JUAN CARLOS ZAPATA
KONZAPATA
Era evidente que en los tiempos del diálogo promovido por el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, la diversidad partidista y los intereses particulares de los negociadores por parte de la oposición, limitaban la toma de una posición firme y de consenso. Lo contrario ocurría en el campo de los negociadores del régimen de Maduro que estaban alineados en una misma estrategia, respondían a un solo centro de mando, y las aspiraciones personales no eran determinantes.
En esta iniciativa promovida por el gobierno de Noruega, el escenario ha cambiado. Y en la medida en que la negociación avanza, al equipo de Nicolás Maduro la situación se le convierte en un juego de múltiples facetas. Aunque es verdad que si la negociación avanza por terreno firme, puede ir anulando posiciones contrarias en el chavismo, como la de Diosdado Cabello, por ejemplo.
¿Qué es lo que ocurre? Cuando el ministro Jorge Rodríguez o el gobernador de Miranda, Héctor Rodríguez, e inclusive el canciller Jorge Arreaza se sientan a la mesa, ¿en qué piensan? Hay mucho en qué pensar a la hora de una intervención, a la hora de una propuesta, a la hora de tomar una decisión, a la hora de hacer una consulta con el fin de seguir avanzando. Piensan en Maduro, piensan en Diosdado Cabello, piensan en Cilia Flores, piensan en los militares, piensan en los boliburgueses poderosos. Piensan en Maduro y en su destino, piensan en que Cabello dice que no hay nada que negociar, piensan en las sanciones, piensan en los militares que se inclinan por negociar, piensan en todos aquellos que quieren garantías y que ya deben haber expresado que no los dejen por fuera. Piensan en los bloques de poder. En las coaliciones de poder. Cómo complacerlos a todos en el arreglo. Piensan hasta en Hugo Chávez y la familia Chávez, y piensan en Cuba. Si faltara poco, piensan en ellos mismos que, en los casos de Jorge Rodríguez y Héctor Rodríguez, aspiran a ser candidatos presidenciales. ¿Cómo actuar entonces? Y es que de lo que ocurra en la negociación y de los detalles que satisfagan a los grupos de poder, depende mucho la cuadratura de las candidaturas presidenciales, puesto que en un escenario electoral como el que vendría, el chavismo necesita, como nunca antes, ir unido. Necesitan a Cabello, a pesar de todo. Pero es un problema estar en la mesa de negocación y pensar que Diosdadi Cabello no se cansa de repetir: Dialogar no es claudicar. ¿Para quién va el mensaje? Para el equipo de Maduro.
En el equipo de Juan Guaidó, los términos son diferentes. Aquí, ni Fernando Martínez Mottola, ni Gerardo Blyde, ni Vicente Díaz, ni Stalin González, están aspirando a candidatura alguna, o a competir por el liderazgo de Guaidó. La excepción es Stalin González, que como dirigente partidista, aspiraría a ser jefe de su partido, o a tener una posición más importante en una futura Asamblea Nacional. Pero esto depende del resultado de la negociación. Su futuro lo determina el acuerdo como el futuro de los otros tres del equipo, y dado que el éxito del acuerdo es el de ellos mismos (no en el sentido de los Rodríguez de Maduro), en esta tarea están enfocados.
Además, está el asunto, el entendido, de que esta vez la oposición ha ido a negociar con el respaldo de la comunidad internacional, preparada, lista, para actuar y tomar decisiones contra Maduro, en caso de que la negociación “continua y expedita” no llegue a ningún arreglo. Mientras la presión internacional a favor de Guaidó es cada vez más clara, y ayuda a su equipo en la negociación, en cambio no es así para el equipo de Maduro que sabe, entiende, que Rusia y China, sus mayores aliados de peso en el juego geopolítico global, quieren una solución a la crisis. En Rusia y China, también piensan los negociadores de Maduro a la hora de sentarse a la mesa de negociación.
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