CARLOS CANACHE MATA
La rara forma de conmemoración del Día del
Ejército que se realizó el pasado 24 de junio, lo que en esa ocasión dijo
Maduro sobre la Milicia, y la muerte por torturas del capitán de corbeta Rafael
Acosta Arévalo, seguramente habrán incrementado el malestar y alterado el clima
interno de la Fuerza Armada Nacional. Por eso, no es de extrañar que el
usurpador de la investidura presidencial, y la camarilla que se mueve en su
entorno, hagan reiteradas invocaciones y solicitudes a la lealtad de esa
institución que, especialmente después de los tratos del 30 de abril en que altos
representantes suyos negociaron la salida de Maduro, pareciera
estar escapándosele de las manos. Las plegarias para que no haya abandono, son como
letanías que no cesan en los labios de los voceros del oficialismo.
La celebración del nuevo aniversario de la
batalla, la de Carabobo, que nos dio la independencia, se hizo en tono menor,
sin la presencia masiva de tropas llevando sus armas, sin tanques rugiendo
sobre el asfalto, sin aviones cruzando el cielo de la sabana inmortal: el miedo
aconsejaba esta vez que, cuando apenas despuntaba el alba, hubiese solo una
parada militar, no el habitual desfile con la participación importante y
numerosa de los integrantes de las cuatro fuerzas de la FAN. La desconfianza y
el temor a lo imprevisto apagaron ardores revolucionarios y sugirieron esta vez
que, desde un podio lejano, apenas se dejara escuchar, como grito desvaído, un
“¡Chávez vive!”. Todo fue rápido. Ya antes en Caracas, casi en la madrugada, se
había dejado izada la bandera que el viento batía en las soledades solemnes que
rodean al Panteón Nacional.
Tal vez sin percatarse que planteaba una
alternativa paralela, Maduro anunció, en su corto discurso, que esperaba para
el cercano año 2021, ya hubiese 4 millones milicianos “con sus armas, con su
uniforme, con su organización integrados totalmente a la estrategia y al
concepto militar de la Fuerza Aramada Nacional Bolivariana”. Según el Diccionario
de Historia de Venezuela de la Fundación Polar, “hoy suele entenderse por
milicias el conjunto de personas que pueden ser utilizadas para la guerra,
cuando lo exige la necesidad de defender el territorio”, y agrega que “esta
definición quita al vocablo la idea que se relaciona con las tropas activas, a
las cuales se confía permanentemente la tarea de velar por la seguridad del
Estado y de mantener su independencia y su honra”. Y el artículo 328 de la Constitución Nacional
establece taxativamente que “la Fuerza Armada Nacional está integrada por el
Ejército, la Armada, la Aviación y la Guardia Nacional”. Ninguna ley, y menos
si es dictada por un decreto amparado en los apremios de una Ley Habilitante,
puede, pasando por encima de la Constitución, alterar los componentes militares
de la FAN. De concretarse el vaticinio de Maduro, los 4 millones de integrantes
de la Milicia, “con sus armas y su uniforme”, avasallarían, con una distancia
que podríamos calificar de casi sideral, a los alrededor de 100.000 efectivos
de la FAN.
El río de tensiones internas que se
arremolina en el seno de la FAN, aumenta su caudal con el brutal asesinato por
torturas del capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo, que acaba de acontecer. Ese
horror ya está recibiendo conmovida y resonante condena de la comunidad
internacional. Pero será en la próxima entrega que hablaremos más detenidamente
sobre este crimen y sobre las torturas, ya institucionalizadas por la dictadura
que azota a Venezuela.
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