COLLAGE SOBRE RÓMULO BETANCOURT (XXXVI)
(Llegó la Dictadura: la Resistencia, el Exilio –y XII)
Carlos Canache Mata
El 1° de enero de
1958, muy temprano en la mañana, estalla una sublevación militar contra el
régimen dictatorial que preside el
General de División Marcos Pérez Jiménez. A las 6 am. de ese día, aviones de la
Base de Maracay aparecen sobre Caracas para anunciar a los militares
comprometidos en la capital –era la señal convenida- que la insurgencia militar
había comenzado. Maracay estaba en poder de los rebeldes. En forma previsiva,
Pérez Jiménez había suspendido la dotación de municiones a algunos cuarteles,
por lo que el cuartel Urdaneta de Caracas no se pronunció sino horas después,
cuando el mayor Gilmond Báez, simulando lealtad al gobierno, logró el
restablecimiento del suministro de municiones. Alrededor de las cuatro de la
tarde, los aviones ametrallan el Palacio de Miraflores, donde se activan las
baterías anti-aéreas y en cuyos sótanos Pérez Jiménez y algunos de sus
principales colaboradores se habían puesto a resguardo de las incursiones
aéreas. Debido a fallas en la coordinación –además de la no participación de la resistencia civil- la
intentona no tuvo éxito. A las 2 de la madrugada del día 2, en el DC-4 personal
del Presidente de la República, piloteado por el mayor Martín Parada, 18
insurrectos viajan a Barranquilla, Colombia.
Como señala la historiadora
Mirela Quero de Trinca, Rómulo Betancourt se preocupaba porque el final de la
dictadura perezjimenista llegara por la vía de una acción exclusivamente
militar, y, en consecuencia, planteó el regreso de exiliados al país para
fortalecer la organización de la sociedad civil y de los partidos en la
resistencia interna. En carta, de fecha
6 de enero, que dirigió a un grupo de militares democráticos, les decía:
“Varias circunstancias determinaron que este movimiento tan poderoso no
triunfara. Aparte de las de carácter militar, creo que si los alzados hubieran
dado armas al pueblo en Maracay triunfan definitivamnte. La gente se echó a la
calle en esa ciudad, reclamando armas para pelear” (1).
Por su parte, el historiador Ramón J.
Velásquez, también tiene aprensión a la acción únicamente militar: “Lo que
diferencia al 23 de enero de los episodios similares de nuestra historia es su
carácter de jornada colectiva, tanto en lo militar como en lo civil…Si el
movimiento del 1° de enero triunfa el mismo día de su estallido, distinto
hubiera sido el rumbo del proceso histórico iniciado en el año de 1958, pues
sorprendidos dictador y pueblo con el regalo de las libertades, la
participación de los demás sectores nacionales habría sido nula. Los veintiún
días que van de uno a otro acontecimiento, les permiten a las clases dirigentes
de la nación tomar conciencia de la crisis y asumir su dirección. Naturalmente
que la decisión final de las Fuerzas Armadas era determinante para poner fin a
diez años de gobierno autocrático y personalista, pero el proceso de desajuste
del aparato de represión del gobierno va a permitir que numerosos grupos
profesionales y económicos abandonen su justo temor ante las conocidas
represalias, colaboren con los activistas de los partidos políticos que
integran la Junta Patriótica y den carácter de jornada nacional y no de golpe
militar al histórico epísodio” (2). Betancourt sostenía que “el descalabro (no
lo llamaba derrota, nota de CCM) del levantamiento militar del 1° de enero no
ha fortalecido a la Dictadura, sino que está más débil que nunca. El ejército
está anarquizado y el pueblo perdió el miedo…Ya lo dijo Maura, uno de los
políticos más zamarros que ha dado España: las dictaduras son como los
cilclistas, que cuando dejan de pedalear se caen. Soy pues profundamente
optimista” (3). Y en carta, de fecha 11 de enero, le escribía a José Antonio
Mayobre: “Estoy convencido de que dentro de pocos días, cuando mas dentro de
pocas semanas, podremos regresar a Venezuela” (4).
No se equivocó el fundador
de Acción Democrática en su consideración anticipativa. A partir del 1° de
enero de 1958 se sucedieron los hechos con velocidad vertiginosa, con el telón
de fondo de manifestaciones de obreros y
estudiantes, protestas callejeras y pronunciamientos de la Junta Patriótica. El
9 de enero se anuncia un alzamiento de las fuerzas navales. El día 10, por
presión militar, Pérez Jiménez designa ministro de la Defensa al general Rómulo
Fernández, destituye al Ministro del Interior Laureano Vallenilla Lanz (h),
quien se asila en la Embajada de Brasil y luedo viaja al exterior, y sustituye al Director de la Seguridad Nacional
Pedro Estrada, quien viaja aSanto Domingo. El 13 de enero Pérez Jiménez da un
contragolpe destituyendo al general Rómulo Fernández y expulsándolo del
país, y asume personalmente el ejercicio
del Ministerio de la Defensa. El 14 circula el manifiesto de los intelectuales
contra la dictadura. El 16 de enero
circulan manifiestos contra el gobierno firmados por abogados, médicos,
farmacéuticos, banqueros y estudiantes. El 17 la Junta Patriótica ordena para
el 21 la huelga general, y continúa la agitación en los barrios, en los centros
estudiantiles y los sindicatos. El 20 el gobierno maniobra y distribuye
volantes falsos a nombre de la Junta Patriótica aplazando la huelga. El día 21,
a las 12 del mediodía, las sirenas de las fábricas, las cornetas de los
automóviles y las campanas de los templos anuncian el comienzo de la huelga; no
circulan los periódicos; la industria y
el comercio suspenden actividades; y a las 2 de la tarde hay una concentración
en la Plaza de El Silencio, que es ametrallada por la policía, con un saldo de
muertos y heridos; se impone el toque de queda a partir de las 5 pm. El día 22,
a las 10 pm., Pérez Jiménez es informado de la sublevación de la Marina y de
la guarnición de Caracas, envía un
emisario a la Escuela Militar, donde se encuentran los dirigentes de la
rebelión, y los cita a una conferencia en el Palacio de Miraflores. El
contralmirante de la Marina, Larrazábal, quien se ha pronunciado a favor del
golpe, le advierte a Pérez Jiménez que debe abandonar al país.
El día 23 de
enero, a la 1 de la madrugada, en el
avión presidencial, ‘La Vaca
Sagrada’, el dictador Pérez Jiménez, acompañado de su familia, algunos
ministros y amigos, parte del aeropuerto de La Carlota con rumbo a Santo
Domingo. Tuvo un olvido y ¡dejó una
maleta! en el aeropuerto, la maleta que
después se hizo famosa.
La democracia
volvió a Venezuela.
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1-Rómulo Betancourt. Antología
Política. Volumen Sexto 1953-1958. Fundación Rómulo Betancourt. Caracas. 2004.
Pág. 699.
2-Ramón J. Velásquez.
“Aspectos de la Evolución Política de Venezuela en el Ultimo Medio Siglo”.
Venezuela Moderna. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas. 1976. Pág. 157-158.
3-Rómulo Betancourt. Carta a
Luis Muñoz Marín en Puerto Rico. Obra citada. Pág. 707.
4-Rómulo Betancourt. Obra
citada. Pág.710.
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