El futuro tiene un largo pasado
Lo que tenemos es una sociedad democrática aguantando rodilla en tierra, sin doblarse, sin rendirse
DIEGO BAUTISTA URBANEJA | EL UNIVERSAL
jueves 22 de marzo de 2012
La sentencia es de la Torah, libro sagrado de los hebreos. Nunca más a propósito recordarlo que ahora, cuando las fuerzas democráticas del país atraviesan un momento lleno de esperanzas y cuando las perspectivas de un triunfo en las elecciones del 7 de octubre lucen tan promisorias.
Quiero en estas líneas rendir un homenaje a las luchas de la sociedad democrática durante los años que precedieron a la actual coyuntura. Al pasado de ese promisorio futuro.
Desde, digamos, finales del año 2009, las fuerzas democráticas, reunidas en la Mesa de la Unidad Democrática, han vivido una etapa de aciertos y de éxitos. Pero eso ha sido posible porque durante unos ocho años, desde el 2001 al 2009 la sociedad democrática resistió, desde el suelo, en las circunstancias más amargas y difíciles, los embates de un poder que lucía como avasallante e ilimitado, y que no estaba dispuesto a detenerse ante ninguna barrera en su pretensión de imponerse total y definitivamente.
Fueron años en los que se cometieron errores y se creyó en espejismos. En trechos personas de poco criterio tuvieron un poder desproporcionado. En algunos casos se trató de errores dolorosos e inexcusables, como los que rodearon al once de abril. En otros casos, los errores son fáciles de calificar como tales, cuando miramos hacia atrás, con las ventajas de saber lo que luego pasó, pero que, si nos colocamos en el momento, no resulta tan fácil ver qué otra cosa se hubiera podido hacer.
En ese proceso hay puntos de inflexión. Uno en particular merece ser destacado: las elecciones del 2006. El país democrático tiene una deuda con Manuel Rosales. Es desde entonces que las fuerzas democráticas dejan atrás la tentación del atajo y la fascinación de la derrota, y se enrumban definitivamente, sin ver hacia atrás ni hacia los lados, por la vía de acumular fuerzas con la mira puesta en obtener una mayoría que se exprese en las elecciones. Con todo lo que eso significa en lentitud, en días y días de avanzar milímetro a milímetro, en trabajo tesonero sin resultados inmediatos o evidentes.
Se retoma en esas elecciones del 2006 el ensayo unitario del 2004, el año de la desafortunada Coordinadora Democrática. Se corrigen los errores que se pueda y se va a la contienda. Se recibe un fuerte revolcón. Pero en semanas el país democrático se levanta de nuevo y es desde ese 2006 que lo que tenemos es un proceso de maduración y aprendizaje unitario que, rudimentario y todo como lo era hasta el momento, obtiene los éxitos de las regionales del 2008, para luego tomar su forma actual.
Sobre la base de lo adelantado en al camino de la unidad, en el 2009 que se constituye la Mesa de la Unidad y que, a propuesta de Omar Barboza, se designa secretario ejecutivo de ella a Ramón Guillermo Aveledo, cuya sobresaliente gestión todos hemos admirado.
Rodilla en tierra
Pero en todos esos años, por medio de todas esas aventuras y desventuras, lo que tenemos es una sociedad democrática aguantando verdaderamente rodilla en tierra, sin doblarse, sin rendirse. Como esos pulsos en los cuales uno de los contendores parece a punto de vencer la partida, y el otro increíblemente resiste, hasta que poco a poco retoma el punto de equilibrio y inicia su marcha en la dirección del triunfo. Cientos de miles, millones quizás, de venezolanos encontraron mil maneras cotidianas de oponerse: viendo, oyendo y llamando a los programas, tirando volantes por ahí, pegando calcomanías en cualquier poste, simplemente votando en contra....
Son esos años en los que pareció que todo se perdía y en los que se evitó que eso ocurriera, los que hacen posible estos momentos de ahora, tan llenos de buenos augurios. Sin ellos no habría sido posible esa maduración que nos ha llevado a tomar de forma consistente una ruta fructífera y exitosa, esa maduración que transcurría precisamente en esos mismos momentos. Son ellos los que permitieron que el juego siguiera. Es a esos años a los que quiero traer al recuerdo, del riesgo en el que tal vez están de caer en el olvido, opacados por el resplandor de los recientes y prometedores éxitos.
No sabemos cómo va a ser el futuro que nos aguarda. Hay mucho trabajo por hacer todavía, primero para ganar las elecciones, y luego y más aún, para gobernar de modo viable y acertado. Pero sea cual sea, y sobre todo si termina siendo lo exitoso que parece posible, ese futuro viene de ese pasado valeroso.
dburbaneja@gmail.com
Quiero en estas líneas rendir un homenaje a las luchas de la sociedad democrática durante los años que precedieron a la actual coyuntura. Al pasado de ese promisorio futuro.
Desde, digamos, finales del año 2009, las fuerzas democráticas, reunidas en la Mesa de la Unidad Democrática, han vivido una etapa de aciertos y de éxitos. Pero eso ha sido posible porque durante unos ocho años, desde el 2001 al 2009 la sociedad democrática resistió, desde el suelo, en las circunstancias más amargas y difíciles, los embates de un poder que lucía como avasallante e ilimitado, y que no estaba dispuesto a detenerse ante ninguna barrera en su pretensión de imponerse total y definitivamente.
Fueron años en los que se cometieron errores y se creyó en espejismos. En trechos personas de poco criterio tuvieron un poder desproporcionado. En algunos casos se trató de errores dolorosos e inexcusables, como los que rodearon al once de abril. En otros casos, los errores son fáciles de calificar como tales, cuando miramos hacia atrás, con las ventajas de saber lo que luego pasó, pero que, si nos colocamos en el momento, no resulta tan fácil ver qué otra cosa se hubiera podido hacer.
En ese proceso hay puntos de inflexión. Uno en particular merece ser destacado: las elecciones del 2006. El país democrático tiene una deuda con Manuel Rosales. Es desde entonces que las fuerzas democráticas dejan atrás la tentación del atajo y la fascinación de la derrota, y se enrumban definitivamente, sin ver hacia atrás ni hacia los lados, por la vía de acumular fuerzas con la mira puesta en obtener una mayoría que se exprese en las elecciones. Con todo lo que eso significa en lentitud, en días y días de avanzar milímetro a milímetro, en trabajo tesonero sin resultados inmediatos o evidentes.
Se retoma en esas elecciones del 2006 el ensayo unitario del 2004, el año de la desafortunada Coordinadora Democrática. Se corrigen los errores que se pueda y se va a la contienda. Se recibe un fuerte revolcón. Pero en semanas el país democrático se levanta de nuevo y es desde ese 2006 que lo que tenemos es un proceso de maduración y aprendizaje unitario que, rudimentario y todo como lo era hasta el momento, obtiene los éxitos de las regionales del 2008, para luego tomar su forma actual.
Sobre la base de lo adelantado en al camino de la unidad, en el 2009 que se constituye la Mesa de la Unidad y que, a propuesta de Omar Barboza, se designa secretario ejecutivo de ella a Ramón Guillermo Aveledo, cuya sobresaliente gestión todos hemos admirado.
Rodilla en tierra
Pero en todos esos años, por medio de todas esas aventuras y desventuras, lo que tenemos es una sociedad democrática aguantando verdaderamente rodilla en tierra, sin doblarse, sin rendirse. Como esos pulsos en los cuales uno de los contendores parece a punto de vencer la partida, y el otro increíblemente resiste, hasta que poco a poco retoma el punto de equilibrio y inicia su marcha en la dirección del triunfo. Cientos de miles, millones quizás, de venezolanos encontraron mil maneras cotidianas de oponerse: viendo, oyendo y llamando a los programas, tirando volantes por ahí, pegando calcomanías en cualquier poste, simplemente votando en contra....
Son esos años en los que pareció que todo se perdía y en los que se evitó que eso ocurriera, los que hacen posible estos momentos de ahora, tan llenos de buenos augurios. Sin ellos no habría sido posible esa maduración que nos ha llevado a tomar de forma consistente una ruta fructífera y exitosa, esa maduración que transcurría precisamente en esos mismos momentos. Son ellos los que permitieron que el juego siguiera. Es a esos años a los que quiero traer al recuerdo, del riesgo en el que tal vez están de caer en el olvido, opacados por el resplandor de los recientes y prometedores éxitos.
No sabemos cómo va a ser el futuro que nos aguarda. Hay mucho trabajo por hacer todavía, primero para ganar las elecciones, y luego y más aún, para gobernar de modo viable y acertado. Pero sea cual sea, y sobre todo si termina siendo lo exitoso que parece posible, ese futuro viene de ese pasado valeroso.
dburbaneja@gmail.com
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