SANTOS,
FIDEL Y VENEZUELA
Un nuevo factor de inestabilidad política
recorre al continente. Son las declaraciones coincidentes de dos vecinos de
Venezuela. El primero, Juan Manuel Santos, imprudente, amparado en la muletilla
sibilina de la no intervención en asuntos internos de otros países, que expresa
en público su preocupación por la estabilidad de la región y alerta que si algo
le sucede a Chávez, esa estabilidad podría venirse al traste.”Quién iba a
pensar, agregó dirigiéndose a Chávez, que yo estaría algún día rezando por su
salud”.
Horas después, aprovechando ese filón
geoestratégico, Fidel Castro, vecino también pero al norte, en el mar de la
felicidad, escribió “Lo que Obama conoce”, en donde apuntando con su dedo
intimida al afirmar que el gobierno de los Estados Unidos ya decidió promover
el derrocamiento del gobierno bolivariano y que ese error podría ocasionar un
baño de sangre en Venezuela.
Demás está decir que ambos vecinos, profetas del
desastre, incursionan, por razones que nosotros niños de pecho suponemos
distintas, en la política interna de Venezuela, tomando explícitamente partido
por una de las candidaturas presidenciales hoy en pugna, saltándose a la torera
principios elementales de respeto a la convivencia política internacional.
Pero en verdad no esperábamos menos ni del uno
ni del otro. Cuba está harta y especializada en intervenir sin tapujos en
asuntos de otros, convirtiéndose en el país subdesarrollado más imperialista e
invasor del planeta, amparado en dos cuentos de terror; primero, que siempre estuvo
invadido por el imperio, y segundo, que el principio del internacionalismo
proletario le permite cualquier tropelía. Del colombiano esperábamos tal vez
sindéresis, neutralidad, y mire que venirnos a decir en nuestras propias narices
que su candidato es Chávez; que él
quiere que siga mandando en Venezuela, es decir, lo que en su panfleto de hoy titula
como la estabilidad de la región, obviando en su “pragmatismo con principios”,
toda consideración a la violación que aquí ocurre de los fundamentos democráticos,
que su merced conoce pero que le importan un carajo, como se sabe, y si no que
lo digan el difunto alias Raúl Reyes o el Presidente de Ecuador, Rafael Correa.
Lo más grave de todo es que Santos y Fidel
Castro no han hecho si no avalar el
cuento de Chávez según el cual, después de él o sin él sobrevendría el diluvio.
Por cierto que las FARC han de estar muy complacidas. ¿Y no será, digo yo, que
este de ahora apoyo de Santos a Chávez no es más que una estrategia para
posibilitar un acuerdo de paz? Si es que además se pueden otra vez mudar para
acá, si es que alguna vez se fueron, y que el gobierno bolivariano, o en
condominio con el de Colombia, les siga dando rancho, cama y armamento, como lo
denunciara el mismo Santos no hace mucho cuando cargaba todavía con la careta
de ministro de defensa de Uribe. ¿O no será que hilando hasta la paranoia, que
detrás de toda esta mitología se esconde el interés histórico y malévolo de
Colombia por invadir por los caminos verdes el Golfo de Venezuela? Ya lo
anunciaba el pariente y mentor político de Santos, el fallecido presidente Alfonso
López Michelsen en su articulo “La victoria de Chávez” (29.08.04), en el que decía
“…como hombre de mano dura pareciera indicarnos que contamos con un vocero en
Venezuela que eventualmente estaría en condiciones de imponer, en materia de limites,
una solución negociada¨.
En definitiva, es vital para la democracia venezolana desmontar esa matriz de opinión según la cual
sin Chávez sobrevendrían la incertidumbre y el caos. Petróleo, Golfo, Guyana,
soberanía política, qué más da. Venezuela se ha convertido en mercancía barata,
se ha trasmutado en cualquier cosa a cambio de apoyo al gobierno
antidemocrático más rico, corrupto e ineficiente de toda la historia de
América, y lo más preocupante es que el gobierno está dispuesto a vender su
alma al diablo con tal de permanecer ad infinitum en el poder. Invito a todos a
que hagan sus ofertas que pueden estar seguros que el chavismo les quedará mal.
A menos que el 7 de octubre le demos un frenazo a esta ignominia.
Leandro Area
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