Las negociaciones: el momento de avanzar
Trino Márquez
Tengo la impresión de que Nicolás
Maduro creía que al salir de la Casa Blanca Donald Trump, mucho más dispuesto a
las amenazas que a las acciones
concretas, se produciría un giro significativo de la política del Departamento
de Estado hacia Venezuela. Se equivocó. El presidente Joe Biden ha mantenido la
misma estrategia: presionar al gobierno para que se introduzcan cambios que
conduzcan a la restitución de la normalidad democrática, en la nación que fue durante
décadas ejemplo de estabilidad institucional y convivencia social.
El
gobierno de Caracas representa un enorme escollo para la región. La crisis
económica ha arrojado a millones de compatriotas por distintos países de
América Latina, un área plagada de dificultades. La diáspora venezolana se esparce por naciones
que reclaman ayuda de Estados Unidos para enfrentar los retos que esa emigración
masiva e inesperada plantea. La administración Biden y los demás gobiernos saben
que mientras Maduro esté atornillado a Miraflores el éxodo se mantendrá.
Además,
Miraflores es aliada de los rivales más enconados de Estados Unidos en el plano
internacional: Rusia, China, Irán, Turquía y Cuba. En un nivel más cercano, el
gobierno rojo no oculta sus simpatías
por el ELN, la disidencia de las FARC y por grupos terroristas como Hezbolá. El
cuadro en su conjunto proporciona suficientes elementos para que la Casa Blanca
promueva cambios en la cúpula gobernante.
En
esa cruzada cuenta con un importante socio: la Unión Europea. Sin bravuconadas
ni desplantes, el multilateralismo de Biden le ha permitido atraer la
diplomacia del viejo continente para armar un tándem muy efectivo. Ambos
centros del poder mundial coinciden en la necesidad de buscarle un cauce
racional a la grave crisis que vive
Venezuela desde hace una década. Aunque las declaraciones de funcionarios como
el secretario de Estado, Antony Blinken, del embajador James Story o del asesor
para América Latina, Juan Sebastián González, suelen ser más agresivas que las
intervenciones de figuras como Josep Borrell, todos coinciden en que Maduro
debe dar muestras de cambios ‘comprobables e irreversibles’ que permitan
restituir la democracia. Si se aprecia ese giro, entonces las sanciones que
pesan sobre el gobierno podrían irse levantando progresivamente.
En
ese escenario, Maduro exige ser reconocido como Presidente legítimo. Es poco
probable que diplomáticos y políticos tan experimentados emitan una declaración
formal que lo consagre como el mandatario formal. Sería anular a Juan Guaidó y
dejarlo a merced del TSJ dirigido por
Maikel Moreno. No obstante, en la práctica lo acontecimientos ocurren de tal
modo, que los factores de poder internacional están reconociendo que Maduroes quien posee el control real de las
instituciones del Estado. Sentarse a negociar con él es una victoria de su
parte y una forma de admitir que es el Presidente. En 2018, luego de las cuestionadas
elecciones de mayo, tal posibilidad no existía. Esa constatación debería ser
suficiente para satisfacer su ego.
Aunque
existen otros conflictos importantes en el continente, entre ellos el masivo
flujo migratorio de centroamericanos hacia el Norte, la administración Biden le
dará notable importancia a la cuestión venezolana, por las razones que ya
señalé. Las iniciativas diplomáticas se
multiplicarán. La sociedad con la UE se estrechará. Es posible que una nueva ronda
de negociaciones facilitada por Noruega arroje resultados positivos y que se cree
una atmósfera favorable para llegar a acuerdos políticos duraderos y significativos.
La
ingenuidad no es un rasgo que caracterice a los miembros del régimen. La asesoría cubana, rusa y turca
no es inocente. En esas naciones imperan regímenes dictatoriales bien asentados
en el poder. La política representa un arte en el cual cada oportunidad hay que aprovecharla al
máximo. Cada filón que aparece hay que explorarlo para ver hasta dónde llega.
Lo
que ocurre en el CNE es interesante. Los miembros de ese cuerpo han ido marcando su territorio y están
defendiéndolo. Tratan de pasar de esa extraña figura llamada ‘acompañamiento’,
a la observación internacional, forma
convencional como los organismos internacionales participan en los procesos
comiciales. Al Contralor le dieron un
parado para que no siga inhabilitando dirigentes políticos. Está tratando de
que a los líderes inhabilitados se les restituyan sus derechos civiles. La
misma batalla se libra por las organizaciones y partidos proscritos. Se ha ido
depurando el Registro Electoral Permanente y se han recuperado centros de
votación que habían sido sacados de circulación. El anuncio de que la tarjeta
de la MUD fue redimida es una noticia que podría estimular la unidad opositora.
La
confrontación con el poder constituido no está ganada, ni mucho menos. Pero, no
tengo dudas de que el ambiente se ha distendido. Los cambios que están
sucediendo deben formar parte de las negociaciones que avanzan sin que los
reflectores iluminen los lugares donde esos debates se realizan. Así se van conquistando los
espacios en terrenos tan áridos como los que existen en Venezuela. Es el
momento de avanzar hacia nuevos logros.
@trinomarquezc
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