El desgobierno de Maduro y la cautela de Guaidó
A duras penas Venezuela se levanta del peor apagón de su historia reciente: muertes en hospitales, escasez de alimentos y agua potable, saqueos en Mérida, Maracaibo y algunas otras zonas del país, explosión en subestaciones en Caracas, con un sistema de transporte y unas telecomunicaciones intermitentes.
En medio de este escenario, casi apocalíptico y de penumbras, los ciudadanos nos hacemos las preguntas: ¿qué pasó? ¿Qué pasará en el país luego de esto?
Yo me pregunto: ¿qué está pasando? Solo quien toma distancia prudencial de los sucesos –y de los deseos personales– puede tener una posible panorámica del devenir venezolano.
Haciendo una exhaustiva revisión de los medios digitales existentes en el país, observamos que el corte de electricidad dejó sin servicio a alrededor del 90% del país, valga decir, las principales ciudades del país: la Gran Caracas, Maracaibo y Valencia.
El presidente interino, Juan Guaidó, reveló las causas del apagón a través de un tuit y aseguró que el causante del corte de energía fue “un incendio de vegetación registrado el jueves en la tarde (que) afectó las tres líneas de 765 kilovoltios entre Guri y las subestaciones Malena y San Gerónimo B”.
La comunicaciones, el Internet, y el servicio de telefonía móvil también fallaron. El transporte colapsó en una Caracas sin Metro. En Maracaibo, días después, se reportaron saqueos, al igual que en otras localidades. En líneas generales fue la peor falla de electricidad que haya existido en la historia del nacional.
Con pinzas y guantes –transparentes, porque ni eso se consigue en farmacias– hago lo posible por analizar a un país con hambre y mucha rabia, en medio de esta y otras incertidumbres, por no decir la otra palabra. La delicada situación venezolana ha pasado las fronteras de este mismo país y repletó de titulares a los más importantes diarios del mundo. Venezuela es noticia, pero no por cosas positivas.
Para entender esta serie de acontecimientos que nos han sorprendido es necesario hacer analogías y pensar más allá de lo que en realidad queremos –y por lo que todos estamos trabajando–, lo que es una salida a “la crisis”.
Imaginemos por un momento que el país es una inmensa computadora, con sus sistemas y fallas. Gracias a la ineficiencia y corrupción gubernamental en el sector eléctrico esa computadora cae en estado crítico, se traba y presenta errores.
Lo que sucede a posteriori puede determinar la continuidad de esa máquina en el tiempo: o se arregla, se reinicia, o continúa con las fallas. Lo cierto del caso es que para determinar qué hacer con esta computadora hay que buscar manos calificadas.
No podemos tomar la reparación nosotros mismos; no podemos dejar que alguien que no sepa del tema intente repararla. Si buscamos mano de obra calificada todo puede salir bien. Pero, imaginando la cantidad de técnicos venezolanos diagnosticando, lo mínimo que podemos pensar es que, antes de hacer algo, pase una cosa: que se acuerde reiniciar la computadora.
“Antes de cometer cualquier error, reiníciala”, diría este técnico. Y el venezolano lo haría, sin dudarlo. Al reiniciar se presentan avances y un mejor rendimiento, pero no es suficiente para que la computadora desarrolle sus tareas de manera óptima. La conclusión: es necesaria la ayuda (mega)calificada, pues el sentido común venezolano puede fallar.
Algo similar pasa con Venezuela, tomando en cuenta las grandes diferencias de la situación. El país es una gran computadora. A lo sumo, “la crisis” representa el estado de la misma y los venezolanos son esos técnicos y personas que buscan “salvar” a esta gran máquina social.
Tristemente, el apagón, necesario para resetear la máquina, representa entonces un reinicio necesario para darnos cuenta de muchas cosas en el país. Este “gran sacudón” no solo representó un susto para el venezolano, sino también para el régimen que nos rige y su mayoritaria oposición.
Un sistema que no ha funcionado –y que hasta al más experimentado político asusta– no es viable en ninguna de sus presentaciones. Necesita de este tipo de sucesos para retratarse en la historia y demostrarle a quien aún duda –o no se da cuenta debido al lavado mental ideológico– cuán ineficiente y corrupto se puede ser.
¿Acaso el apagón buscaba apaciguar “la calle” que clama por un cambio? ¿Otro mecanismo de control social? No, si tenemos en cuenta que existen muchas pruebas para determinar que el apagón no fue fortuito –como dijimos antes– y que el “Estado usurpador” intentó sacarle provecho debido a la situación en la cual se encuentra ante los venezolanos y la comunidad internacional.
Hoy tenemos dos realidades muy claras y que no se extrapolan, Maduro y su cúpula busca atrincherarse a toda costa, con armas, amenazas y guerras. Por otro lado, Juan Guaidó apuesta a la correcta orientación del descontento social, al apoyo internacional –entre otras cosas– para conducir hacia el futuro una transición con elecciones libres y una limpieza profunda al Estado venezolano.
Maduro se atrinchera en medio de la crisis
Al buscar en el diccionario una palabra para definir lo que representó para Venezuela el gobierno de Hugo Chávez, y ahora el de Maduro, me encontré con un abanico de posibilidades, siendo el “desgobierno” (falta de gobierno o mal gobierno de algo. Falta de orden o de dirección en una cosa o en un grupo) la palabra que les calza a la perfección.
El uno y el otro se han mantenido en el poder gracias al constante apoderamiento de las instituciones del Estado y de las Fuerzas Armadas. Se han mantenido gracias al control que ejercen en la vida de cada venezolano, obligándolos a recibir una caja de “comida de segunda” para poder subsistir.
Se han sostenido con base en el dolor y la tragedia del venezolano que sufre. Sobre todo Maduro, que vino a representar un clímax en la crisis histórica y social que inició a principios de los años 90. La llegada de Chávez, en 1999, y sus posteriores reelecciones, significaron el inicio de un aparataje ideológico y propagandístico que solo buscó favorecer los ideales de un grupo.
Lo que se empezó progresivamente con uno, terminó incrementado con la llegada del otro. Así se forjó el control social con el cual se pretende someter al venezolano.
Hoy tenemos una grave realidad y es sencilla: Maduro busca “a toda costa” atrincherarse, en conjunto con su grupete (Cilia Flores, Delcy y Jorge Rodríguez, Diosdado Cabello) en el poder.
Nada es suficiente para que estos personajes se den cuenta de su ineptitud y desgobierno progresivo. Ya reconocen la crisis –para ellos “inducida” –, pero se niegan a irse. Incluso, ordenaron a su gabinete ministerial “poner sus cargos a la orden”.
¿Por qué si este sistema tiene 20 años en el poder no ha logrado superar esta “guerra económica” y ahora “humanitaria”? Siempre hace falta una excusa para continuar gobernando. Lo que no se termina en una gestión se disfraza en una campaña electoral bajo un bonito nombre y una propuesta aparentemente distinta.
Lo que esperamos todos de Maduro no sucederá a menos que ocurra algo excepcional dentro de su misma estructura. Mientras en Miraflores haya aire acondicionado y seguridad para ellos todo estará “bien”, aunque el resto de los venezolanos se sigan hundiendo en la hiperinflación y el caos.
Guaidó y su cauteloso andar
Al juramentarse como presidente de la Asamblea Nacional, el 5 de enero de 2019, Juan Guaidó inició así el año con un nuevo aire político. Con cautela presentó su discurso inicial y se comprometió a tratar los temas que acometen a todos los venezolanos en el Parlamento.
Pensábamos que sería “otro período legislativo más”, en el cual el gobierno, por desacato, no reconoce a la AN ni sus funciones. Pero, ¿qué pasó luego? Reinicio de protestas, pero distintas a las de 2014 y 2017: el color blanco y el tricolor de las banderas se adueñó de las calles. Todos juntos salimos por una propuesta que este ingeniero y su equipo nos vendió: el cese de usurpación, el gobierno de transición y las elecciones libres.
Le vendió al mundo una propuesta concreta, inicial para paliar la crisis venezolana: atender la “crisis humanitaria” a través de un mega voluntariado. Esto, en conjunto con las acciones que el Parlamento ha tomado en asambleas ciudadanas y actos públicos. Una bandera verdaderamente unitaria: hay que atender la crisis que existe en hospitales, los niños en situación de desnutrición y la mala alimentación de los sectores menos favorecidos.
El apoyo internacional fue inmediato. Más de 50 naciones (incluyendo EEUU y los fronterizos Colombia y Brasil) apoyaron y siguen apoyando una “salida pacífica” del régimen de Maduro y la inmediata atención a la crisis humanitaria y social que existe.
Cuando aún nos quedaba duda de que Guaidó estaba dejando por fuera temas clave, este designó al economista Ricardo Hausmann como representante ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para iniciar los lazos de estudio y reconstrucción económica, postsocialismo.
Poco a poco, y pese a tener carencias en su discurso, el varguense ha logrado lo que ninguno de los anteriores liderazgos opositores logró: enlazar los principales problemas de la nación con una ruta que intenta canalizar el descontento social. A su vez, buscó el apoyo internacional para “cubrirse las espaldas” y echar las riendas hacia una posible transición.
Describir el desenlace de este “toma y dame” entre “los dos presidentes”, Maduro (“El usurpador”) y Guaidó (“El legítimo”), es imposible. Ni el escenario más catastrófico o el más óptimo es preciso, pues antes de este mega reinicio las cosas pintaban distintas, o parecían estar un poco más enrumbadas.
Lo cierto del caso es que, gracias a la campaña de los más de 50 países que apoyan la transición o un cambio de gobierno, y a las protestas organizadas a lo interno de la nación, existe una gran posibilidad a largo plazo de que Maduro salga del poder. Pero que este salga del poder no implica que su grupete, y todas las “malas maneras que nos dejaron” sí lo hagan. Allí está el problema.
¡La desesperanza no nos puede ganar!
Me gusta mucho la frase “la esperanza nació para no morir”, y la icónica “vamos bien”. Ambas del famoso “efecto Guaidó”, que ha aupado un cambio en la truncada historia de nuestro país. Estas frases tratan de sacar lo mejor de nuestro espíritu y nos tratan de dejar bastante claro que se está haciendo algo para salir de todo este caos.
No apoyo las teorías que apuestan a “salir de todo esto por la fuerza”, pues, volviendo al caso de la computadora, si en medio de la rabia dañamos la máquina “por andar de apurados”, reponerla implicaría un alto costo, y quizás eso le pueda pasar a nuestro país.
Se está tratando de hacer las cosas de manera correcta y eso no implica que sea rápida la salida. El desespero no nos puede ganar. Peor aún, la desesperanza no nos puede ganar, aunque situaciones como las del mega apagón nos pongan al límite de la precariedad.
Alguien muy sabio diría: “vamos bien, porque vamos juntos”, pero yo diría algo mejor, vamos bien, porque todos –desde lo más mínimo– lo estamos haciendo posible. El país necesita de mano de obra calificada y seremos los mismos venezolanos quienes tendremos la capacidad de salir adelante, con ayuda internacional, claro, a toda costa, y reconstruir la nación. Que nadie dude que el cambio está por venir y que todos estamos involucrados en él. Solo hay que hacerlo posible.
(*) El autor es estudiante de Periodismo de la UCAB. Egresado de la XVI Cohorte del Diplomado en Gobernabilidad, Gerencia Política y Gestión Pública del CEPyG.
No hay comentarios:
Publicar un comentario