El terror y la represión como políticas del madurismo
FERNANDO OCHOA ANTICH
Los regímenes totalitarios, de ideología
marxista y fascista, se caracterizaron, durante el siglo XX, por
utilizar el terror y la represión para imponer, a través de la fuerza,
su visión de la sociedad y del Estado. Fue, fundamentalmente el
marxismo, un sistema político con una oferta de hermosas utopías que
empezó a perder, con el tiempo, su aceptación ante los pueblos de los
países en donde lograron controlar el poder, como consecuencia de sus
fracasos y la realidad social cada vez más injusta que produjeron. En
los regímenes marxistas, el fenómeno totalitario no es parte intrínseca
de su doctrina; pero parece ser una consecuencia necesaria de su
aplicación práctica. Siempre se termina con la vigencia de un partido
único, el culto a la personalidad, la permanencia eterna en el poder, y
el arbitrario control militar y policial de la sociedad. La dictadura
del proletariado se ejerce como forma de discriminación y persecución
política contra las “clases sociales” enemigas, permitiendo que el
proletariado y el campesinado, supuestos aliados de clase, puedan actuar
con cierta libertad. Los críticos del marxismo consideran que esa
ideología conduce a que “la conciencia de clase” se imponga
coercitivamente por aquellos grupos partidistas que terminan controlando
el poder.
Comparar estos dieciocho años de
tragedia nacional con las formas históricas del marxismo, expresadas en
el estalinismo, el maoísmo y el castrismo, permite entender la esencia y
la praxis de los regímenes chavista y madurista. Ellos contienen todos
los elementos existentes en cualquiera de esas manifestaciones
históricas: un fuerte Estado centralizado que planifica, dirige y
controla la economía, un marcado culto a la personalidad, una fuerte
hegemonía política, un restringido pluralismo ideológico, una marcada
resistencia a la alternancia republicana, y un criminal control policial
y militar de la sociedad. Es verdad, que en la Venezuela, después de
1998, se convocan elecciones y se permite una siempre amenazada libertad
de opinión, pero al no respetarse el equilibrio y autonomía de los
poderes, al existir una constante violación de los derechos ciudadanos y
un permanente desacato a la Constitución, además de utilizar el terror y
la represión como política de Estado: el chavismo y el madurismo
constituyen excelentes ejemplos de socialismos reales del siglo XXI,
como también parece que van a terminar siendo Bolivia y Nicaragua.
La mentalidad represiva de estos dos
regímenes se conoció desde el mismo inicio del gobierno de Hugo Chávez.
Al caer significativamente su popularidad en el año 2002, las fuerzas
políticas y sociales comenzaron a reaccionar. Los hechos del 11 de abril
de ese año y el paro petrolero constituyeron la máxima expresión de esa
reacción. La criminal represión contra la multitudinaria marcha de
protesta de ese día, con un trágico saldo de muertos y heridos, demostró
claramente hasta dónde estaba dispuesto el régimen a llegar para
impedir cualquier manifestación de rechazo que pudiera amenazar la
permanencia del régimen. Pues bien, esa vocación represiva se ha
incrementado vertiginosamente en el gobierno de Nicolás Maduro. La
respuesta dada a las protestas ciudadanas durante los años 2014 y 2017,
y más recientemente el conjunto de medidas extrajudiciales en contra de
dirigentes opositores y oficiales que se insurreccionaron el 4 de
febrero de 1992, pero que cuestionan severamente los desastrosos
resultados de su gobierno, lo evidencian claramente. No existe ninguna
voluntad de rectificación. Otro hecho a destacar, fue la victoria
opositora en las elecciones parlamentarias de 2015, la cual fue
prácticamente desconocida por su gobierno, reaccionando no solo con
todos los intentos por anularla, sino con el asalto al recinto
protocolar de la Asamblea Nacional por bandas armadas al servicio del
gobierno, con un lamentable saldo de parlamentarios y empleados heridos.
Ese acto, indicó claramente hasta dónde estaba dispuesto a llegar
Nicolás Maduro con su criminal política de terror y represión.
Entre esas acciones intimidatorias,
creo necesario mencionar especialmente el cobarde asesinato del
comisario Oscar Pérez y su grupo irregular. Esa acción, no me cabe la
menor duda, tuvo por objeto infundir mayor terror en los sectores
sociales que, desesperados por el sufrimiento que se les ha infligido,
pudieran tomar un camino similar. El evidente fracaso de la solución en
la cual creyó el comisario Pérez puso en primer plano nacional la salida
militar, ya sea mediante una intervención interna o una intervención
militar multilateral que empezó a tomar cuerpo, en la opinión pública,
como el escenario más probable. En consecuencia, Nicolás Maduro decidió
golpear con gran fuerza al sector militar: expulsó y degradó
inconstitucionalmente a un numeroso grupo de oficiales, se produjeron
las recientes detenciones del mayor general Miguel Rodríguez Torres, de
un número desconocido de generales de todas las fuerzas y de un grupo de
comandantes de importantes unidades. Lo curioso es que los detenidos
son oficiales afectos a la memoria de Hugo Chávez. Aquí surge una nueva
hipótesis: ¿será lo ocurrido un reflejo de la lucha interna entre el
chavismo y el madurismo?
Los deplorables resultados de la
gestión de Nicolás Maduro y su camarilla, aunados a su criminal política
represora que violenta los más elementales derechos ciudadanos como
respuesta a los justificados reclamos que se le hacen ante su negativa, e
incapacidad, para resolver la tragedia que sufrimos, nos han conducido a
concluir que si el triunfo en las elecciones de mayo lo obtuviera
Nicolás Maduro, como en varios de mis artículos lo he señalado, se
estarían abriendo las posibilidades de tres inevitables escenarios de
probabilidades crecientes: la protesta popular violenta, la salida
militar y la intervención militar multilateral. Reflexione presidente
Maduro. Tome la misma y valiente actitud del presidente Pedro Pablo
Kuczynski de renunciar a su cargo al ser acusado, de manera injusta o
no, de corrupción, pero entendiendo el daño que podía hacerle a Perú, si
insistía en mantenerse en el poder. Ante el caos generado por su
gobierno, siga ese ejemplo por el bien de los venezolanos. Además, igual
que con lo ocurrido en Perú se escuchan acusaciones en la opinión
pública, sin una convincente respuesta en contrario, de que usted
recibió 35 millones de la empresa Odebrecht para su campaña electoral
del año 2013. Oiga mi consejo. Escuche el clamor general de rechazo a su
persona y a su gobierno. Renuncie.
fochoaantich@gmail.com
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