IZQUIERDAS Y DERECHAS
ROSA MONTERO
EN ALGÚN libro escribí que un pensamiento independiente es un lugar solitario y ventoso. Esforzarte en pensar por ti misma puede llevarte a más de un error (a mí desde luego me ha llevado), pero ampararte en las ideas de un grupo no sólo no te salva de las equivocaciones, sino que además las pifias compartidas tienden a enquistarse y enconarse, de manera que los errores colectivos a menudo terminan convertidos en dogmas, y sus seguidores, en fanáticos. La unanimidad en el pensamiento es muy confortable, desde luego; pero se da la circunstancia de que cuanto más unánime es, menos reflexión permite.
Todo esto viene a cuento de la cansina cantinela de las izquierdas y las derechas, que ahora, por la crispación que estamos viviendo, se ha convertido en un arma arrojadiza. La verdad, yo hace ya mucho tiempo que no sé muy bien qué entiende la gente por derechas e izquierdas, y más en este país, en donde enseguida te colocan en una trinchera. Por ejemplo, si criticas un comentario político que consideras reaccionario, enseguida sale alguien diciendo: “¡Pero los progres bien que apoyáis a Maduro!”. Verán, si a mí me preocupa el ascenso en Europa de los neofascistas es porque me parecen machistas, retrógrados, intolerantes, demagógicos, promotores del odio y poco respetuosos con los derechos civiles. En cuanto a Maduro, le considero un tipejo machista, retrógrado, intolerante, demagógico, promotor del odio y poco respetuoso con los derechos civiles. ¿Que a unos los etiquetan de derechas y al otro de izquierdas? Pues yo creo que se parecen muchísimo, como también fueron sistemas similares los totalitarismos de Hitler y de Stalin.
Escribo esto y, aunque para mí y para mucha otra gente es una obviedad, sé que también hay personas arrugando el ceño porque, en efecto, algunos siguen dividiendo el mundo entre unas izquierdas y unas derechas petrificadas. Unos son siempre malos y otros son siempre buenos, dependiendo del color que se les adjudica, como si se tratara de equipos de fútbol. Es el problema, como antes decíamos, del pensamiento grupal: que siempre elige fomentar el grupo antes que el pensamiento. La famosa frase “puede que Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”, que algunos atribuyen a Roosevelt y otros a su secretario de Estado Hull, describe esa mentalidad lineal de los forofos (pido perdón a las prostitutas: es una frase sumamente machista). ¿Pero por qué vamos a tener que adoptar y exculpar a un miserable?
Yo también creo que la humanidad se puede dividir básicamente en dos tipos de personas: las que son empáticas, se interesan por los demás e intentan construir sociedades progresivamente más tolerantes, menos violentas, más igualitarias en el reparto del poder; y aquellas que sobre todo intentan mantener su propio poder y el de su clan. Y creo que esa lucha ha existido desde siempre: ya en las cavernas debía de haber trogloditas cuya estrategia de supervivencia se basaba en la colaboración, en cuidar a los enfermos y repartir la comida, y otros individuos que para sobrevivir escogían la depredación y le aplastaban la cabeza al más débil para arrebatarle su trozo de mamut.
Lo que acabo de decir es, por supuesto, una tremenda simplificación. En la realidad, todos los partidos aseguran aspirar a una sociedad más justa, aunque empleen vías divergentes. Pero en el fondo, muy en el fondo de todo, en el centro del corazón de cada persona, creo que subyace esa nuez esencial de nuestra postura ante la vida: que tu estrategia de supervivencia pase por el respeto al otro o que tu absoluta prioridad sea acrecentar tu propio poder. Por cierto: ampararte ciegamente en un grupo es también una manera de elegir el poder, aunque la ideología que dices sostener pretenda salvar a la humanidad. Y aquí estoy pensando de nuevo en Maduro, o en Castro, o en Ortega, y en sus ínfulas de bienhechores de los pobres. En cambio, la conservadora Merkel, que ha defendido a los refugiados y ha sido la única líder demócrata que ha condenado sin paliativos a Arabia Saudí por el caso Khashoggi, me parece una persona de lo más decente, aunque no comparta todas sus ideas políticas. ¿Izquierdas o derechas? Yo prefiero ser librepensadora y aprender de mis admirados Montaigne y Voltaire.
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