Hay que calentar el ambiente electoral
Trino Márquez
Las más recientes encuestas de
opinión pública que conozco –Consultores 21 y Meganálisis, entre otras- muestran
que el promedio de intención del voto
para la elecciones regionales del 21 de noviembre continúa siendo muy bajo
entre los opositores y quienes cuestionan la actuación del gobierno, pero no se
identifican con ninguna organización ni tendencia particular; esos a los que
antes se les llamaba ni-ni. Esta capa anda alrededor de 35%. El porcentaje
aumenta de manera significativa entre los maduristas firmes, cerca de 18%, y
quienes sienten tipo de simpatía por el régimen. Otro doce o trece por ciento. En
este segmento la intención de ir a las urnas sube a 65%. Los maduristas, aunque
son minoría, duplican en intención de
voto a los opositores, la gran mayoría del país.
Esas
cifras las conoce Nicolás Maduro. Por esa razón, su comportamiento frente a los
comicios siempre será ambivalente. Se moverá entre el llamado para que la gente
vaya a depositar la papeleta, y el desestimulo a través de la amenaza abierta o
velada; las violaciones a la Constitución y a la Ley de Procesos Electorales;
la ambigüedad ante la observación internacional y las trastadas: persecución a
tal o cual aspirante a gobernador o
alcalde, silencio ante las arremetidas del Contralor General o la negativa a
desterrar la odiosa figura del ‘protector’ en aquellos estados donde los aspirantes
opositores ganen. El gobierno se moverá por los intersticios. Les enviará un
mensaje a la Unión Europea, al canciller Josep Borrel y al presidente Joe
Biden, para que crean que él ahora es un autócrata arrepentido, firme creyente
de la descentralización, de las elecciones equilibradas, universales y
secretas, respetuoso de la oposición y de la voluntad popular. Mientras, por la
otra banda, desincentivará el sufragio opositor con una variada gama de
artimañas. Ese es el estilo que define al régimen.
Admitida
esta realidad, ¿qué debe a hacer la oposición? Exigirle a Maduro que se
comporte como un caballero ceñido a los
valores democráticos es una ingenuidad. Lo más lógico es que los líderes
opositores traten de contrarrestar esa estrategia de disuasión y desestimulo
del voto opositor, a través de una campaña que la desenmascare, contrarreste y
derrote, hasta donde sea posible someter a una casta que posee el control de
todos los poderes del Estado.
El
primer paso tendría que consistir en definir una postura unitaria -si no de
consenso porque no es posible la unanimidad en medio de tantas y hondas
diferencias- que incluya a todos los partidos y organizaciones que comparten la
misma decisión: acudir al proceso de noviembre. El retraso solo favorece al
gobierno, que además de haber convocado las elecciones, acordó que realizará las
primarias internas para seleccionar sus candidatos en agosto. En menos de dos meses.
La
oposición tendría que moverse en el mismo terreno y a la misma velocidad para
que el escenario político nacional no sea copado totalmente por el PSUV y sus aspirantes
durante este período. Toda la maquinaria del Estado madurista será puesta al
servicio de ese evento. No conviene que la oposición quede opacada por sus dudas
hamletianas.
Además
de la unidad posible, otro factor que estimularía la participación opositora en
la cita de noviembre es la realización de primarias para seleccionar sus representantes.
Este es otro dato importante arrojado por las encuestas, que con seguridad el
régimen conoce. La fórmula vale para el oficialismo y para la oposición. Los
ciudadanos quieren que se les consulte. Desean participar en la escogencia de
los aspirantes a gobernadores y alcaldes. No quieren que los candidatos salgan
de cenáculos o de acuerdos burocráticos adoptados por las pequeñas agrupaciones
que existen en el país.
En
la organización de esa consulta tendrían que montarse los partidos. La
decisión, lo sé, no es fácil. Realizar primarias implica un costo elevado. Hay
que llevar a cabo una campaña, desplazar militantes por el territorio del
estado o el municipio, pagar la propaganda, las giras y los actos
proselitistas. Se requiere de toda una logística costosa. Sin embargo, salvo en
aquellos casos en que la decisión sea
obvia porque un aspirante reúne el apoyo de todos los demás y le queda claro al
electorado que esa es la figura indicada para aspirar a la gobernación o alcaldía,
el método de las primarias resulta conveniente.
Para
el PSUV los costos económicos de unas primarias no significan una limitación.
Ya se sabe de dónde salen los recursos para financiar sus campañas. Aquí surge
un enorme reto para el CNE: ponerle coto a los abusos y el ventajismo del
partido rojo. La confrontación luce inevitable. Son muchos años cometiendo
excesos sin contrapesos.
La
unidad, las primarias, un comando nacional unificado y un discurso coherente,
serán factores que animarán a los opositores a acudir a los centros de
votación. Maduro no debe quedarse con la mayoría de los gobiernos regionales
siendo una pequeña fracción de Venezuela.
@trinomarquezc
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