HÉROES DEL OLIMPO
Ibsen MARTÍNEZ
Al fin contamos con correspondencia privada de Manuelita Sáenz en la que se queja de la insuficiencia amatoria de quien, con filosófico desdén de cortesana, la “Libertadora del Libertador” llama “ el hombrecito”.
Entre las insufribles idioteces de la izquierda latinoamericana está eso de la obra inconclusa que dejan atrás todos sus “mártires”.
¿Cuándo se escribirá el ensayo que ilumine el mecanismo intelectual de la necrofilia izquierdista? Mientras llega el Enrique Krauze o el Fernando Iwasaki que se ocupe de porqué la imaginería ñángara y “progresista” está hecha del cadáver embalsamado y portátil de Eva Perón, o de las mutiladas manos asesinas del Ché Guevara, el más pernicioso de los idiotas latinoamericanos, he aquí el modesto aporte de unas cuantas observaciones disyuntas.
Usted habrá notado que, desde Bolívar para acá, los revolucionarios siembran a su paso el caos, la destrucción, el desempleo, la inflación, el desabastecimiento y, en general, la disfunción y, que cuando se mueren ( o los matan), casi siempre sin haber hecho realidad sus designios, dejan como legado a sus seguidores el mandato de “continuar la obra”; es decir, continuar sembrando el caos y la destrucción, la inflación, el desabastecimiento, el desempleo, la fuga de capitales y la disfunción generalizada.
Eso es lo que para mí encierra la pinta chavista que acabo de ver: “Bolívar vive, la lucha continúa”. Entre las muchas preguntas que me hago está la siguiente: ¿Porqué el buen izquierdista latinoamericano elige invariablemente como mentores de sus actos a personajes históricos ostensiblemente fracasados, a gente sistemáticamente derrotada por sus propias alucinaciones? Por gente, para colmo, que nunca terminaba lo que comenzaba. El caso más resplandeciente es el de Simón
Aquel neurótico titanista insufrible llegó a serlo todo en vida: jacobino comecuras en su juventud y, a la hora de morir, dictador cesarista y fundador del peor militarismo suramericano.
Entre uno y otro término decretó la Guerra a Muerte ( que le estalló en las manos), ordenó fusilar y degollar prisioneros de guerra en La Guaira, dictó el genocidio de los pastusos realistas, hizo y deshizo con las arcas de la Gran Colombia, se hizo llevar a la hamaca a cuanta chamita despertara su concupiscencia; en fin… ¡Y todo lo que comenzó lo dejó descontento! “He arado en el mar”, lloriqueaba antes de morir, dejándonos encendido el televisor sintonizado en el canal de la bancarrota y las guerras civiles.
¡ Todo lo hizo a medias!, de manera que ahora Nicolás Maduro o Diosdado Cabello tendrá que continuar los trabajos de demolición, iniciados por Bolívar inmediatamente después del terremoto de 1812 y retomados en 1999 por Hugo Chávez quien, Dios me perdone el vaticinio, tendrá fatalmente que dejarla a su vez inconclusa. ¿Que clase de héroe puede ser un tipo como Bolívar?
Para irnos entendiendo: tratándose de héroes, sostengo que Hércules sí fue un superhéroe digno de fervor universal e imperecedero. Hércules sí hacía su trabajo; Hércules completó cada una de las tareas que le fueron requeridas y no dejó nada inconcluso con qué joder la paciencia de los mortales. Hércules forever. Pero, ¿Simón Bolívar? ¡Por favor! Bolívar fue el campeón del “nos jodimos, caballeros: volvamos a empezar”.
En 1813 hizo la Campaña “Admirable” en poco más de cien días, cómo no, pero cada población que “liberaba”, desde Trujillo hasta Antímano, caía inmediatamente en manos realistas tan pronto Bolívar proseguía el “avance” hacia su amada Caracas. Al año siguiente los llaneros de Boves le dieron una paliza y lo obligaron a desalojar Caracas y ponerse a la cabeza de la emigración a oriente.
No paró la carrera hasta llegar ¡a Carúpano! donde, para colmo, Bermúdez, presa de un arrecherón muy propio de la derrota huérfana, lo persiguió por la playa con un machete en la mano y serias intenciones de darle una pasada de planazos. Que se sepa, Bolívar no plantó cara y, en cambio, se fugó, como era su costumbre a una islita del Caribe anglófono o francófono, eso no lo tengo muy claro.
Si no me cree, escandalizada señora amiga mía, échele un vistazo a la biografía de Bolívar según el historiador británico John Lynch, aunque mejor, más sabrosa, es la Salvador de Madariaga; un libro a la vez chismorreico y veraz.
Y ya que estamos en esto de héroes chambones, de maestros de la obra inconclusa, no sé terminar esta bagatela de fin de semana sin referirme a una de las supercherías más dañinas y descaminadores que haya diseminado el culto a Bolívar: la de que era un amante tan vigoroso e incansable que ríete del Viagra.
Gracias a la labor de Paula Andrea Henao Restrepo, historiadora antioqueña especialista en Historiografía de Género, adscrita a la Facultad de Historia Sudamericana de la Universiad de la Sorbona, en su sede de París X (Nanterre.), hoy contamos con correspondencia privada de Manuelita Sáenz en la que se queja a una amiga de la insuficiencia amatoria de quien, con filosófico desdén de cortesana, Manuelita llama “ el hombrecito”.
Los detalles son tan lastimosos como es grande el sarcasmo de que hace gala la tremenda Manuelita cuando cuenta los rituales de alcoba de Bolívar – las infusiones, las fricciones, los masajitos, los esfuerzos de concentración, los resoplidos, etc – “total para un ratico”, dice con desconsuelo la Libertadora del Libertador.
Al parecer, el Libertador, puesto en trance amatorio, también fue hombre de tareas inconclusas. “ El frenesí le dura lo que casabe en caldo”, afirma Manuelita con salaz expresión.
Pero mejor lo dejamos aquí: este matutino es leído por niños, niñas y adolescentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario