El
obsceno cinismo de la maldad
Trino Márquez
El
nuevo apagón nacional ha recibido la misma respuesta de siempre por parte del
régimen de Nicolás Maduro: la desvergüenza insolente. Amenazaron al ingeniero
Winston Cabas y agredieron a su familia porque Cabas dijo lo que todo el mundo
sabe: que era perfectamente factible que ocurriese otro colapso nacional debido
a que el sistema eléctrico fue devastado.
Maduro y su gente tienen veinte años
gobernando, pero resulta que la responsabilidad de que el país se quede sin
electricidad es de los marcianos. Utilizan el amplio dominio que poseen de la
red de medios públicos para desinformar, adulterar la verdad y ocultar el
fracaso mezclado con el asalto a los recursos financieros previstos para mejorar
la generación, transmisión y distribución del fluido eléctrico. Nos tratan como
imbéciles a quienes se les puede decir cualquier sandez con la seguridad de que
vamos a creerla. Otra vez fue un ataque electromagnético concebido en las
entrañas del imperio y ejecutado por apátridas movidos por el odio.
Dos décadas no han sido suficientes
para que Maduro y su equipo asuman los errores cometidos y las fallas que no
logran corregir. Los cortes de electricidad, como se sabe, no son nuevos. En
2010, cuando Hugo Chávez se preparaba para su tercera reelección, se produjo el
primer megaapagón. Rodrigo Blanco Calderón se inspiró en ese episodio para
escribir The Night, la novela
ganadora de la última edición del premio Mario Vargas Llosa. Durante más de una
década el tema ha sido ampliamente tratado por ingenieros electricistas y
periodistas. El Colegio de Ingenieros de Venezuela ha promovido foros y debates
públicos. Le ha dirigido al gobierno documentos con recomendaciones
detalladas. Nada lo ha conmovido. 2019 ha sido el año de la hecatombe
anunciada. Desde el apagón del 7 de marzo pasado, el país ha vivido en vilo.
El problema que venía diagnosticándose
con detalles, se ha agravado hasta extremos desesperantes. Todos los factores
que presagiaban la fenomenal crisis que se vive, se han acentuado: en el sector
no se invierten recursos financieros en los volúmenes necesarios. Ninguna
empresa o gobierno extranjero quiere asumir los costos y riesgos que significa
intentar recuperar la capacidad eléctrica
que una vez tuvo Venezuela. China, que podría mover su músculo, no está
interesada sino en extraer petróleo, gas y minerales. Rusia no está en
capacidad de acometer ese gasto. El resto de los aliados internacionales de
Maduro –Turquía, Irán y Bielorrusia- demuestran solidaridad cuando se trata de
declaraciones. Cuando hay que meterse las manos en los bolsillos, se hacen los
desentendidos. Cuba no cuenta. Sesenta años de socialismo la dejaron arruinada.
Se limita a vivir de las limosnas y a chulear.
Corpoelec se quedó sin dinero y sin
personal especializado. Los ingenieros eléctricos, técnicos y demás
especialistas formados durante el período democrático, se han ido. Muchos ni
siquiera han esperado que les paguen las prestaciones sociales. Temen que los
detengan si anuncian su retiro. No
soportaron vivir en la miseria y viendo cómo el sistema que ellos habían
logrado construir fue arruinándose a ritmos agigantados. No resulta sencillo
trabajar en Corpoelec, en el pasado modelo de empresa eficiente, y tener que
asistir a reuniones cuyo tema es la construcción del socialismo en el sector
eléctrico, mientras los bolichicos hacen de las suyas con los dineros previstos
para modernizar la infraestructura eléctrica. Tampoco es fácil ver cómo se
destruyen o se roban los activos de la empresa: las grúas, los vehículos que
movilizan al personal, las acometidas de cables. Nada se salva de ser
vampirizado o destruido.
Las fallas eléctricas no se resolverán
mientras Maduro continúe en Miraflores. De su gestión sólo puede esperarse el
engaño y la manipulación para intentar reducir los daños que su permanencia en
el poder provocan. Los dictadores se las ingenian para inventar excusas con tal
de permanecer engrapados a la casa de gobierno. Fidel Castro llamó período especial a esa aciaga etapa
vivida por el pueblo cubano luego de la implosión de la Unión Soviética, cuando
la isla dejó de recibir el subsidio proporcionado por el Kremlin. El anciano
déspota se negó a introducir los cambios democráticos que con seguridad habrían
liberalizado la economía, atraído capitales privados y aliviado el sufrimiento de los cubanos.
A Maduro, el país y la comunidad
internacional, para que no continúe dañando a la nación, están brindándole la
oportunidad de salir de Miraflores de la forma menos traumática posible. El
reciente apagón agrava su deterioro. Esperemos que no siga siendo dominado por el
obsceno cinismo de la maldad.
@trinomarquezc
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