martes, 2 de febrero de 2021

NEGOCIAR: ¿QUÉ? Y PARA QUE?


ANALÍTICA


La negociación es el mecanismo de solución de controversias por excelencia y uno de los mayores logros de la humanidad para conseguir la paz a través de una larga historia de conflictos. Pero las condiciones en que esta negociación es planteada hoy en Venezuela, por algunos ilusos o aprovechadores de circunstancias, son simplemente patéticas.

Para negociar se requiere voluntad convergente de las partes que desean detener un conflicto y superar una situación que no tiene salida. Pero negociar con alguien que lo único que desea es ganar tiempo para mantenerse en el poder es un acto de profunda irresponsabilidad y de desesperada e inútil inconsistencia.

El régimen que desgobierna a nuestro país desde hace ya 21 años, que ha usado y abusado de la democracia, ha utilizado el señuelo de la negociación cuando las circunstancias le resultaban adversas, pero no porque realmente estén dispuestos a enmendar su conducta de destrucción sistemática de las bases que permitían el retorno de la auténtica democracia a Venezuela.

Por eso manipularon a su antojo los diálogos de Santo Domingo, porque eso no fue negociación. Después se burlaron de los buenos oficios de los noruegos y pretendieron un verdadero interés en buscar una solución a la crisis venezolanas pero, cuando se presentó una fórmula posible, como la idea de instalar un consejo paritario de gobierno para generar las mejores condiciones que pudiesen llevar a elecciones libres, le dieron una patada a la mesa y optaron por llevarnos a lo que hoy tenemos, un régimen que se sostiene por la represión y el engaño, que falsifica elecciones, que corrompe y compra opositores, que se roba los símbolos políticos de los partidos y se los asigna a diversos alacranes o incluso intenta devolvérselos a las antiguas autoridades de esas organizaciones políticas a cambio de que estas accedan a participar en el siguiente fraude electoral, que es el de las elecciones regionales, sin cambio en los principales actores del juego, lo que no será otra cosa que la crónica de una muerte anunciada, al mejor estilo de Gabriel García Márquez.

Ahora, sectores empresariales y fundamentalmente comerciales, apoyados por algunas personalidades públicas que se “especializan” en el sondeo de opinión, vuelven a insistir que este si es el momento de participar, que no hay que ceder espacios al régimen, que si todos vamos a votar la victoria está asegurada. Si esa utópica visión fuese realidad, confiando además en que la mayoría se preste a participar en una nueva e inútil y fraudulenta elección, ¿creen ustedes que un régimen que no está dispuesto a negociar su salida le va a entregar las gobernaciones de los principales estados del país a aquellos que no forman parte de su juego?

Pues obvio que no, como ya sucedió en las fraudulentas elecciones parlamentarias, que los que se prestaron al juego salieron trasquilados y solo les dieron «burusas».

Hoy la única fórmula para poder forzar la salida del régimen es la unidad de acción de todos los factores políticos y de la sociedad civil y concentrar el máximo de presión al régimen, no dándoles respiro con falsas negociaciones parciales y junto a la comunidad internacional hacerles tan difícil la sostenibilidad en el poder, que se vean obligados a negociar -así sea a regañadientes- una solución que los libre del colapso total y que en cierta medida les asegure, en lo personal, una vía adecuada de salida con el menor daño posible.

Es cierto que este no es un camino de rosas y que, lamentablemente, va a costar mucho llegar a él, ¿pero acaso hubiera sido mejor en 1940 para Inglaterra negociar la paz con Hitler como lo deseaba la mayoría política de la época y gran parte de los empresarios o haber seguido a ese león solitario, Winston Churchill, quien solo les ofreció a los británicos, sangre, sudor, lágrimas y esfuerzo hasta lograr la victoria? En efecto, gracias a su persistencia y a la alianza que armó con EEUU y Rusia, venció a una de las peores dictadura de la historia y el mundo recuperó la paz necesaria para reconstruirse.

Obtener algunos beneficios comerciales o económicos para algunos sectores del país no garantiza de ninguna manera la recuperación económica de Venezuela, y mucho menos el retorno a un país democrático que pueda reconciliarse y sentar las bases para que seamos de nuevo el país pujante que alguna vez fuimos.

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