LOS INTERMINABLES DESENCUENTROS MERCOSURIANOS
Emilio Nouel V.
Como quiera que nos han metido en
el berenjenal que es Mercosur sin consultar a los venezolanos, y sabemos que no por razones
económico-comerciales de interés para nuestro país, sino por motivos políticos
o geopolíticos del gobierno de turno, no está de más recordar de vez en cuando
cómo están marchando las cosas allí, para saber a qué nos someteríamos en la
eventualidad de un ingreso definitivo.
Está claro que aún no somos
miembros de pleno derecho de ese bloque de integración hasta tanto el senado
paraguayo no ratifique el Protocolo de Adhesión, lo que esperamos no haga hasta
que el nuevo gobierno venezolano resuelva lo conducente a una renegociación de
aquel instrumento mientras ponemos la casa en orden. Es lo menos que podemos
pedir a los parlamentarios de aquel país que han mantenido en suspenso ese
ingreso, alegando motivos justificados que agradecemos los demócratas venezolanos.
Las dificultades que experimenta
nuestra economía, el estado lamentable del aparato productivo público y privado
ocasionado por políticas económicas desastrosas, nos obliga a caminar con pies
de plomo en lo que a compromisos comerciales internacionales se refiere, sobre
todo, en un entorno político y social nacional que después de las elecciones de
Octubre próximo será agitado por el calado de las cambios que habrán de ponerse
en práctica.
Pero que no se interprete que ese
caminar cauteloso y provisional de la nueva administración significa recaer en
políticas proteccionistas anacrónicas, ni mucho menos cerrarnos al mundo.
En ése experimento
integracionista suramericano de relevancia hemisférica denominado Mercosur, no
es oro todo lo que allí brilla. El incremento de las corrientes comerciales
entre sus miembros es un gran avance respecto de la situación anterior al
Tratado de Asunción, sin dejar de mencionar otros logros también significativos
en otros campos.
Sin embargo, aunque son de
esperarse como naturales los desencuentros en todo proceso de este tipo, las
reiteradas controversias por los mismos temas, las crónicas quejas de los
pequeños y los lamentos por la precariedad institucional presentes en este
régimen comercial, no parecen aminorar sino aumentar con el tiempo. Estas
divergencias crecientes que deterioran las relaciones internas, amenazan con
neutralizar o suprimir los logros obtenidos.
En efecto, los retrocesos
respecto de los compromisos jurídicos de integración de las 4 economías que
fundaron Mercosur, son cada vez más frecuentes.
Un mecanismo esencial, sine qua non, en todo proyecto que
pretenda crear un espacio económico único, lo constituye la eliminación
progresiva de los obstáculos al comercio recíproco con base en unas reglas que
se cumplan.
Reinstalar las barreras
comerciales eliminadas, subir aranceles consolidados, imponer de nuevo
licencias de importación, cupos o establecer nuevas trabas, representan
acciones de retorno de cara los logros de liberación comercial alcanzados en
fases anteriores.
Eso no tiene otro nombre sino
proteccionismo redivivo.
Y no es que planteemos un desdén
por los cambios de circunstancias o situaciones excepcionales, o seamos
dogmáticos sobre ciertos principios, pero hay algunos de éstos que no pueden
abandonarse y/o relegarse sin dañar la naturaleza misma del sistema al cual sirven.
Si hay un principio que ha demostrado su utilidad y eficacia en materia de
integración –y que lo digan los europeos- es el de la irreversibilidad de
ciertos compromisos sustantivos, aunque -es verdad- en los últimos tiempos
estemos presenciando intentos de derivas contrarias.
Un bloque comercial en el que se
produzcan reculadas contumaces como las que vemos en Mercosur, dice mucho de
las inconsistencias del proceso integrador y de la débil voluntad y
convencimiento integracionista de los gobiernos de los países que participan.
En recientes días, nuevamente es el
gobierno argentino el que pone la nota discordante con sus medias
proteccionistas. Se está acusando a ese país, con razón, de “avasallar contra la letra y el espíritu de
la integración regional”. Se habla de una situación de “extrema gravedad” y hasta se dice que
Mercosur está en su peor momento.
Paraguayos y uruguayos echan el
grito al cielo por enésima vez. La Unión Industrial Paraguaya
(UIP) denuncia que las exportaciones a Argentina
cayeron en un 70% en lo que va del año como consecuencia de las medidas
ilegales tomadas por este país.
Por su parte, Danilo
Astori, Vicepresidente de Uruguay, señala que “Hasta ahora Argentina ha desconocido por completo el Tratado de
Asunción y Uruguay lo ha cumplido fielmente (…) Hay una contradicción flagrante entre tener una
zona de libre comercio y medidas que dificultan el acceso de los bienes y
servicios al mercado ampliado. La carencia de coordinación en políticas
económicas nos lleva a que haya países como Argentina que elijan
permanentemente instrumentos que dificultan los accesos".
Asimismo,
el ministro de Agricultura brasileño, Jorge
Mendes Ribeiro, ha declarado que la mayores restricciones impuestas por
Argentina “están incomodando mucho y de
forma visible” a los países que integran a Mercosur, y pide acabar con las
rivalidades. Los exportadores brasileños de carne piden a la Presidente Rouseff
que actúe con firmeza para reanudar el flujo exportador.
No debe olvidarse que hace
un tiempo Brasil violaba normas mercosurianas y de la OMC al imponer
restricciones a los lácteos procedentes de Uruguay.
En el caso más reciente de Argentina, estas trabas están afectando
incluso al consumidor argentino que se ve privado de encontrar en su mercado autopartes, electrónicos, ropa, electrodomésticos, alimentos,
grifería, neumáticos o lozas importadas.
¿De qué integración estamos
hablando entonces en Mercosur? ¿Es la política poco seria del “como vaya viniendo vamos viendo”? ¿Este
es el ejemplo que se pretende proyectar
a UNASUR o CELAC?
Si la integración de la “Patria grande latinoamericana” va a
depender de estos líderes que hacen todo lo contrario de lo que deben hacer, no nos extrañe que aquella no se haya podido dar y que
difícilmente se concrete algún día.
Y ésta apreciación ya se hace
desde fuera del hemisferio.
“Ilusión óptica, pura vocinglería, nula eficacia”, apunta un
banquero desde Europa en relación con Mercosur.
Y no es sólo desde el otro lado
del charco que se dicen estas cosas. El ex presidente de Uruguay, Julio M.
Sanguinetti, hace tiempo ha llamado la atención sobre lo mismo, y recientemente
dijo:
"No podemos seguir mendigando lo que ya está
escrito en el Mercosur (…) ¿Por qué tenemos que estar reclamando la
posibilidad de exportación dentro de la región? "
Especialistas y observadores
hemos subrayado el papel preponderante de la retórica sobre los resultados
efectivos de la integración; sin olvidar las inconsecuencias o infracciones con
las reglas de juego establecidas.
¿Cómo se puede ser optimista con
la integración de nuestras naciones cuando vemos estas conductas incongruentes
que conducen a situaciones que se creían solventadas?
Pues bien, que pongan las bardas
en remojo los que tienen ojos y oídos. Razón tienen algunos chilenos al decir, a
la chita callando, que Mercosur no es serio, y que a Chile con ser miembro
asociado de ese tratado le basta.
¿Es una opción conveniente para
Venezuela ese bloque comercial?
Por ahora, sin duda que no.
EMILIO NOUEL V.
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