jueves, 29 de octubre de 2020

El reencuentro de Leopoldo López con la 

libertad 


                  Trino Márquez

 

El reencuentro de Leopoldo López con la libertad estuvo rodeado del misterio, la sorpresa y la espectacularidad de las operaciones planificadas con precisión milimétrica, con el fin de asestarles un golpe noble a enemigos  implacables e incansables. El gobierno quedó desconcertado. Tanto, que Nicolás Maduro destituyó al ministro de Relaciones Interiores, el siempre compañero de ruta Néstor Reverol.   Esa fue una acción sensacional y desconcertante, no importa lo que digan algunos cretinos de cierta ‘oposición’, envenenados por el odio, dedicados destruir a nuestros propios héroes y atacar las narraciones que exaltan el valor de quienes han pagado con cárcel y exilio su lucha por recuperar la democracia.

         López nunca debió ir a la cárcel. El régimen instalado en 1999 se ensañó contra él. En 2008, cuando se perfilaba como ganador de las elecciones para la Alcaldía Metropolitana, el cargo de elección popular más importante, luego del Presidente de la República, Hugo Chávez decidió inhabilitarlo por trece años. El entonces joven alcalde del municipio Chacao no podría aspirar a ningún cargo a través del voto ciudadano. El comandante se libró, con una zancadilla, de un serio competidor por un período bastante prolongado. En 2014, el método aplicado para acabar con el líder de Voluntad Popular fue aún más drástico: lo acusaron de ser el instigador y responsable fundamental de la violencia que acompañó ‘La Salida’, el movimiento que desató fieros enfrentamientos callejeros contra el régimen aquel año. Para demostrar que el discurso de López estaba cargado de odio y era una invitación clara a  la violencia, el gobierno contrató los servicios de una reconocida lingüista, la doctora Rosa Amelia Asuaje. En sus pesquisas, la doctora Asuaje no encontró ninguna evidencia que incriminara a López. Así lo declaró en distintas instancias en repetidas oportunidades.  Sin embargo, Maduro mantuvo la acusación.

         Poco tiempo después que López fuese sentenciado a casi catorce años de prisión, Franklin Nieves, el fiscal designado por el Ministerio Público para llevar su causa, huyó del país. Desde el exterior declaró que a lo largo del juicio había sido presionado por el régimen para responsabilizar al exalcalde, que los testigos habían sido comprados y que todo el juicio había sido una patraña urdida por los jerarcas del régimen para decapitar la carrera política de López. Nieves pidió perdón por haberse prestado a semejante maniobra. Su confesión no tuvo ninguna repercusión legal. Ni la Fiscalía General ni el TSJ se dieron por enterados. El gobierno lo tachó de traidor y agente de la ultraderecha. Nada original. López permaneció aislado en un calabozo en Ramo Verde, la cárcel destinada a quienes son acusados y encontrados responsables de rebelión militar.

         En su primera  rueda de prensa en Madrid, López demostró saber cuál es el papel que le corresponde: se desmarcó de cualquier tipo de invasión extranjera a Venezuela; aspira a convertirse en un factor  de cohesión de los líderes opositores que se encuentran en el exterior, entre quienes existen deferencias notables de criterios acerca de cómo encarar la situación nacional; trabajará por conseguir el mayor apoyo internacional con el fin de lograr en el menor lapso posible unas elecciones presidenciales libres, justas y verificables; y tratará de que las relaciones entre los dirigentes que se hallan en el exterior  y los líderes nacionales se sincronicen, de modo que todas las acciones apunten en la misma dirección.

         Estos retos no son nada sencillos de satisfacer. Las diferencias de opiniones, concepciones políticas y métodos de lucha entre los líderes en el exilio son abismales. Acoplar el exterior con la fuerza doméstica tampoco resulta fácil. La oposición interna se encuentra muy debilitada y dispersa. Además, la tozudez del régimen es granítica. A Nicolás Maduro no le importa para nada que el país termine de arruinarse Su único objetivo consiste en permanecer abrochado al poder. Cuenta con aliados poderosos dentro y fuera de la nación. Rusia, China, Irán y Cuba le proporcionan el respaldo que requiere en el tablero internacional. Los militares, el inmenso aparato represivo que montó, los colectivos y los grupos paramilitares, le suministran el apoyo suficiente para sembrar terror y conservar el mando.

         Leopoldo López ha demostrado poseer una enorme sagacidad y sentido de la oportunidad. Se ha escapado de dos de los sitios donde ha estado recluido. Conoce los obstáculos que menciono y sabe que deben ser removidos cuanto antes, con la participación de numerosos sectores, para evitar que el país siga rodando cuesta abajo.

Por ahora, hay que celebrar que otro dirigente recuperó la libertad para sumarse a la dura batalla por reconquistar la democracia en Venezuela. Bienvenido.

@trinomarquezc

        

   

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