Teodoro Petkoff
La horrible dimensión de la violencia urbana, sobre todo en Caracas, que deja anualmente decenas de miles de víctimas, entre muertos y heridos, se nos torna a veces más presente, más punzante y feroz cuando toca a un amigo o al hijo de un amigo, sobre todo si uno u otro han alcanzado cierta prominencia en lo que hacen.
Es el caso de Juan David Chacón, músico y compositor mejor conocido como "OneChot".
Hace dos noches su joven vida tropezó con el destino que canta la primera estrofa de su polémico rap "Ciudad Podrida":
Esta noche, en algún lugar la sangre correrá
Esta noche, una hija, una canción morirá
Esta noche, sola en casa, una madre llorará
Porque un hampón, de su arma, una bala perderá
Su sangre corrió. Cantor contra la violencia, fue víctima de ella.
Permítanme presentarles a Caracas,
Embajada del Infierno, tierra de homicidas
donde cada semana mueren más personas
y aunque no hay guerra, de dementes,
el país no da más
Presentado en agosto de 2010, el video con la canción, como es lógico levantó un gran revuelo y, como es lógico también, el gobierno acusó a OneChot de "difundir imágenes amarillistas" y anunció acciones legales contra el autor, al tiempo que lo descalificaba, a través de VTV: "dice que es venezolano pero reside en España". Por cierto, la canción no es explícitamente antigubernamental, pero la hipersensibilidad de la banda de azotes de barrio que nos gobierna considera como "subversivo" todo mensaje que se refiera a una realidad que no es la que Chávez dibuja en sus peroratas. Pero si fuere cierto que OneChot reside en España (que lo es sólo a medias, porque vive en las dos partes), OneChot no habría hecho otra cosa que seguir el camino de decenas de miles de jóvenes que han abandonado el país porque no encuentran futuro aquí y se lo labran en tierras ajenas, pero más acogedoras que la propia, donde "volará tu cabeza, el delincuente tu cabeza volará".
Juan David Chacón, hijo del poeta y antropólogo Alfredo Chacón y de Luna Benítez, es una cifra más de esa trágica lista de víctimas de la violencia, que año a año marca con sangre el terrible fracaso del gobierno en el cumplimiento de su principal deber:
garantizar la vida de sus ciudadanos.
Más de 16 planes de seguridad han ido fracasando, uno tras de otro, mientras la ciega guadaña de la muerte saca de la vida a dos tercios, más del 60%, del total de víctimas de la violencia, que son jóvenes entre 14 y 25 años. Esto es lo peor. El país se desangra por su vertiente más joven y el drama es doble porque los victimarios (que en alguna medida son otra clase de víctimas) son también muchachos.
Cuando, a ratos, uno se detiene sobre esta situación no puede sino preguntarse por el destino de un país sometido a esta realidad catastrófica. No será fácil enderezar esta parte del legado de Chávez, bajo cuyo gobierno el drama tomó estas proporciones apocalípticas.
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