La responsabilidad del CNE
Trino Márquez
La única representación institucional
que no obedece a las directrices del régimen dentro de los poderes del Estado,
es la que se encuentra en el Consejo Nacional Electoral. Los sectores
democráticos carecen de presencia en la Asamblea Nacional, en el Poder
Judicial, en el Poder Moral y, desde luego, en el Ejecutivo. No sé si Enrique
Márquez y Roberto Picón tienen conciencia de este hecho y su significado.
Una
sólida franja de venezolanos, casi 50%, no quiere participar en los próximos
comicios para elegir gobernadores y alcaldes. Esas elecciones les resulta
indiferentes o les asignan muy poca importancia porque no se encuentra en juego
el cargo de Nicolás Maduro, principal responsable de la crisis que vive la
nación. Entre las causas de ese desencanto se encuentran la desaparición
progresiva de la descentralización, el nombramiento de ‘protectores’ en los
estados donde ganaron candidatos opositores, la disminución del significado de
los alcaldes y, fundamental para la comprensión del fenómeno, la escasa
credibilidad que sigue teniendo el actual CNE.
Para
que los ciudadanos que rechazan el régimen, alrededor de 80%, se movilicen a
los centros de votación, es fundamental que la actuación de la fracción
democrática dentro del CNE marque claramente su territorio y lo defienda. Sus
dudas, parpadeos y concesiones al régimen,
no harán más que profundizar el desencanto frente a los procesos electorales y,
en particular, ante el proceso electoral del 21 de noviembre.
Sería
un error garrafal que Márquez y Picón se limiten a depurar el Registro
Electoral, rescatar los centros de votación que fueron cerrados o abandonados y
ocuparse de los aspectos exclusivamente técnicos que involucra una elección tan
compleja como la de noviembre. Esas dimensiones sin duda que deben ser
atendidas con eficacia. Pero, de ningún
modo ellas tocan el núcleo de las responsabilidades que le corresponden al CNE, una de las ramas autónomas del Poder Público.
El
presidente del organismo, Pedro Calzadilla, les dirigió una comunicación a un
grupo de países -me imagino que a través
de sus embajadores- invitándolos a estar presentes en las votaciones regionales.
Habló de ‘acompañamiento internacional’.
Evitó usar la palabra observación. Esa
figura representa un subterfugio para convertir los delegados del extranjero en
mirones de palo. Si esos comisionados no
pueden supervisar, evaluar, opinar e
informar, quedan como eunucos en la corte de Maduro. Hasta ahora no se ha visto
ningún pronunciamiento categórico por parte de Márquez y Picón al respecto.
En
el caso de Acción Democrática, el Tribunal Supremo de Justicia, en abierta
violación de los estatutos de ese partido, se pronunció a favor del grupo de Bernabé Gutiérrez, cercano al
gobierno. Esa constituye una materia de incumbencia directa del CNE porque el problema no ha sido
abordado ni resuelto desde la perspectiva jurídica, sino política. Hasta el
momento, los representantes de la oposición no se han pronunciado. La
pulverización de la AD legítima está quedando impune y silenciada.
La
representación parlamentaria de los indígenas, el gobierno decidió que sería
electa en asambleas abiertas, con el evidente propósito de controlarla. Esta
fórmula, la misma que quieren imponer en la selección de los representantes de
las Ciudades Comunales, viola la Constitución y la Ley del Sufragio, que
establecen el voto directo, universal y secreto. Hasta ahora, la moción ha
pasado sin que los miembros del sector democrático del CNE denuncien y se
opongan a semejante aberración, que viola la LOPE, instrumento legal que el CNE
está obligado a proteger.
La
reunión de la dirección nacional del PSUV en la que Maduro anunció, con toda la
fanfarria del caso, las elecciones primarias de su partido para el 8 de agosto,
fue en el hotel Humboldt, un espacio que pertenece al Estado y utilizando la
red de medios de comunicación públicos, financiados con fondos de los
venezolanos. Este hecho constituye un abuso de poder obsceno por su ventajismo y
porque constituye otra expresión más de la hegemonía comunicacional del régimen.
Acerca de este tema no ha habido ninguna declaración por parte de los
integrantes del CNE.
Enrique
Márquez y Roberto Picón no tienen más opción que, con los recursos proporcionados
por la Constitución y la Ley del Sufragio, exigir que los comicios de
diciembre, y los que se efectúen en el futuro, se ajusten a las pautas legales
aprobadas por el chavismo cuando dominó por primera vez, hace más de quince
años, de forma absoluta la Asamblea Nacional.
Será
protegiendo la legalidad y la
institucionalidad democrática –es decir, su territorio- como los representantes
democráticos en el CNE, se ganarán el reconocimiento de los electores y de la comunidad internacional.
Será también como los ciudadanos podrán volver a acercarse a las urnas
electorales y creer de nuevo en el voto como instrumento de cambio.
@trinomarquezc
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