¡VIVA EL REY!
JEAN MANINAT
Allá en el remoto Parque Jurásico de febrero 1981, cuando apenas se despertaba la democracia en España y la gente se sacudía el velo negro que le impuso el franquismo, un grupo de oficiales de alto rango se conjuró para dar un golpe de Estado y detener la transición que se había puesto en marcha tras la muerte de Franco. Su símbolo -bufonesco de no haber sido tan peligroso- ha sido el asalto al Palacio de las Cortes por un pandilla de guardias civiles comandada por el teniente coronel Antonio Tejero quien mantuvo secuestrados a diputados y miembros del Gobierno por 18 horas. (La asonada militar ha sido relatada magistralmente por Javier Cercas en su libro Anatomía de un instante).
Entonces, un joven Rey, Juan Carlos I, estrenado hacía unos pocos años como Jefe de Estado, dio al traste con la conspiración en marcha al no apoyarla y garantizar el sostén del estamento militar al proceso democrático. Fue este hecho el que salvó a la joven democracia española como ha sido suficientemente señalado y analizado. Lo que vino después (elefantes, yates y glamorosas amigas) es parte de la salerosa vida personal de don Juan Carlos, y que ya entró en eso que llaman el “juicio de la historia” que no es más que un linchamiento moral público previo a la decisión de los tribunales de la justicia.
España se incorporó a Europa y se convirtió en un país próspero y abierto, con una democracia multipartidista ejemplar -bajo el paraguas del PSOE y el PP-, unas relaciones laborales fundadas en la autonomía de los sindicatos y las organizaciones de empleadores, y una vida cultural de una riqueza explosiva. Los Pactos de la Moncloa -una negociación entre quienes hasta hacía nada en poco se estimaban- fueron el fundamento de ese milagro español y bien merecen un monumento a salvo de eventos naturales y de furibundos iconoclastas que lo destruyan.
El papel del Monarca es el de garante de la unidad de España, moderador del juego político y valedor del buen funcionamiento de las instituciones democráticas. Precisamente por eso, Unidas Podemos y sus aliados independentistas en el Congreso han arremetido en contra de la Monarquía recurriendo a manidos y especiosos argumentos entre los que destaca por su puerilidad el de que al Rey nadie lo ha elegido.
Le toca a Felipe VI -como a su padre en su momento- lidiar con este nuevo asalto a la democracia. Si ayer un facineroso teniente coronel entró por la fuerza al Parlamento para acabar con la democracia, hoy un astuto político radical de izquierda acomete la tarea desde adentro. El presidente Sánchez -hasta ahora- pareciera más preocupado por mantenerse en la Moncloa que por atajar a tiempo las maniobras de su vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, para debilitar al Monarca y dinamitar la democracia. Ojalá y reaccione a tiempo.
¡Viva el Rey!
@jeanmaninat
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