Fausto Masó
Cuando Chávez permite a un camarógrafo tomar unas vistas familiares en un ambiente bucólico en La Habana, envía un mensaje: el león no es tan fiero como lo pintan, quiere enternecernos con esas fotografías en las que aparece rodeado de sus hijos, apagando unas velitas. Cualquiera con una enfermedad terminal busca el apoyo de su familia.
En otra época Chávez hubiera mantenido esas imágenes en la intimidad, o ¿por primera vez se reúne con su familia en 13 años? Estas fotografías de la familia presidencial recuerdan las que coloca en Facebook cualquier hijo de vecino, quieren despertar el afecto de sus seguidores que atisban la intimidad presidencial. Envían un mensaje, como las escenas similares de los políticos estadounidenses: Obama bromeando con sus hijas, Romney acompañado siempre por su mujer. Generan una relación de intimidad de Chávez con sus electores, los vuelve espectadores de su vida privada.
En apariencia, Chávez sigue ocupándose desde La Habana de los detalles del gobierno, constantemente se crean nuevas empresas estatales, no nos analizan lo que ha pasado con las expropiadas, nos muestran niños pequeños enviándole mensajes a Chávez, mujeres al borde de la histeria, jóvenes entusiastas y ahora escenas familiares del Presidente. Una gigantesca operación de relaciones públicas.
Los cubanos demoraron medio siglo en saber que Fidel Castro estaba casado y tenía ocho hijos. En vida de ellos, mientras mandaban, nunca circularon fotografías familiares de los líderes soviéticos desde Lenin a Stalin o Brezhnev, o de Mao. Los revolucionarios son machistas, mantienen a sus esposas en un segundo plano.
Después de que Chávez dijo que permanecería varias semanas en La Habana, vuelve a Caracas. ¿Se puede creer a Chávez? No, nada. Está enfermo, sin duda, pero probablemente disfrutará leyendo los mensajes por Twitter que anuncian su muerte inminente, lo que ocurrirá algún día, porque hasta los que no están enfermos de cáncer también se mueren alguna vez.
Esta campaña tiene ribetes heroicos de drama, o de comedia bufa; saldremos de duda en el último episodio, quizá el propio Chávez se engañe a sí mismo o ignore el desenlace de la trama. Por ahora al mal tiempo, el cáncer, le pone buena cara.
Capriles Radonski muestra la fortaleza de la juventud, el chavismo responde con Diosdado en mítines agresivos, atacando personalmente al candidato de la Mesa de la Unidad Democrática. Jaua tiene un nuevo protagonismo.
Estas imágenes humanizan a un Chávez distinto del que juraba que no habría reconciliación con los adversarios. Es un Chávez casero, un abuelito. En realidad, un Chávez en campaña electoral. Chávez no quiere que Capriles le quite votos entre los chavistas no tan comprometidos, los indecisos, los electores que deciden las elecciones, como le ocurrió a Pinochet en Chile.
Nada de hablar tampoco de patria o muerte cuando se sufre de una enfermedad terminal.
Las fotos son reales, su ternura es sincera, pero se divulgan por razones políticas. O ¿nos chupamos el dedo? Todo vale en 12, sobretodo cuando las cosas no están papayitas.
¿Apostará Chávez su futuro político y el del país por un drama televisivo, regido por las leyes de la telenovela? Por ahí va la cosa.
¡Pobre pueblo venezolano! Los mismos asesores de un político norteamericano trabajan ahora para Chávez.
¡Qué locura! Y otra cosa, ¿alguien vio por fin el parte médico?
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