SIMON GARCIA
La gente en la calle clama, con rabia y desesperación, ante la crisis de todo, que hace insoportable la vida de cada uno. Fuenteovejuna murmura el nombre de un mismo culpable: Maduro. Los analistas y las diversas encuestas muestran un porcentaje asombroso de personas que, si fueran a votar, propinarían una derrota Guinness al gobierno del hambre.
Buena parte de los opositores se preocupan de las condiciones ventajistas, del repertorio de arbitrariedades y trampas que habrá que doblegar para que la determinante voluntad de cambio no sea escamoteada. Es un catálogo que conocen bien los que han cubierto mesas por la oposición y las organizaciones con experticia, en defensa del voto y observación electoral, que fueron soportes de la victoria unitaria en las elecciones de 2015. Su ayuda es ahora más necesaria que nunca porque las jiribillas vienen en talla extra-larga.
El país está a un paso de lograr lo que ha deseado durante años, muchas veces prometido y siempre esfumado. Es cierto que hay inconvenientes como la divergencia de los cuatro partidos ejes de la MUD que exigen determinadas condiciones para participar y la posición de Henri Falcón quien, con el apoyo de tres partidos de fuerza modesta, está luchando por cambiar las condiciones a un punto que permita despedir a Maduro y sus políticas económicas en dos meses.
Pero las frustraciones, la pérdida de credibilidad en líderes, el desgaste de la confianza producida por campañas del gobierno para debilitar a la oposición y enfrentarla entre sí, han hecho mella en la certeza del cambio. Buena parte de la oposición se distribuye entre los que dudan en ir a votar y quienes han perdido toda esperanza en el voto.
La situación es compleja, dinámica y acelerada. Una ventaja es que los principales partidos no sean doctrinariamente abstencionistas. Otra, el lugar que va tomando la idea de que se le puede ganar a Maduro, una condición que la dictadura jamás soñó que se llevaría por delante a todas las otras que inventó para sacar a la oposición del campo electoral y una vez separada, disparar a una y otra parte. Pero las balas se le están convirtiendo en un bumerang de votos.
@garciasim
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