COLLAGE SOBRE RÓMULO BETANCOURT (XXXIII)
(Llegó la Dictadura: la Resistencia, el Exilio –IX-)
CARLOS CANACHE MATA
En el mes de enero
de 1955, Nicaragua agredió militarmente a Costa Rica. Los invasores fueron
respaldados por el dictador Marco Pérez Jiménez con el envío de aviones
militares de Venezuela, lo que dió lugar para que el gobierno de José Figueres
solicitara la intervención de la OEA. Rómulo Betancourt gestionó el
pronunciamiento de los Parlamentos de varios países latinoamericanos contra la
acción armada auspiciada por la dictadura de Anastasio Somoza a un país
democrático. En ese sentido, el 19 de enero le dirigió una carta al senador
chileno Eduardo Frei Montalva, en la que exponía: “Es obvio que no se ventila
un pleito personal entre Figueres de un lado y del otro el binomio guapetón de
Somoza-Pérez Jiménez. Están en pugna dos sistemas de gobierno y dos concepciones
de filosofía política…Parece necesario que la opinión democrática americana
diga su palabra…Imagino que apreciarás la ultilidad e importancia de este acto
de presencia parlamentario en esta escaramuza más que se libra en América entre
dictaduras y democracias” (1). Criticó a Estados Unidos por proponer que la
decisión a tomar por la OEA fuese por unanimidad, lo que se tradujo en la falta
de pronunciamiento.
El 2 de mayo del
mismo año 1955, Venezuela se retira de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT). Desde el 26 de abril se realizaba en Caracas la V Reunión del
Comité para la Industria del Petróleo
organizada por la OIT. En la sesión inaugural, el representante de los
trabajadores, el holandés Adrianus Vermeulen, denunció la disolución de la CTV,
el cierre de las Federaciones gremiales,
la intervención de sindicatos mediante
directivas leales al gobierno, la prisión y exilio de dirigentes sindicales, y
la supresión de las libertades públicas. Como Venezuela exigía que Vermeulen,
expulsado a Curazao, se retractara de
sus palabras, la OIT suspendió la Reunión y el Ministro de Relaciones
Exteriores, Aureliano Otáñez, retiró a Venezuela como miembro de ese organismo.
Betancourt enjuicia el episodio desde la perspectiva de los negocios petroleros,
así: “Ensoberbecido como está (el Gobierno) por la amistosa deferencia de las
Cancillerías de Washington y Londres, que bajo las rectorías Republicana y
Conservadora tanto se complacen con la política colonialista de petróleos
tolerada ahora en Venezuela, no se mide en sus desplantes y exabruptos.
Irrespeta y viola compromisos multilaterales solemnes; hace mofa y escarnio de
los organismos mundiales y regionales. Y mientras continúe permitiendo la
explotación incontrolada del subsuelo por el cártel petrolero, no se vislumbra
la posibilidad de que las organizaciones internacionales insinúen la más leve
crítica a su conducta desafiante. En la balanza donde los actuales gobernantes
de influyentes Estados de Occidente pesan sus preferencias, el petróleo crudo
inclina más el platillo que los ingrávidos principios de moral política
internacional” (2).
El 21 de mayo de
1955, muere Andrés Eloy Blanco en un absurdo accidente automovilístico en la
ciudad de México. Los exiliados políticos realizaron la noche del día anterior
en esa ciudad un homenaje al gran
conductor democrático Alberto Carnevali, con motivo del segundo aniversario de
su fallecimiento. Allí habló Andrés Eloy. Fue la última vez que en su boca de
orador egregio floreció un discurso. Evocó la memoria de su insigne compañero
de militancia política y destacó los valores de la fe y la disciplina en la
lucha que se libraba contra la dictadura que martirizaba a la patria. Ante su
féretro, allá en México, el gran poeta español León Felipe, habló:
“¡Aquí no ha muerto nadie!
Al que vamos a enterrar es
un poeta…Está ahí tentido…pero no está
muerto
¿Está mudo?... ¡No está
mudo!
Un muerto no habla ni canta…y
este poeta sigue hablando y cantando
Todo gran poeta sigue
hablando y cantando después del salto mortal…
Y si este poeta habla y
canta… ¡no está muerto!
Días después, el
16 de junio, Rómulo Betancourt, que se había trasladado a México para asistir a
las exequias del poeta, recibió la visita de un alto funcionario de la
Seguridad Federal Mexicana, Gilberto Suárez Torres, quien le previno que había
sido descubierto un plan para atentar contra su
vida, que iba a realizarse en el aeropuero donde esa misma noche debía
ser embarcado para Venezuela el cadáver del poeta Andrés Eloy Blanco. Varios
detectives le fueron asignados a Betancourt mientras permaneció en tierra
mexicana.
El 10 de julio de
1955 muere en Quilpué, Chile, Valmore Rodríguez, víctima de una afección
cardíaca. Era Presidente del Congreso Nacional cuando ocurren los sucesos del
24 de noviembre de 1948 que culminan con el derrocamiento del Gobierno
Constitucional de Rómulo Gallegos. Se traslada a Maracay, donde el sector
militar no se había plegado al golpe, y en acatamiento a lo previsto en la
Constitución, en su condición de Presidente del Parlamento, forma y preside un
gobierno provisional, pero poco después fue detenido. En carta a Raúl Leoni, de
fecha 13 de julio de 1955, Rómulo Betancourt le escribe: “Hoy es cuando
comienzo a medio reaccionar de la impresión que me produjo la muerte del querido
viejo Valmore. Estamos sensibilzados por tantos sacudimientos dolorosos y éste
tiene para nosotros especial alcance. Son veinticinco años de intimidad
fraternal, de compartir angustias y alegrías, de estrecha colaboración política
y de amistosa vinculaión” (3).
Con motivo de la conmemoración de los 25 años
de la muerte de Valmore Rodríguez, se me asignó el encargo de ser orador en la
sesión solemne del Congreso de la República realizada el 10 de julio de 1980. Concluí mi discurso
con estas palabras: “Se había ido, vivo, de pie. Regresó callado, horizontal en
su ataud, como para tocar el suelo amado con todo el largo de su cuerpo.
Horizontal, sin haber caído. Más alto. Más cerca de nosotros, allá en su tumba,
a la que hay que voltear la mirada cada vez que se necesite luz y rumbo”.
En la tarde del
día 11 de enero e 1956 se realizó en el Palacio de Miraflores una reunión (la
undécima) del Consejo Superior de la Producción, con la presencia del
Presidente de la República y los Ministros del Despacho, en la que se anunció
la decisión del Gobierno Nacional de “abrir las puertas para que se hagan
ofertas” a los fines de otorgar nuevas concesiones petroleras. En consecuencia,
se desechó, se puso a un lado, la política de “no más concesiones”, que el país
respaldaba, iniciada en 1945 por la Junta Revolucionaria presidida por Rómulo
Betancourt y el Ministro del ramo, Juan Pablo Pérez Alfonzo, la cual se
fundamentaba en el hecho irrebatible de que las empresas petroleras disponían,
por un lapso de cuarenta años, de concesiones de tierras suficientes para la
exploración y explotación de hidrocarburos. El Ministro de Minas e
Hidrocarburos, Edmundo Luongo Cabello, pretendió justificar esa decisíon con el
siguiente argumento: “Razones técnicas y económicas nos persuaden de la
necesidad de fortalecer y ampliar a la brevedad posible nuestra industria
petrolera, con el propósito de mantenerla en la jerarquía mundial que
actualmente tiene. La manera más directa y eficaz de hacerlo es por medio del
otorgamiento de nuevas concesiones de hidrocarburos, las cuales deberán
otorgarse en condiciones que signifiquen mayores beneficios para la Nación”. Expresó
el Ministro Luongo que ese fortalecimiento reclama la ampliación de las
reservas porque “las reservas comprobadas del país durarían menos de 14 años si
mantenemos nuestro ritmo actual de producción” y reclama también su
diversificación en el sentido más lato dentro de la propia industria petrolera
(acceso a nuevos capitales, balancear la producción de petróleo pesado con la de liviano, equilibrar la producción
de varias zonas del país) y fuera de la industria petrolera (hacia otras
industrias, como la petroquímica).
Nueve días
después, el 20 de enero, Rómulo Betancourt dió en Nueva York una extensa
declaración al New York Times en la que señala las razones económicas,
políticas y legales para oponerse a las nuevas concesiones. Por su importancia,
reproducimos con cierta amplitud fragmentos de esa declaración: “En 1956 el
gobierno militar de Venezuela ha otorgado concesiones nuevas por más de 400.000
hectáreas, por lapsos de duración de cuarenta años, a varias compañías
afiliadas al cartel internacional el petróleo, y a otras de ubicación poco
conocidas. El gobierno militar venezolano ha anunciado, por boca del Ministro
de Minas e Hidrocarburos, señor Luongo Cabello, que las futuras concesiones
podrían llegar a exceder de los 6 millones de acres…Razones económicas:
Las Compañías tienen en Venezuela concesiones que abarcan una inmensa extensión
que alcanza a 6 milones de hectáreas. De ellas sólo 260.000 hectáreas, o sea el
4%, aproximadamente, de la extensión total habían sido probadas por
perforaciones. Es decir, que las Compañías disponen de un 96% de sus
concesiones aún sin explotar. Desde 1948 no se otorgan nuevas concesiones, y,
sin embargo, las Compañías han podido duplicar su producción: de 1 millón
trescientos mil barriles en 1948 han pasado a más de 2 y ½ millones de barriles
diarios, en 1956. En síntesis, no es cierto que las Compañías necesiten nuevas
concesiones para incrementar la producción. Razones políticas…El
Congreso que habrá de validar esas concesiones no ha sido elegido por el
pueblo, sino escogido personalmente por el dictador…En otras palabras, que unas
concesiones no necesitadas para mantener el nivel de producción venezolana, y
-aún para atender a situaciones de emergencia como la creada recientemente por
la clausura del Canal de Suez y la interrupción del oleoducto de Iraq- son
otorgadas por un gobierno espurio, como es de universal conocimiento…Más de un
mil millones de dólares se indica que recibirá el gobierno militar como
impuesto inicial de las recientes concesiones. El presupuesto nacional
alcanzará con esos ingresos extraordinarios a un mil millones de dólares
anuales (3 mil millones de bolívares), que para un país de 6 milones de
habitantes resulta, por habitante, el más alto de América Latina. Pero ese
dinero no se invierte para desarrollar la economía nacional y mejorar las
condiciones de vida del pueblo. En el presupuesto de gastos del gobierno
1955-1956 se invirtió el 55% del presupuesto en gastos militares y de policía;
y apenas el 30% en inversiones a la producción” (4). La declaración de
Betancourt demuestra que no se
justifican las concesiones petroleras otorgadas por la dictadura.
En Panamá se
realizó, en julio de 1956, una Conferencia de Presidentes para conmemorar el
130 aniversario el Congreso Anfictiónico convocado por Simón Bolívar en 1826.
Allí Pérez Jiménez propuso, sin éxito, que se creara un fondo económico para el
desarrollo de la región integrado por el aporte de un porcentaje de los
presupuestos de cada una de las naciones del continente. Comenta la
historiadora Mirela Quero de Trinca: “…Cuestionó (Rómulo Betancourt) la reunión
de Presidentes realizada en Panamá a la que calificó como un ‘Arca de Noé’, en
la que cabían dictadores y demócratas; insistiendo en su crítica a la falla
ética de Norteamérica, que condenaba los totalitarismos stalinistas de Asia y
Europa al mismo tiempo que cordializaba con regímenes latinoamericanos idénticos en cuanto a la represión. En un
esfuerzo por enfrentar la demagogia de Pérez Jiménez, quien en esa reunión
había ofrecido el aporte inicial para la creación de un fondo económico
latinoamericano, Betancourt reafirmó su creencia de que el desarrollo de
Latinoamérica se conseguiría implementando las resoluciones económicas tomadas
en el marco de la OEA, asegurando mejores precios y mercados para las materias
primas y facilitando el acceso al financiamiento internacional” (5).
Ya en 1956 se
empieza a hacer consideraciones sobre el proceso electoral que, de acuerdo con
lo previsto en la Constitución Nacional, debe realizarse el año siguiente. En
relación a ese tema, Rómulo Betancourt le escribe una carta a Rafael Caldera,
de fecha 2 de noviembre de 1956, en la que se refiere a la perspectiva que se
le plantea claramente a Copei como partido que, al menos formalmente, aún tiene
vida legal. He aquí algunos fragmentos
de esa carta: “Creo que, por razones internas e internacionales, ese
proceso se realizará, y con un margen utilizable de libertades públicas. Y dependerá
de las fuerzas políticas nacionales, de ustedes, de los urredistas, de
nosotros, que se aproveche, o no, esa coyuntura. Ustedes, particularmente,
porque están dentro del país y porque no han sido ‘técnicamente’ ilegalizados,
están llamados a cumplir un papel de primera importancia…Alguna vez –debes
recordarlo- hablé contigo en Miraflores. Estimulé tu candidatura presidencial,
asegurándote que la Junta por mí presidida rodearía de garantías la campaña que
realizaras. Hoy vuelvo a hablarte de tus posibilidades y de las de tu grupo
para ser pioneros en un empeño en el cual no se quedarán solos…Nos hemos
trazado una línea de gran amplitud. No creemos en posibles salidas
insurreccionales de la situación de encrucijada en la que está el país. Más
viable y más realizable es una salida ‘a la peruana’ (en Perú el General Odría,
dictador, permitió elecciones para el cambio de gobierno, nota de CCM); y
dentro de esa manera de apreciar la realidad del país contemplaríamos mañana la
posibilidad de apoyar un candidato extraño a nuestras filas, pero que le
garantizara al pueblo vernezolano una vida más libre y más digna” (6). El
interés de Venezuela por encima de cualquier interés partidista cincunstancial.
Al cierre de 1956,
en noviembre de ese año, el acreditado Fondo de Cultura Económica (México)
publicó la primera edición de su libro más importante, “Venezuela, política y
petróleo”.
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1-Rómulo
Betancourt. Antología Política. Volumen Sexto 1953-1958. Fundación Rómulo
Betancourt. 2004. Pág. 419-420.
2-Rómulo
Betancourt. “Venezuela, política y petróleo”. Fondo de Cultura Económica. 1956.
Pág. 574-575.
3-Rómulo
Betancourt. Antología Política, citada. Pág. 322.
4-Eduardo Mayobre.
“Venezuela 1948-1958 la Dictadura Militar”. Fundación Rómulo Betancourt. Serie
Antológica Historia Contemporánea de Venezuela. 2013. Pág. 150-153.
5-Mirela Quero de
Trinca. Antología Política. Volumen Sexto 1953-1958. Fundación Rómulo
Betancourt. 2004. Pág. 431.
6-Rómulo
Betancourt. Antología Política. Volumen Sexto. Obra citada. Pág. 539-540.
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