miércoles, 31 de julio de 2019

HOMENAJE AL HOMBRE QUE LIBERÓ EL COLOR


CRISTINA ESGUERRA MIRANDA

EL TIEMPO

Cruz-Diez –quien acaba de morir– empezó su carrera dibujando caricaturas para periódicos y revistas y pintando cuadros que criticaban la sociedad venezolana. Vivía con la esperanza de que sus obras impactaran positivamente la realidad de su país. Luego de años de trabajo se dio cuenta de que estaba condenado al fracaso.
Decidió entonces buscar nuevos horizontes y comenzó un largo y profundo proceso de investigación e introspección. Leyó libros de física, de fotografía, de filosofía, de tecnología, de pintura y de poesía. Sus constantes reflexiones lo llevaron a pensar el arte como invención, experimentación, creación y conocimiento.

Esa nueva visión del arte lo hizo trabajar como si fuera un científico: empezó analizando la historia del arte con el interés de encontrar un campo en el que todavía pudiera innovar. No le interesaba buscar nuevas formas de mezclar lo que otros ya habían hecho. Él quería aumentar el conocimiento de los artistas, descubrir fenómenos insospechados y estampar su nombre en la historia del arte.

Le apostó al color. A mediados de los años 50 se dio cuenta de que este no es atributo de un objeto, como afirma la filosofía aristotélica y como nos hicieron pensar durante siglos tanto la pintura como la escultura. Para Cruz-Diez, un color es un evento mutable que depende de múltiples variables: la luz, el ojo humano, las combinaciones de colores…
La constante mutabilidad de las obras cinéticas de Cruz-Diez habla de un presente perpetuo. Pasado y futuro existen en nuestra mente
A lo largo de la historia, los artistas sometieron el color a otras cosas. Nunca lo concibieron como autónomo. En los cuadros cristianos del medioevo, por ejemplo, lo usaron como símbolo para expresar la ideología de la religión. El blanco hablaba de pureza; el morado, de tiempos difíciles, y el verde representaba la esperanza.

La creación de la perspectiva convirtió el lienzo en una ventana al mundo, y, como consecuencia, los pintores empezaron a utilizar el color imitando la naturaleza. Esta última debía ser retratada con fidelidad.

En 1959, Cruz-Diez logró liberar el color de la forma y convertir su teoría en arte: sus ‘Fisicromías’ –al igual que las demás obras que realizó desde entonces– presentan los colores como eventos que se desarrollan en el tiempo y en el espacio.

La base de su técnica es la siguiente: el venezolano pinta dos delgadas líneas –una verde y otra roja– sobre un fondo negro. Las líneas están ligeramente superpuestas, y el artista las repite una y otra vez hasta convertirlas en un patrón que ocupa toda la pieza. A una distancia en la que el espectador ya no distingue una línea de la otra, aparece un tono amarillo.

Contemplar una fisicromíaes toda una experiencia de color. Al caminar frente a ella, el espectador ve cómo los colores cambian: los azules y los rojos se convierten en morados y los amarillos y los rojos, en naranjas. Dar dos pasos a un lado devela una obra completamente distinta a medida que los colores se suman y se restan.

En 1963, el artista llevó aún más lejos su idea de presentar el color en el espacio. Las Cromosaturacionesson laberintos en donde los visitantes caminan en una atmósfera de color. El venezolano utilizó los tonos básicos de la luz –rojo, azul y verde– y creó lo que denominó ambientes “cromosaturados”. En medio de estos laberintos, el espectador no logra terminar de descifrar lo que ve. “Una persona atenta y paciente notará cómo sus ojos tratan de adaptarse, e intentará identificar lo que observa. Dondequiera que mire verá una transformación gradual… asombrosa de color”, dice el reconocido curador venezolano Ariel Jiménez en ‘Carlos Cruz-Diez: La Autonomía del Color’ (‘Carlos Cruz-Diez: The Autonomy of Color’).

La constante mutabilidad de las obras cinéticas de Cruz-Diez habla de un presente perpetuo. Pasado y futuro existen en nuestra mente. Real es solo el mundo de colores que se despliega ante el espectador, quien debe contemplarlo en todo su esplendor.

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