domingo, 7 de febrero de 2021

 EFEMÉRIDE DE LA INFAMIA


          RAMÓN PEÑA


Carlos Andrés Pérez
In memoriam

Se cumplió esta semana un nuevo aniversario de la sangrienta asonada militar contra el gobierno democrático de Carlos Andrés Pérez en febrero de 1992. Se recuerda, también con vergüenza, que representantes de la intelligentsia y de la fuerzas vivas del país, celebraron aquella sedición como la epifanía de un golpe de ariete contra la democracia de partidos, ilusionando quizás oportunidades para sus ambiciones particulares.

Con el apoyo de esos mismos factores del poder económico y mediático, más que de una masa popular que clamara por la vuelta de un caudillo militar decimonónico, el golpista del 4/F tomó las riendas del país en las elecciones presidenciales de 1998.

Solo por impudicia podría celebrarse la fecha precursora del mayor desastre de nuestra historia. La que abrió la senda de poder para un régimen de dimensión totalitaria y gansteril. Su impronta, en pocas palabras, en estos 22 años: la destrucción casi total del modelo productivo público y privado de nuestra economía, la disolución del ordenamiento jurídico y del Estado de derecho, el desmantelamiento de las esferas de la vida política, social, cultural y artística, la liquidación de la institucionalidad de las fuerzas armadas, convertidas en apéndice partidista y objeto de corrupción clientelar, el país a espaldas de las democracias de Occidente y alineado con la internacional de autocracias y regímenes forajidos. Y, muy importante, el daño antropológico a la población como locus de control externo: erosión de la libertad y la responsabilidad individual, de la dignidad, sumisión al paternalismo estatal, ideologización de la educación, desprecio por la meritocracia, degradación de las universidades, la mediocridad como tope de la aspiración profesional, el terror ante la fuerza pública, la transacción como sustituto del derecho ciudadano…

Enorme tarea, cuando se conquiste el cambio, será, además de la reconstrucción material de la nación, la restauración de sus valores de ética, dignidad, rectitud, excelencia y respeto.

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