Solemos reunirnos, sesentones y
parsimoniosos, un grupo de amigos que fuimos comunistas, que rompimos
con el PCV para fundar el MAS y vivir sus luminosos tormentos y que
finalmente lo abandonamos para no avalar su apoyo a Chávez.
Es una peña que, como todo el país,
incluidas las Iglesias y las Fuerzas Armadas, sufre el resfriado que
contagia a los demócratas: elegir entre votar o no votar. Una disyuntiva
que no puede maquillar el imperativo deber de elegir entre salir del
régimen en mayo o dejar que se legitime para seis años más. Que los dure
o no es otro asunto, pero que no se eluda la verdad con juegos de
palabra: si no se vota se elige, pasivamente, a Maduro.
El régimen está acelerando su mutación
del autoritarismo al totalitarismo. Es una de las advertencias del
Observatorio Electoral nacional: cada elección es más restrictiva que la
anterior. El gobierno se prepara, con un paso hacia atrás y dos hacia
adelante, para un período especial con relaciones comerciales
restringidas y la liquidación absoluta de las formalidades democráticas.
Mayo puede ser la última coyuntura electoral, antes de consolidar aquí
el modelo comunista cubano: con el hambre sofocando la lucha por la
libertad.
Los argumentos a favor de la abstención
no son ni nuevos ni sólidos, pero quienes los esgrimen son personas de
experiencia, conocimientos y desempeños meritorios. Han formado parte
del eje principal de la oposición. Merecen ser oídas y refutadas sin
adjetivos que, aún usados con elegancia, enturbien la posibilidad de
buscar juntos puntos de acción común.
Llaman a oponerle un vacío al
adversario, esconderle las provisiones, esperar a que se derrumbe. Pero
en momentos en los que Maduro enfrenta factores negativos de más peso
que los ventajismos que tendrá que vencer la oposición, no parece que la
inercia pueda noquear al régimen.
Si la abstención gana, lo revelan
estudios politológicos y el Ensayo sobre la lucidez de Saramago, quien
pierde es la democracia. Ella no descabeza al monstruo totalitario. Su
atractivo indecible es que guarde algunas escaleras secretas como
esperar un golpe o una invasión militar, dos ilusiones ajenas a la
estrategia que le ha dado éxitos a la MUD.
La abstención desmoraliza porque es hija
de la idea de que el régimen es invencible. Es escasa su capacidad para
movilizar y absoluta su inutilidad para impedir, mesa por mesa, que el
régimen haga lo que quiera. La abstención es la renuncia a disputarle el
poder a un gobernante que ya está derrotado con el 80% de la población
en contra y una mayoría muy dispuesta a ir contra Maduro. ¿Por que
negarse a disputar el poder y ganarle?
Con la participación se abrirá una
transición. Podemos hacer de Falcón el candidato de la Unidad y en tres
años realizar unas primarias donde Leopoldo López, Henrique Capriles,
Henry Ramos y quien tenga fuerza para hacerlo compitan en unas
elecciones organizadas por un gobierno democrático. ¿No es ese el
objetivo fundamental de nuestras luchas? O acaso, hay intereses por
debajo de esa causa?
@garciasim
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