martes, 1 de mayo de 2012


SANTOS, FIDEL Y VENEZUELA





Un nuevo factor de inestabilidad política recorre al continente. Son las declaraciones coincidentes de dos vecinos de Venezuela. El primero, Juan Manuel Santos, imprudente, amparado en la muletilla sibilina de la no intervención en asuntos internos de otros países, que expresa en público su preocupación por la estabilidad de la región y alerta que si algo le sucede a Chávez, esa estabilidad podría venirse al traste.”Quién iba a pensar, agregó dirigiéndose a Chávez, que yo estaría algún día rezando por su salud”.
Horas después, aprovechando ese filón geoestratégico, Fidel Castro, vecino también pero al norte, en el mar de la felicidad, escribió “Lo que Obama conoce”, en donde apuntando con su dedo intimida al afirmar que el gobierno de los Estados Unidos ya decidió promover el derrocamiento del gobierno bolivariano y que ese error podría ocasionar un baño de sangre en Venezuela.
Demás está decir que ambos vecinos, profetas del desastre, incursionan, por razones que nosotros niños de pecho suponemos distintas, en la política interna de Venezuela, tomando explícitamente partido por una de las candidaturas presidenciales hoy en pugna, saltándose a la torera principios elementales de respeto a la convivencia política internacional.
Pero en verdad no esperábamos menos ni del uno ni del otro. Cuba está harta y especializada en intervenir sin tapujos en asuntos de otros, convirtiéndose en el país subdesarrollado más imperialista e invasor del planeta, amparado en dos cuentos de terror; primero, que siempre estuvo invadido por el imperio, y segundo, que el principio del internacionalismo proletario le permite cualquier tropelía. Del colombiano esperábamos tal vez sindéresis, neutralidad, y mire que venirnos a decir en nuestras propias narices que su candidato es Chávez; que  él quiere que siga mandando en Venezuela, es decir, lo que en su panfleto de hoy titula como la estabilidad de la región, obviando en su “pragmatismo con principios”, toda consideración a la violación que aquí ocurre de los fundamentos democráticos, que su merced conoce pero que le importan un carajo, como se sabe, y si no que lo digan el difunto alias Raúl Reyes o el Presidente de Ecuador, Rafael Correa.
Lo más grave de todo es que Santos y Fidel Castro no han hecho si no avalar  el cuento de Chávez según el cual, después de él o sin él sobrevendría el diluvio. Por cierto que las FARC han de estar muy complacidas. ¿Y no será, digo yo, que este de ahora apoyo de Santos a Chávez no es más que una estrategia para posibilitar un acuerdo de paz? Si es que además se pueden otra vez mudar para acá, si es que alguna vez se fueron, y que el gobierno bolivariano, o en condominio con el de Colombia, les siga dando rancho, cama y armamento, como lo denunciara el mismo Santos no hace mucho cuando cargaba todavía con la careta de ministro de defensa de Uribe. ¿O no será que hilando hasta la paranoia, que detrás de toda esta mitología se esconde el interés histórico y malévolo de Colombia por invadir por los caminos verdes el Golfo de Venezuela? Ya lo anunciaba el pariente y mentor político de Santos, el fallecido presidente Alfonso López Michelsen en su articulo “La victoria de Chávez” (29.08.04), en el que decía “…como hombre de mano dura pareciera indicarnos que contamos con un vocero en Venezuela que eventualmente estaría en condiciones de imponer, en materia de limites, una solución negociada¨.
En definitiva,  es vital para la democracia venezolana  desmontar esa matriz de opinión según la cual sin Chávez sobrevendrían la incertidumbre y el caos. Petróleo, Golfo, Guyana, soberanía política, qué más da. Venezuela se ha convertido en mercancía barata, se ha trasmutado en cualquier cosa a cambio de apoyo al gobierno antidemocrático más rico, corrupto e ineficiente de toda la historia de América, y lo más preocupante es que el gobierno está dispuesto a vender su alma al diablo con tal de permanecer ad infinitum en el poder. Invito a todos a que hagan sus ofertas que pueden estar seguros que el chavismo les quedará mal. A menos que el 7 de octubre le demos un frenazo a esta ignominia.

Leandro Area

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