FERNANDO RODRIGUEZ
EL NACIONAL
No solo los venezolanos que lo vivimos,
sino el mundo democrático entero ha visto con desazón y desprecio cómo
el gobierno de Maduro viene destruyendo todas y cada una de las piezas
fundamentales que sostenían la constitucionalidad venezolana, ya
bastante maltrecha por su mentor, la mano que le legó el arma para
continuar la demolición del país. Pero, sin duda, a partir de las
elecciones parlamentarias de 2015, que mostraron fehacientemente que el
país ya no soportaba sus atropellos e infamias, hemos caído al fondo del
barranco.
Ya todos sabemos la escalada de
crímenes cívicos que esa constatación motivó, desposeídos del afecto
popular que creían haber enrejado para siempre con su demagogia
populista. Después de ese pescozón electoral ya no hubo sino desnudas
mentiras, desprecio de cualquier lógica, dentelladas contra toda
institucionalidad, casi inverosímiles, que por recientes y flagrantes no
vamos a enumerar. En especial, se cerró definitivamente, nunca estuvo
abierta realmente, la puerta mayor de la democracia, el voto libre y
limpio.
Ahora tenemos delante unas elecciones
presidenciales impúdicas, y probablemente pronto legislativas para no
dejar un solo resquicio de resistencia constitucional a la dictadura.
Comicios que son un asco, donde no hay trampa que no se haya hecho o se
hará. Y que la MUD ha rechazado con toda dignidad, después de denodados
esfuerzos para adecentarlas mínimamente, hacerlas al menos como las que
hacía el difunto cuando estaba seguro de que las iba a ganar y no con el
pánico de Maduro y los suyos que se saben aborrecidos. Hoy “no hay
razón ni justificación alguna para votar… Lo que se mantendrá en pie,
contra todo, y como esperanza para un futuro, será nuestro
ajuntamiento”, dice el padre Alejandro Moreno. Y esa juntura, esa
unidad, ha sido la premisa mayor que preside el silogismo de la
recuperación de la libertad. Unidad del país decente, político y civil.
Así ha venido pasando, en ambos terrenos, y en ese camino debemos
perseverar y crecer; por cierto, con prisa, urge. A lo cual, por
supuesto, y es demasiado importante, se aúna la condena a la sórdida
farsa del mundo civilizado que, quizás como nunca en este continente, no
cesa de multiplicar día a día sus gestos de angustiosa solidaridad.
No obstante, como era previsible de
un tiempo a esta parte, hay que dejar constancia de una baja, Henri
Falcón y su candidatura. Y ese es un primer combate que hay que dar,
encarar esa postulación que puede dañar el objetivo de dejar a Maduro
combatiendo con su sombra y sus cartas marcadas. No hay que
menospreciarlo, no es solo el apaleado gobernador de la última elección
en su propia tierra, no es tampoco el candidato de tres invisibles y
sepultadas organizaciones, ni el hombre de la cuerda floja que a nadie
ofrecía mucha confianza. No. No forma parte de los ingenuos ociosos que
complementan el cuadro de postulados. Es el único candidato que el
chavismo quiere medianamente bien parado, nadie habla de ganar, ni
siquiera de lucir, para aportar una pequeña ración de esa legitimidad
que busca Maduro desesperadamente. De manera que juegan en el mismo
equipo, ese cuyo logro primero e indispensable es mostrar que estas
elecciones son un buen campo para jugar entre pares. De manera que van a
colaborar de todas las formas, pero, sobre todo, agrediéndose
brutalmente para que no quepan dudas sobre la legitimidad de sus
posturas. Y, por qué no decirlo, otra paradoja, esta más triste: habrá
gente que desesperada por la amenaza de otro período infernal de
gobierno madurista verá mágicamente en esa opción, aunque la desconozca o
abomine, la posibilidad de huir de la indigerible tragedia. No, no es
un problema menor, esta complicidad puede dañar la estrategia por la
recuperación moral y material del país. Y pienso que la mejor y más
inmediata manera de combatirla es alejándose de la forma más rotunda de
ella, excluir al oscuro candidato de las filas de la MUD y de cualquier
otra forma de unidad que se instrumente. Simplemente, no hacerlo sería
entrar como actores en la misma siniestra comedia de equivocaciones. Él
lucha contra la abstención y nosotros por ella. Somos adversarios y
debemos demostrarlo.
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