GONZALO GONZALEZ A.
El regreso del presidente Guaidó es un formidable test para
medir la situación del enfrentamiento entre las fuerzas democráticas y el
chavismo.
La operación regreso de Guaidó fue un triunfo porque el
régimen no pudo evitarlo, teniendo a su disposición fórmulas para impedirlo de
manera incruenta y de relativo bajo costo: por ejemplo, cerrar el espacio aéreo
e impedir el aterrizaje del avión, así ocurrió, recuérdese, con Zelaya en
Honduras. A eso hay que sumarle el baño de popularidad que recibió el
regresante desde Maiquetía al
multitudinario acto, replicado en el interior del país (testimonios de
capacidad de convocatoria por la fecha y otras circunstancias) que lo esperaba
en Las Mercedes. Eventos que reforzaron el espíritu de lucha y la esperanza en
los partidarios del cambio (algo desanimados por lo ocurrido el 23 de febrero).
Seguramente en el chavismo la jornada fue frustrante porque estaba en juego la
credibilidad y autoridad del sistema y su capacidad de generar temor y miedo.
Sin incurrir en triunfalismos ni aventurar pronósticos
inapelables, es dable afirmar que las fuerzas democráticas vienen ganando la
confrontación iniciada el 5 de enero. Ésta circunstancia es consecuencia del
error del régimen de subestimar la Operación Guaidó y de la estrategia decidida
para enfrentarla, la misma se basa en creer que el tiempo juega, fatalmente a
su favor y que el mismo producirá el desgaste de la estrategia democrática, en
seleccionar al Imperialismo como el oponente real y decisivo cuando su
adversario más poderoso es el mayoritario y creciente rechazo nacional al
status quo por los efectos devastadores de su gestión de gobierno. En la acera
opuesta, no se han cometido errores significativos y por los momentos se ha
actuado unitariamente, con firmeza y sin desespero conscientes de las
dificultades y características del adversario y evitando los errores de jornadas precedentes.
La tendencia en vías
de consolidación es hacia el fin del status quo dominante porque las fuerzas y
sectores partidarios del cambio aquí y en el concierto internacional son más
fuertes, influyentes y determinantes que
las que sostienen al chavismo. En lo interno, cómo es bien sabido, el respaldo
fundamental de Maduro es el apoyo de la cúpula de la FAN, y es evidente que en
ese mundo hay mar de fondo (no podía ser de otra manera ante la magnitud de la
crisis y las consecuencias para la institución de llegar hasta el final con el
continuismo). Por cierto, la pérdida progresiva de autoridad del régimen y de
la capacidad de infundir temor casa poco con quien se apoya en las bayonetas. Los
apoyos internacionales fundamentales del chavismo son China, Rusia y Cuba. Los
dos primeros parecieran no ir más allá del apoyo político discursivo en
escenarios internacionales, y lucen sin voluntad para subsidiar económicamente,
ni prestar de auxilio bélico; la capacidad de auxilio cubano está limitada a
labores de inteligencia y represión cada vez menos determinantes en la
resolución de la crisis aunque puede causar mucho daño colateral y hay que ver
si Cuba se atreve a pagar los costos derivados.
Lo que viene si la tendencia aludida se consolida está en
construcción. Las fórmulas de resolución están abiertas. En el particular, las
fuerzas democráticas deben demostrar verdadera vocación de poder, lo que supone
hacer lo necesario para facilitar su materialización. Cualquier vía congruente
con la hoja de ruta definida por la Asamblea Nacional en enero: “Cese a la
usurpación, Gobierno de transición y nuevas elecciones presidenciales” debe ser
aceptada y transitada.
Caracas, 5 de marzo
de 2019
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