LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y PERIODISMO
Carlos Canache Mata
Era el
27 de junio de 1818, en Angostura (hoy Ciudad Bolívar). Simón Bolívar funda el Correo del Orinoco, con el objeto de informar y de difundir
las ideas independentistas de Venezuela, y de contrarrestar la influencia de la
Gaceta de Caracas, al servicio de la monarquía española. Desde su primera
salida, la publicación tenía el lema “somos libres, escribimos en un país libre
y no nos proponemos engañar al público”. El Libertador consideraba que la
imprenta era “la artillería del pensamiento”, y, por eso, un año antes, en
1817, le había escrito a Fernando Peñalver, que se encontraba en Trinidad,
“mándeme usted de un modo u otro una imprenta que es tan útil como los
pertrechos”.
Era la
medianoche del 10 de diciembre de 1948. París dormía. En lo alto de la colina
del Trocadero, en el palacio Chaillot, se celebraba la tercera sesión de la
Asamblea General de las Naciones Unidas. Por 48 votos, con ocho abstenciones,
ningún voto en contra, se aprobó la Declaración Universal de
los Derechos del Hombre. El artículo 19 de la Declaración, reza asÍ:
“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este
derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar
y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de
fronteras, por cualquier medio de expresión”.
Pasa el
tiempo, desde el año 1965 nuestro país, en homenaje y conmemoración de la primera edición del Correo del Orinoco, celebra la fecha del 27 de junio como la
del Día Nacional del Periodista, ratificada en 1994 por la Ley del Ejercicio
del Periodismo. La Constitución vigente, la del año 1999, establece en sus
artículos 57 y 58, respectivamente, los derechos a la libre expresión y a la
información, pero el ejercicio del periodismo, más allá de su fundamento
constitucional, está sometido y regulado por instrumentos legales (Ley de Responsabilidad
Social en Radio y Televisión, Ley Orgánica de Telecomunicaciones, etc,) que
tienen más bien un carácter punitivo, antes que estar dirigidos a garantizarlo
y protegerlo. Habría que acotar, además, según el artículo 23 de la
Constitución, que por encima de esos instrumentos legales, deberían prevalecer
en el orden interno los tratados, pactos y convenciones, suscritos y
ratificados por Venezuela, cuyas normas sean más favorables para el goce y
ejercicio de los derechos humanos.
De ahí
que Marcelino Bisbal, especialista en el tema, se haga esta pregunta: “¿Qué
podemos celebrar en este 2021 cuando el acoso a las comunicaciones a través de
instrumentos legales bajo la figura de ley, sin enumerar los decretos y las
resoluciones que se van formulando al paso de los acontecimientos, hacen del
ejercicio del periodismo, de la libre expresión y del trabajo de los medios,
una tarea casi imposible de cumplir?”(1). Desde hace 22 años el
chavomadurismo/maduchavismo tizna sus manos con las cenizas de la democracia y
del Estado de Derecho y, por eso, no existen la libertad de expresión, el
derecho a la información y el libre ejercicio periodístico. A este respecto,
permítaseme otra cita, in extenso, de
Bisbal: “Así se puede comprender cómo el proceso político que gobierna y somete
al país se ha dado a la tarea de desmontar, de asaltar al sistema
comunicativo que nos era conocido hasta
1999 e implantar un nuevo paisaje comunicacional y un nuevo orden
comunicacional como ha pregonado el régimen. El sector comunicacional del
presente se caracteriza por: fuerte intervención estatal; hegemonía en el
discurso; exclusión de actores políticos y sociales en los medios
gubernamentales porque piensan distinto; legislación que limita gravemente la
libertad de expresión, la libertad de comunicación y el derecho a la
comunicación/información; eliminación de la disidencia comunicacional; cierre
de fuentes informativas; límites al acceso de la información pública;
generación de mecanismos de censura y autocensura; intimidación y agresión a
medios críticos y periodistas; trabas administrativas para la obtención de las
divisas requeridas para la compra de insumos como el papel periódico y equipos;
convertir a Conatel en un apéndice político del Gobierno; cierre y expropiación
de medios y de portales digitales de información; judicialización de la
censura; y un largo etcétera” (2).
La ONG
Espacio Público documentó de enero a mayo de este año 2021 unas 189 violaciones
a la libertad de expresión, alrededor de una por día. La Asamblea Nacional
legítima, electa en 2015, recordó, con motivo del Día del Periodista, que
“desde la llegada de Hugo Chávez hasta la fecha, en Venezuela han acabado con
66 diarios que salieron de circulación, canales se han autocensurado y otros
emblemáticos como RCTV cerraron sus puertas” y que “en 2020 el IPYS Venezuela
(Instituto Prensa Y Sociedad de Venezuela) “registró 325 atropellos del régimen
contra trabajadores de la prensa”. El mismo YPYS Venezuela ha sentenciado que
“la violencia contra el ejercicio del periodismo en Venezuela se ha consolidado
en las últimas décadas como una política de Estado”.
Esa ha
sido, en síntesis, la oscura cronología de las felonías cometidas, por los
nuevos bárbaros que desde hace más de cuatro lustros detentan el poder en
Venezuela, contra la libertad de expresión y el ejercicio del periodismo. Al
basurero de la Historia han mandado los principios que inspiraron tanto al
Correo del Orinoco de 1818 como a la Declaración Universal de los Derechos del
Hombre de 1948.
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Notas
1-Marcelino
Bisbal. 27-06-2021. Prodavinci.
2-Idem.
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