martes, 29 de mayo de 2012


EL GRAN RELAJO Y EL RESORT DE


TOCORÓN 

E. Nouel V.


Por donde sea que lo mires el gobierno venezolano actual es un inmenso relajo. Desde el tránsito terrestre, pasando por las empresas estatales, hasta en las leyes que hace. Todo es un despelote, no hay ideas ni iniciativas razonables. Esto no puede llamarse administración pública ni nada que se le parezca, le queda grande el nombre. Y el que pudo en algún momento esperar de él otra cosa, lo hizo por ingenuidad o ignorancia. A Venezuela la desgobierna la barbarie, sin duda.

                                       

La destrucción criminal de las instituciones ha sido la nota característica del chavismo al frente del Estado. Esto ha permitido que la delincuencia, sí, la delincuencia pura y dura, se haya filtrado por las distintas instancias del poder para imponer su reino, o bien directamente o a través de sus patrocinados.
Y este fenómeno, que no es exclusivo de nuestro país, ya ha venido siendo advertido por diversos estudiosos del tema.
Cuando vemos lo que está ocurriendo en Venezuela no puedo menos que recordar los trabajos realizados por dos destacados analistas internacionales algunos años atrás.
Me refiero al periodista Robert D. Kaplan (“La anarquía que viene”, 2000) y al economista Moisés Naím (“Ilícito”, 2006), quienes, desde sus puntos de vista particulares, alertan sobre la forma como las redes de delincuentes, en virtud de la pérdida de capacidad y la creciente vulnerabilidad del Estado para controlar las distintas expresiones criminales nacionales e internacionales y enfrentar los problemas sociales, han comenzado a influir en la política y en algunos casos, los más graves, arrebatando el monopolio de la fuerza armada a aquel; tal y como sucede, sobre todo, en ciertos países de África.
Naím, y esto viene muy a propósito de nuestro país, dice certeramente en su formidable estudio: “Los enormes y constantes márgenes de beneficio del narcotráfico global en las regiones más vulnerables, darán lugar a un poder político sustentado en el dinero obtenido gracias a las drogas y viceversa. Las formas que adopten estas combinaciones pueden variar desde la corrupción hasta los ‘estados forajidos’, pasando por la secesión, pero la dinámica subyacente será siempre la misma: los gobiernos están en desventaja frente a los narcotraficantes.
Lamentablemente, en nuestra Venezuela estamos viendo aquí y allá manifestaciones de este fenómeno global que está empoderando a las redes de criminales de todo pelaje.
La trama del caso Makled y sus conexiones con altos personeros del gobierno son una muestra palpable. Ciertas similitudes con el caso de Escobar Gaviria en Colombia son protuberantes. Solo recordemos que este personaje siniestro llegó a ser parlamentario en su país. Las relaciones del gobierno venezolano con las terroristas FARC no son un secreto. Chávez llegó a cometer el exabrupto de decir que Venezuela limitaba territorialmente por el Oeste con ellas. Ese grupo colombiano, es vox populi, se dedica al narcotráfico; de allí que no sea inadecuado afirmar que esas relaciones ratifican una deriva demencial que si no se le pone coto puede llevarnos a situaciones como las que en África describe Kaplan en su libro.
La crisis carcelaria en Venezuela nos está mostrando hasta donde ha llegado el poder de la delincuencia. Un Estado casi destruido, debilitado, dirigido por incompetentes e intoxicados por ideologías demenciales, ha tenido que arrodillarse, someterse, ante criminales que portan kalashnikov y todo tipo de armas. Un Estado retrocediendo ante el impulso desenfrenado de un crimen organizado que no consigue impedimento en quienes están obligados a meterlo en cintura.
El último episodio de las cárceles de la revolución, que es un síntoma más del relajoin crescendo que experimentamos los venezolanos, es el de la cárcel de Tocorón en el estado Aragua, convertido en una suerte de club vacacional.
De acuerdo con la prensa, allí funciona una discoteca, llamada Tokyo, que publicita incluso sus saraos a través de cuñas en la radio. La fiestas duran 3 días y más; hacen conciertos de cantantes de vallenato y salsa, contratan strippers y DJs, el alcohol corre a borbotones, imagino que igual las drogas. Hay piscina y negocios diversos; el dinero circula en millones. Es decir, las cárceles se han convertido en resorts para el esparcimiento y solaz de sus inquilinos. ¡Qué maravilla¡
¿En qué país del mundo civilizado puede permitirse semejante desaguisado? Sólo en  éste del socialismo del siglo XXI.
Esta situación sólo puede darse en un gobierno en que reinen el desorden, la desidia, la incompetencia y la locura ideológica.
Pregunto: ¿En las manos de quiénes estamos realmente?
¿Vamos a seguir permitiendo que este bochinche se profundice?
¿Es nuestro destino caer en la anomia social y en la anarquía política?
Los venezolanos tenemos una oportunidad electoral formidable el 7 de Octubre próximo para evitar este rumbo desquiciado que nos está conduciendo a un desastre seguro como sociedad. El contubernio entre hampones y seudopolíticos que permiten este relajo no puede vencer a un pueblo que desea ardientemente la prosperidad, la seguridad y la paz.
En las manos de todos, civiles, iglesia, universidades, trabajadores, militares, medios, reposa la solución definitiva. No la desperdiciemos.

EMILIO NOUEL V.

TWITTER: @ENouelV

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