sábado, 12 de mayo de 2012


¿Qué fue de los chuzos?

Fausto Masó
Con nostalgia recordamos el tiempo de los chuzos, armas mortales para los propios presos incapaces de herir a los vecinos de las cárceles. Años atrás, en las requisas encontraban esos cuchillos improvisados, construidos por los reclusos, ahora reemplazados por armas de guerra, lamentable avance del socialismo. Los presos provistos de municiones ilimitadas combaten varios días con la guardia.
Antes, sin duda, violaban los derechos humanos de los presos, ahora violan también los de los vecinos de La Planta. Liberan delincuentes peligrosos para que haya espacio en las cárceles, no cuentan los derechos humanos de las futuras víctimas de los delitos. Combaten la inseguridad con mensajes por televisión que muestran policías uniformados, patrullas nuevas. Es, pues, el primer caso en la historia de un socialismo charlatán, el primer régimen autoritario sin autoridad.
Es fácil decir “exprópiese” por televisión, algo más complicado administrar Agropatria, o las cárceles. El país aguanta con una paciencia infinita.
Agárrense de las manos porque en los próximos meses aumentará la inseguridad; los gobernadores chavistas se quejan en privado de que se ha duplicado a causa de esa legión de violadores, asesinos y rateros que han soltado a la calle.
¿Cómo van a vivir? Iris Valera le costará 1 millón de votos al PSUV en octubre 7.
Algo asombroso está ocurriendo: desde la cárcel de La Planta, la república del crimen le impone su voluntad al Estado, el cual encuentra sólo una respuesta frente al desafío de los presos: liberarlos, lo que está haciendo masivamente.
Ahora se les ha ocurrido esconderlos: enviarlos al interior. Están aplicando las lecciones que aprendieron con la electricidad: pagan un costo político menor si dejan sin luz a Calabozo en vez de Caracas; igual sucede si los disturbios ocurren lejos de la capital.
Los presos mandan en las cárceles y en los alrededores, obligan a los vecinos a abandonar sus viviendas, a las escuelas a cerrar, y saben que mientras más presionen, más disparen, el famoso diálogo con las autoridades oficiales concluirá en la liberación, de una forma u otra, de muchos de ellos. Dicho más claro, los presos están derrotando al Estado venezolano, le han quitado el monopolio de la violencia, imponen sus reglas en una situación tremendamente humillante para las Fuerzas Armadas.
Dialogan con los pranes, no con las madres a cuyos hijos asesinan diariamente por las calles de Caracas. Chávez le dio la espalda a la meritocracia en Pdvsa, la CVG. Pagamos las consecuencias.
Desaparecieron los chuzos, llegaron las armas que matan a cinco kilómetros de distancia.
En este caso, como en tantos otros, el Gobierno quiere cuidar su imagen, acusan a los medios, piden ocultar lo que ocurre en La Planta.
Nuestros presos no son víctimas del capitalismo sino de la incapacidad. En el aeropuerto pegan chapuceramente unas alfombras plásticas en un corredor, y el piso se desnivela.
Igual sucede en La Planta. Gobernar no es hablar de socialismo o de capitalismo.
Cualquier buena intención de Chávez la frustra la ignorancia, sólo lo salva su habilidad para vender ilusiones. Nos hablaron de dignificar a los presos, les cambiaron el nombre: los llaman privados de libertad, emplean una charlatanería ingenua para ocultar su impotencia. Querían proteger los derechos humanos de los que han cometido delitos, violan el de sus víctimas.
Todo esto terminará en tragedia.

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