EL FORO DE SAO PAULO
CARLOS CANACHE MATA
Se había caído el Muro de Berlín en 1989 y la implosión de la Unión Soviética se
produciría en 1991, cuando Fidel Castro y el Partido de los Trabajadores de
Lula Da Silva fundaron en 1990 el Foro de Sao Paulo, en la ciudad brasilera
homónima. Partidos y movimientos
sociales de la extrema izquierda de América Latina y el Caribe, sintiéndose en
la orfandad política y con la pérdida de una importante fuente de
financiamiento, se integraron al Foro, bajo el auspicio antes señalado. Después
del desplome de la madre-patria del comunismo, se intentaba mantener en nuestro
sub-continente la ilusión de la utopía.
Desde los años sesenta, con el apoyo militar
y logístico de la Cuba de Fidel Castro, se escenificaron movimientos
guerrilleros en varios países de la
región, los cuales fracasaron. Ante el derrumbe internacional del comunismo y
la frustración de capturar el poder por la vía armada, se cambió el atajo de la
violencia por la vía electoral, como lo señalan los analistas políiticos., en
lo que jugó un rol importante el Foro de Sao Paulo. Luis José Oropeza
atinadamente apunta que “las derrotas militares al castrismo habían estimulado
a ese grupo militante a entregarse al diseño de fórmulas inéditas de arribar al
poder, es decir, buscar esquemas electorales alternativos de lograr lo que por
tantas décadas se había hecho imposible conquistar por medios armados”.
Posteriormente, ya activo el Foro de Sao Paulo y, en el martco de la nueva
estrategia, por la vía del voto fue como llegaron al poder Hugo Chávez en Venezuela el año 1999 y Lula Da Silva en
Brasil el año 2003, que devinieron en dadivosos financistas de ese organismo de la extrema izquierda
latinoamericana. Chávez murió y Lula está preso por varios delitos de corrupción,
pero el causahabiente de la impropiamente llamada “revolución bolivariana”,
Nicolás Maduro, sigue costeando gastos del Foro, que se reunió en Caracas entre
el 25 y el 28 de julio, ocasionando un desembolso de 200 millones de dólares a
las finanzas venezolanas.
Lo anterior ha ocurrido mientras Venezuela
ha visto desaparecer más de la mitad de su economía (“durante todo 2019 la actiividad
económica continuará su declive y finalizará con un tamaño que representa un
poco más de un tercio de lo que representaba en 2013”, acaba de declarar el
Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB); cabalga en una
hiperinflación sin precedentes (en junio, la canasta alimentaria se acercó a
los 3 millones de bolívares, en tanto que los venezolanos apenas tienen un
salario mínimo de apenas 40.000 bolívares mensuales), hasta el punto que el director de la FAO
(Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) ha
apreciado que Venezuela “prácticamente perdió su moneda”; el hambre galopa en
todo el territorio nacional, con degradantes filas de gente buscando comida en
los cestos de basura (“hoy, nuestra estimación es que 21,2 millones de personas
pasan hambre en Venezuela”, declaró también el citado diector de la FAO); un nivel
de pobreza de ingresos de más del 80% de la población; la virtual destrucción
de PDVSA; una deuda externa de alrededor de 150.000 millones de dólares, a
pesar del boom petrolero que hubo entre 2007 y 2014; más de cuatro millones de
venezolanos que se han visto obligados a irse del país; unos servicios públicos
que no pueden estar peor; en fin, un desastre que no tiene nombre. Cobra
dolorosa realidad la frase de Churchill, según la cual el comunismo o lo que
intenta parecérsele, “es el reparto equitativo de la miseria”.
Como los asistentes al Foro de Sao Paulo
padecen de “ceguera ideológica”,
seguramente no vieron la inmensa tragedia que se vive en Venezuela.
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