto de políticas públicas, capaces de garantizar a los ciudadanos el pleno ejercicio de sus derechos fundamentales, la vigencia de una legislación ordenadora de la vida social, el desarrollo de una economía productiva en condiciones de ofrecer los elementos básicos de la vida moderna, así como la paz y estabilidad del cuerpo social, actuando en armonía y relaciones respetuosas con las demás naciones.
He aquí la gran carencia de Maduro y su camarilla. Por la fuerza controla el poder, pero no tiene gobernabilidad. No tiene capacidad para resolver ninguno de los dramáticos problemas que nos afectan. Se han declarado enemigos de los principales países del continente, y con las naciones democráticas más destacadas del mundo. Todo ello ha llevado al régimen a un aislamiento en la comunidad internacional. Soledad interna y externa. Incapacidad para atender la tragedia que su fracasado modelo ha generado.
Ahora buscan desesperadamente, en su afán por continuar reteniendo el poder, relanzar el señuelo del diálogo para ganar de nuevo tiempo y gobernanza.
El dilema ante esta nueva jugada de “diálogo y negociación” es la sinceridad y confianza en sus iniciativas, propuestas y acuerdos. Estamos frente a unos personajes que ya en reiteradas ocasiones han engañado al país y a la comunidad internacional. El problema, entonces, no es de satanización del diálogo y la negociación. El problema es de confianza. ¿Podemos creer ahora en Jorge Rodríguez? ¿No es el mismo personaje del diálogo en República Dominica y Barbaos? ¿No es acaso Maduro, el mismo personaje que convocó unos diálogos en Miraflores el 10 de abril del año 2014?
Alguien podría decir que las circunstancias son distintas. Que ahora la situación es más apremiante para el régimen y por lo tanto existe, por parte de la cúpula roja, una verdadera disposición al diálogo, a respetar los acuerdos que se puedan alcanzar.
Es natural, entonces, la desconfianza. A menos que Fedecamaras piense que ya estos personajes no van a continuar expropiando, confiscando y robando los bienes de la sociedad. Y que toda la legislación socialista y estadista implantada en dos décadas va a desaparecer.
Hay razones para ser escépticos con los miembros de la cúpula roja. En el mismo tiempo en el que Jorge Rodríguez visita a Fedecamaras, su colega de directiva parlamentaria, Iris Varela, plantea la confiscación de las propiedades de los ciudadanos que han abandonado el país. Nos preguntamos entonces, ¿cuál es el verdadero rostro de la camarilla gobernante? ¿El de Jorge Rodríguez en Fedecamaras o el de Iris Varela en el Capitolio?
De modo que no se trata de satanizar el dialogo. Se trata de tener clara la naturaleza del régimen y el talante humano de sus interlocutores. No hay duda que la situación trágica de nuestra nación hace imprescindible una solución a la grave conflictividad política y social. Estamos inmersos en un conflicto severo. Lo natural seria superarlo por el camino del diálogo civilizado. La experiencia acumulada en dos décadas demuestra que ello no ha sido posible. En consecuencia se hace necesario resolverlo por otro medio pacifico, como la mediación o el arbitraje.
Estamos llegando a una tragedia humanitaria tan profunda, que no habrá otro camino que recurrir a otros medios. Ya el dialogo y la negociación, herramienta natural por excelencia, ha sido destruida por una cúpula carente de seriedad y confianza.
Caracas, Lunes 1 de Febrero de 2021.
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