VENEZUELA: ¿Y AHORA QUÉ?
LUIS VICENTE LEÓN
Estamos en una guerra de poderes: el gobierno sustentado en la fuerza militar y la oposición en sus aliados internacionales. Es absurdo pensar que será una contienda fácil y rápida, que se gana en la primera batalla. Quienes así piensan subestiman las raíces de una revolución que ha estado en poder por veinte años. Pero eso no significa que no se deben esperar cambios. Eso sería subestimar la magnitud de la crisis, el deseo de la población y el compromiso de Trump en ese cambio, que tendrá mucho que ver a futuro con su reelección presidencial.
El evento de Cúcuta tuvo varios impactos derivados. Obligó al gobierno a pulverizar su imagen y usar abiertamente colectivos armados impresentables para defendieres, mientras mantiene a los militares lo más alejados posible del trabajo sucio, algo que por cierto no será sostenible. El resultado concreto, mas allá de la evaluación de impactos, es que Maduro sigue en el poder, pese a las expectativas sobredimensionadas que se habían generado en algunos segmentos de la población. Pero esto es lo normal en un conflicto de este tipo. La clave ahora es entender cuáles son las opciones a futuro para que la oposición siga su lucha. En mi opinión, hay tres escenarios de reacción: 1) Endurecer la estrategia de sanciones y colapso que adelantan hasta ahora, elevando el cerco diplomático contra el gobierno. Aquí se corre el riesgo de deteriorar mucho más la economía y la calidad de vida de la población antes de provocar el colapso del gobierno y en algún momento contaminar la imagen de la oposición y su nuevo líder. 2) mantener la presión actual pero abrir una estrategia directa de negociación política con el sector militar, para romper las limitaciones que impiden su desmarque y que no tienen que ver ni con la crisis ni con el temor de reprimir, sino con proteger sus recursos y seguridad. Este sector está hoy entre dos miedos. Uno, que llegue un nuevo gobierno y los destruya sin haber negociado, ni tener garantías reales de protección y amnistía creíble y el otro de levantarse contra Maduro, sin que esa fractura sea suficiente para expulsarlo del poder y que queden ensartados y destruidos por el mismo Maduro. Solo rompiendo esos miedos puede darse la fractura. Y eso requiere una difícil amnistía, no genérica sino negociada cara a cara, que logre la confianza para tomar el riesgo real de fracturarse o, con más probabilidad de ocurrencia, la opción de negociar un cogobierno en el que los mismos militares preserven el control de su fuerza como garantía de autoprotección. 3) La acción militar extranjera, que aumenta exponencialmente su fanaticada en los líderes políticos opositores y en la población en general y que va a tomar calor ante la imposibilidad de fracturar militares y sacar a Maduro del poder. Este escenario tiene dos bloqueadores relevantes. El primero es la negativa de la región a aceptar una invasión militar y la segunda es que si bien EEUU tiene la fuerza para sacar a Maduro, esto podría obligar a militares con armas y dinero, colectivos armados, atemorizados de ser destruidos y mafiosos que controlan zonas geográficas de país a generar anarquía y cambiar un problema por otro. Puede que el riesgo este sobredimensionado y el escenario termine cercano al de Panamá, pero el riesgo está vigente y mirar lo que ocurrió en frontera y hasta dónde está dispuesto a llegar el chavismo para protegerse, no obliga a considerar ese riesgo y creo que EEUU también lo tiene claro. Pero por supuesto que en el lado de los motivadores a que ocurra una acción más dura hay que poner el compromiso de Trump en resolver este problema antes de las elecciones y garantizar su reelección. Y eso hace pensar que cualquier cosa puede pasar menos mantener el Status Quo.
luisvleon@gmail.com
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