Trino Marquez
El enorme éxodo de venezolanos
desde 2013 –el sociólogo Tomás Páez, convertido en una autoridad internacional
en el tema, habla de diáspora- constituye uno de los rasgos
más resaltantes del gigantesco desastre que ha significado para Venezuela el
gobierno de Nicolás Maduro. Las cifras totales de la estampida varían, desde
las proporcionadas por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Refugiados, Acnur, hasta las suministradas por la Encuesta Nacional de
Condiciones de Vida, Encovi; sin embargo, en el quinquenio no han huido menos
de tres millones de personas, 10% de la
población total. Un verdadero record porque en el país no se ha desatado
ninguna guerra interracial, religiosa o política. La migración ha ocurrido en
un período de paz, al menos que se acepte como cierta la majadera tesis según
la cual la burguesía desató una guerra económica contra el gobierno.
Durante
los años 2016 y 2017, de acuerdo con el informe más reciente de Acnur, las solicitudes de asilo, una de las
fórmulas más utilizadas para emigrar de forma legal, se han distribuido de la
manera siguiente: 58.764 en Estados Unidos; 22.357 en Brasil; 20.348 en Perú y
12.848 en España. Según el mismo informe, 350.861 emigrantes han sido acogidos
en otros países bajo figuras distintas
al asilo: Chile: 84.479; Colombia: 68.764; Ecuador 50.502. De acuerdo con los cálculos de Tomás Páez, en
España solamente se encuentran al menos 250.000 venezolanos; mientras hacia Italia
se han desplazado alrededor de 50.000. Según el Departamento de Migración de
Colombia, en la nación neogranadina no hay menos de 500.000 venezolanos. Para
otras fuentes, en Estados Unidos el total de compatriotas supera el medio
millón, en la pequeña Panamá viven más de 70.000 compatriotas, y en Argentina,
50.000. Hasta en Australia, Nueva Zelanda y Singapur aparecen rastros de
venezolanos que han ido a parar a esas lejanas y extrañas tierras.
Adonde
no han ido los venezolanos que escapan del horror del socialismo del siglo XXI
es a Cuba. No existe ningún registro documental que certifique que algún
venezolano se haya dirigido a la isla caribeña para encontrar una vida mejor y
hacer realidad sus sueños de progreso y bienestar. Ni un solo paisano ha pedido
asilo político en el territorio tiranizado por los Castro desde hace sesenta
años. Sería salir de Guatemala para caer en Guatepeor.
Salvo Ecuador –que reúne condiciones muy especiales, entre ellas que su
economía está dolarizada- ningún otro
país integrante de la Alba es seleccionado por los venezolanos para
residenciarse. Ni Bolivia o Nicaragua reciben flujos continuos y crecientes de compatriotas.
Los
venezolanos saben muy bien a dónde dirigirse: se desplazan hacia naciones con
economías de mercado en plena expansión y crecimiento. Escogen a los Estado
Unidos, Panamá, España, Chile, Brasil o Perú (esperemos que la defenestración
de Pedro Pablo Kuczynski no desate una crisis voraz), donde predominan la
libertad económica, los derechos de propiedad son respetados y la libre
iniciativa promovida, no existe control de cambios, ni de precios, se
resguardan las conquistas de los trabajadores en un clima donde prevalece el
mercado laboral, sin que haya nada parecido a la inamovilidad laboral, los
aumentos de sueldos y salarios son promovidos por los sindicatos y gremios en
negociaciones con los patronos privados o con el gobierno, y se toma como
referencia para los acuerdos la productividad y la inflación. Son naciones
donde la intervención del Estado en la economía
es mínima. Donde se promueve la profesionalización y la meritocracia. La
globalización no es vista como una amenaza, sino como una oportunidad. La
relación con los Estados Unidos no se establece en términos de rivalidad, sino
de acuerdos respetuosos en los cuales naciones negociantes obtienen beneficios
mutuos.
Al
levantar el mapa de los países hacia los cuales emigran centenares de miles de
venezolanos, puede observarse que son sociedades colocadas en las antípodas de
extravíos como el socialismo de siglo XXI. Por ejemplo, Chile, España
(recuperada después de los entuertos provocados por José L. Rodríguez
Zapatero), Estados Unidos y Panamá, aparecen en lugares elevados en el Índice
de Libertad Económica. Panamá ocupa el lugar más alto en América Latina,
seguido de cerca por Chile.
A
ningún venezolano se le pasa por la mente emigrar a Cuba. Ni siquiera naciones con
un cierto crecimiento sostenido durante las últimas dos décadas, como Bolivia y
Nicaragua, resultan atractivas. El autoritarismo y la fragilidad institucional representan
peligros demasiado altos. El parecido con lo que ocurre en Venezuela tritura
cualquier intención de aterrizar en esos lares.
Nicolás
Maduro conoce los datos que he presentado de forma sucinta. Pero, no le importan.
Quiere que los venezolanos se vayan para poder imponer, junto a su camarilla,
el socialismo del siglo XXI, con la comodidad que le da distribuir migajas y poseer
el control de las Fuerzas Armadas. Atraer a quienes han huido será un gran
reto.
@trinomarquezc
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