sábado, 18 de junio de 2011

¡Adiós al pata negra!

Lo que hay es incapacidad para hacer cambios y triunfo de xenofobias y racismos

CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ | EL UNIVERSAL
sábado 18 de junio de 2011 12:00 AM

Los polvos de la crisis financiera nacida en 2008, traen los lodos del cataclismo del Estado de Bienestar tal como lo conocimos durante dos siglos, y amenazan llevarse en el testuz a la Unión Europea (la eurozona y el euro) que quedarían entre las fauces de China y EEUU. Como América Latina en los 80, Europa tiene que hacer las reformas con el FMI. Si vacila, entrará en una especie detercermundización que ya conoció hasta los setenta. El cretinismo ilustrado que bloqueó las reformas en Venezuela, debería aprovechar e irse a la Puerta del Sol o a Atenas a enfrentar la nueva "amenaza neoliberal", junto con los "indignados" devoradores de Pata Negra. A lo mejor vuelven a tener éxito.

El pensamiento anacrónico global repitió desde 2008 la zaga de la "la crisis del capitalismo" y el "cambio de época" que nacería sobre sus cenizas según los izquierdistas gringos, las pistolas más peligrosas del Oeste, Stiglitz, Chomsky, Michael Moore, Kerry. Todo habría surgido en una supuesta era neoliberal que acogotó al mundo. Pero lo cierto es que durante el gobierno de Clinton, el neoliberalismo salvaje creó veinte millones de empleos en EEUU. También Brasil, Colombia, Costa Rica, Uruguay, Perú, Guatemala, Chile, Ecuador, México, Salvador, Dominicana, disciplinaron sus economías. Gracias al Consenso de Washington (en economía el equivalente de aprender a comer con cubiertos), tomaron principios fundamentales, junto a los valiosísimos aportes de Hayek y Milton Friedman. Mientras nadie entendía lo que pasaba en 1929, pues Keynes ni siquiera había publicado su obra principal, hoy las grandes economías del mundo se controlan por instrumentos de medición como las variables macroeconómicos, cuyo control ayuda a crecer sanamente sin inflación y con empleo.

Desde el error contrario los teóricos de ANCAPIA -los anarco capitalistas, los hijos de Rothbard: Huerta De Soto, Benson, David Friedman- cuyos dogmatismo y menester de sentido de realidad los hace una suerte de trotskistas de derecha, "la crisis es culpa de los bancos centrales, porque permitieron la expansión del crédito" para que todo el mundo pudiera comprar viviendas. Como de misterios se trata, los que claman por liberar y des regular hasta los semáforos, cuando los complacen y sale mal, la culpa de es de ¡haber eliminado la regulación!

Algunos llegaron al atolondramiento de asegurar que la explosión de la burbuja financiera, que se preveía desde varios años antes, sería más devastadora que la Gran Depresión, dos crisis exactamente antinómicas. Mientras la del 29 fue de superproducción, el empobrecimiento de la ciudadanía no le permitía a la gente comprar los productos -obreros de la industria de alimentos cuyos hijos morían de hambre-, esta es de opulencia, de una sociedad cuyos mecanismos de democratización le permitieron a millones de familias sin recursos adquirir propiedades. No es precisamente el neoliberalismo salvaje

En Europa comienza el sálvese quien pueda, el adiós a Schengen. Marina Le Pen amenaza con retornar a los límites de Francia y al franco y si gana las elecciones (lo último ya lo ha hecho Dinamarca). España, Islandia, Francia, Grecia, Noruega, Italia, Portugal, etc., enfrentarían la debacle y los chinos podrían antojarse del Partenón para ferias de automóviles y comprar el Coliseo para estacionamiento vertical.

El centro democrático, tanto socialistas como democristianos, por miedo a tocar el Estado de Bienestar fracasaron en dar una respuesta a lo que se veía venir. Cada vez que se habla apenas de retardar las jubilaciones, salen millones a marchar. Tampoco lo hizo la derecha en Italia o Austria. Los trabajadores activos se desloman para sostener valetudinarias pirámides demográficas, muchedumbres de jubilados, estudiantes, desempleados y vagos, sistemas de seguridad social impagables, rígidos mercados laborales y escasa afluencia de capitales, que hacen imposible la sobrevivencia del standard de vida.

La peor alternativa sería la más fácil, pero ilusoria: sacrificar la averiada Unión Europea para frenar la caída del Estado de Bienestar. Todos los planes de integración están detenidos. Desde 1991 cuando nace el euro, la Estrategia de Lisboa se proponía la confluencia para crear una gran nación como China o EEUU, que iniciara los cambios económicos, jurídicos y sociales para salir al paso a los dos monstruos. Incorporaría diez países de Europa Oriental, Chipre, Malta y, para enviar un mensaje a Oriente, Turquía. Lejos de esa universalidad, lo que hay es incapacidad para hacer cambios y triunfo de xenofobias y racismos.

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