FERNANDO RODRIGUEZ
EL NACIONAL
Si llegamos a las elecciones de mayo, que digo no por tratar de
aguarle la fiesta a Maduro sino porque uno lee a cada rato cada cosa,
aconteceres públicos y estruendosos, que no hace descabellada ninguna
hipótesis. Militares presos, de alta, media y baja graduación. Presiones
sin antecedentes de todo el mundo civilizado: no hay día en que un
presidente, un canciller, un parlamento o una venerable institución no
le dé un leñazo al bailarín de Miraflores. Una crisis económica que al
parecer tiene pocos antecedentes en la historia de la especie (sic) y
que amenaza multiplicar sin barreras las muertes de venezolanos. Una
corrupción que asombrará al mundo cuando se caigan todos los telones,
como dice Enrique Krauze. Tumultos y saqueos que crecen cada día. Una
diáspora bíblica. Miseria de transporte, los servicios más básicos y
hasta de dinero en efectivo. El edificio revolucionario que ya no puede
ocultar las grietas que le brotan lentas pero evidentes y grotescas.
Drogas y delitos financieros que desbordan las fronteras. Yo pienso que
pocas veces se ha visto tal descomposición raigal de un país por una
dictadura. Pinochet y Fujimori, asesinos y ladrones, mantuvieron una
sensata, y alguno diría que notable, estabilidad económica. Hoy Provea
pide la renuncia de Maduro y no es un caprichoso decir.
Supongo que cualquier estudioso de la política se debe preguntar
por qué no cae este gobierno. Y pareciese haber una sola respuesta, un
grupo de generales dispuestos a todo para salvar su bolsa y no envejecer
tras las rejas, perfectamente adiestrados por Chávez y sus asesores
cubanos, habitantes de unas fuerzas armadas espiadas y depuradas durante
cuatro lustros. No deja de ser curioso que Raúl Castro cada vez que
saluda al país con dos o tres títulos enaltecedores nunca olvida el de
su heroica unión cívico-militar. Aunque no hay mal que dure tanto, ni
hay dictadura que no sea despóticamente militar pero también que su
derrocamiento no lo hayan propiciado, permitido o padecido los
militares. Sí, una lenta agonía, ciertamente, de un zarpazo en exceso
prolongado y que no nos dio un mal gobierno sino una profunda herida
existencial y los peores años de nuestras vidas.
Si este es el cuadro que, por lo demás, todos vivimos y conocemos,
no podemos sino creer que estamos obligados a hacer lo que juramos
hacer en días pasados en el Aula Magna. Un inédito esfuerzo unitario,
civil y político, en que no haya sector geográfico o laboral en el que
no exista una barrera y un grupo organizado para decir basta, ya no. Una
gesta para convencer al pueblo de que no va a haber más trampas y que
esas elecciones no serán sino un día más de dictadura que terminará por
ser uno menos. Repito, si acaso allá llegamos.
Creo que si algo hemos aprendido en tantas derrotas es que
necesitamos transparencia y verdad, ahora que ya comprendimos que somos
los actores y no mirones de la tragedia. Lamentamos trampas que no
debatimos y evitamos, silencios indebidos, secretismos cuando tocaba
gritar, violentismos temerarios no acordados, líderes silenciosos porque
los días eran turbios y agrestes; una cara de nuestros errores porque
son nuestros, de dirigentes y dirigidos. De los que lideraron y de los
que oímos, aceptamos o aplaudimos, y de los que se opusieron con el
grito histérico, irracional, torvo. Pero no es hora de culpar.
Además de las acciones que el nuevo Frente debe pautar y
,¡diantre!, difundir a tiempo y con tino, eso esperamos, me voy a
permitir una mínima obviedad que nos podría evitar distorsiones y
temores sobre las elecciones. Me parece correcta y digna la actitud
asumida por la mayoría opositora ante el muladar electoral. Pero creo
que es bueno que concienticemos que Maduro va a ganar y que lo que
tenemos es que convertir esa victoria en una bufonada despótica. Que
Falcón va a sacar votos es seguro, cuidado si más de los que pensamos,
protegidos por el dictador y las parcas electorales, pero esos votos
manchados también tendrán, al margen de su objetivo cómplice, una carga
de rechazo al gobierno. Al día siguiente la tragedia continuará y
nuestras tareas también.
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