viernes, 29 de marzo de 2019

López Obrador es como el tero


HANNA FISCHER


Gabriel García Márquez, en su discurso de aceptación del Premio Nobel, señaló que lo real maravilloso de su literatura no es fruto de la imaginación sino de la realidad latinoamericana. Expresa que el delirio y la demencia de nuestros gobernantes es lo que nos ha caracterizado históricamente.
Para fundamentar sus dichos recuerda diversos episodios. “El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial”.
El actual presidente de México –Andrés Manuel López Obrador– está llamado a integrar esa galería de personajes ridículos. Hace poco que asumió el poder y ya está dando muestras de poseer la misma inclinación bufonesca que los personajes que García Márquez menciona.
Sorprendió al mundo cuando con exhibicionismo –poco propio de un gobernante serio- en un video que publicó en Facebook pregonó: “envié una carta al Rey de España y otra al Papa para que se haga un relato de agravios y se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos”.
La excusa que dio para tan delirante posición fue, que a raíz de la conmemoración de los 500 años de la Conquista en 2021, “es el tiempo de decir vamos a reconciliarnos, pero primero pidamos perdón” por lo sucedido en aquel entonces. López Obrador (AMLO) sostiene que “hay heridas abiertas” debido a la Conquista y que “es mejor reconocer que hubieron abusos y se cometieron errores”. En consecuencia, les exige al rey Felipe VI y al Papa Francisco que pidan públicamente perdón por lo que hicieron sus antepasados varios siglos atrás, para poder alcanzar una reconciliación plena.
El contenido de la carta dirigida al rey de España es duro e incentiva la confrontación entre ambas naciones. Además, al utilizar el artificioso procedimiento de divulgarla a través de las redes sociales, denota que su objetivo es llamar la atención.
Es llamativo que este exabrupto de López Obrador se dé precisamente ahora. ¿Por qué? Porque hasta ese momento las relaciones entre México y España eran sumamente cordiales. El rey de España fue invitado y acudió a la ceremonia de investidura del presidente mexicano. Y no solo eso: en su discurso de toma de posesión en la Cámara de Diputados, el mandatario azteca declaró: “también agradezco, por los lazos de historia y de cultura que nos unen, la presencia de Felipe VI, rey de España”. Sus palabras fueron recibidas con un gran aplauso de los representantes del pueblo.
Además, hace tan solo dos meses que el presidente de España, Pedro Sánchez, visitó oficialmente México y nada hacía presagiar el actual desplante de López Obrador.
Las reacciones ante tan insólita exigencia no se hicieron esperar.
Carlos Martínez Shaw –miembro de la Real Academia de Historia- expresó que “pedir una disculpa a un jefe del Estado por actos realizados hace 500 años y que enfrentaron a unas sociedades que poco tienen que ver con las nuestras es extemporáneo y anacrónico […] si lo hubiesen pedido unas comunidades afectadas, podría tener un sentido, pero entre Estados roza el ridículo, es un salto cualitativo en esta clase de revisiones y puede acabar afectando a las relaciones entre ambos países”.
Carmen Sanz Ayán – integrante de la Academia- también calificó la posición de López Obrador de “ridícula” y consideró extraño que “él decida que España y México están peleados”.
Pero la observación más exacta sobre la actitud del presidente mexicano provino del escritor Arturo Pérez-Reverte quien afirmó que “si este individuo se cree de verdad lo que dice, es un imbécil. Si no se lo cree, es un sinvergüenza”.
A nuestro juicio, hay más de lo segundo que de lo primero. Y de ahí la relación que hacemos entre López Obrador y el tero.
El tero es un ave que habita en la mayor parte de América del Sur. Ostenta gran habilidad para disimular donde empolla porque el nido nunca está donde parece. Cuando alguien pone en peligro al nidal, realiza maniobras distractivas gritando con fuerza en otro lado para alejarlo.
Tan famosos son a raíz de ello, que se han convertido en metáfora de una cierta clase de personas. Por ejemplo, José Hernández le hace decir a su Martín Fierro: “Pero hacen como los teros / Para esconder sus niditos: / En un lao pegan los gritos / Y en otro tienen los güevos”.
Por consiguiente, dado que todo parece indicar que las palabras de López Obrador son tan solo una maniobra distractiva, habría que desentrañar qué es lo que pretende, cuál es su intención oculta.
Esa indagación nos lleva a preguntarnos qué es lo que cambió de dos meses a esta parte que podría haber influido en su ánimo. Debemos realizar esa pesquisa elevando la mirada y no quedarnos en lo específicamente mexicano.
Lo más notorio que está ocurriendo en estos momentos es que la permanencia de las dictaduras (los nidos con los huevos) de los Castro en Cuba y de Nicolás Maduro en Venezuela está en peligro. Y, aunque trate de disimularlo, López Obrador es un simpatizante de ambas (al igual que el Papa Francisco). Incluso, hay indicios de que estaría siguiendo los pasos de Hugo Chávez.
Por consiguiente, no sería descabellado pensar que Raúl Castro haya aconsejado esta estratagema, que tan buenos resultados le dio a su hermano Fidel.
Las mayores amenazas para las mencionadas tiranías provienen de Estados Unidos y los países europeos, entre ellos, España. Por consiguiente, López Obrador pretendería:
-Al mandarle también una carta a su aliado el papa Francisco, es probable que este acepte “pedir perdón en nombre de la Iglesia Católica” (quizás, eso estaría convenido de antemano). De ese modo, presionaría al rey de España y durante meses pondría el tema en los medios internacionales.
-Distraer la atención de los europeos de lo que está pasando en Cuba, Venezuela y Nicaragua, tratando de hacerlos sentir culpables por los actos realizados por sus antepasados. De ese modo, darles oxígeno a las mencionadas dictaduras.
-Poner en el centro de la discusión pública internacional –especialmente en Latinoamérica- el tema de los imperialismos. De ahí, establecer una conexión entre el Grupo de Contacto Internacional creado por la Unión Europea -que exige elecciones libres y con garantías en Venezuela y entrada de la ayuda humanitaria- con el imperialismo. O sea, deslegitimar ese esfuerzo y generar una reacción en contra.
-Crear artificialmente un enemigo externo para que los mexicanos se unan a su alrededor y así poder desplegar su propio programa dictatorial. Por cierto, una estrategia común entre los déspotas.
Esperemos, por el bien de nuestro continente, que ni los europeos ni los latinoamericanos -primordialmente los mexicanos- sean tan tontos de caer en esa trampa. La única actitud que cabe asumir ante la estrategia del tero desarrollada por López Obrador y sus cómplices, es la indiferencia.

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