sábado, 25 de junio de 2011

La herencia enana

¿Qué tienen de raras entonces nuestras malandanzas actuales?

CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ | EL UNIVERSAL
sábado 25 de junio de 2011 12:00 AM

Cada elección latinoamericana nos deja sin aliento y con el alma en la boca, ligando que el electo no haga lo esperado (Lula, Funes, Mujica, Dilma, Humala) o que sí lo haga (Calderón, Lobo, Santos). En el Hotel del Abismo, alerta que un arrebatado no acabe con todo a nombre de los "excluidos", la "dignidad", la "soberanía" y otras. Carlos Rangel explica por qué: odiamos a los que les ha ido bien, nos profesamos víctimas de la historia, y en el fondo todos creemos más o menos en aquella "teoría de la dependencia" que Fidel Castro se hizo escribir ad maioren glorian. Catecismo para cerebros mermados, Las venas abiertas de América Latina explica que somos infelices porque primero España y luego EEUU nos "desangraron", compendio de complejos y cursilerías que le regalaron a Obama -¡qué pena con ese señor!-, cuya piel tiene cicatrices como para impresionarse con los lloriqueos de Galeano. Victimizarnos es un consuelo útil para soportar que EEUU, nuestro primo menor, es hoy la única potencia mundial (China es una potencia en potencia gracias a la mano gringa). Hablan de que somos "pueblos jóvenes" pero nos pintan el pelo; Cumaná se fundó en 1510 y Nueva York en 1614. Otro fatalismo, el antimediterráneo, creyó que la herencia cultural de la Contrarreforma llegada en las naves españolas nos condenaba para siempre a la impotencia y la autoconmiseración.

Los galeanos, vasconis, gunder-franks, y theotonios ni se percataron que el odiado Leviatán, EEUU, había sido colonia como Argentina, la que a su vez entre 1853 y 1946, llegó a ser la tercera o cuarta potencia del mundo. Sólo las siete plagas de Perón y su carnal Evita, y sus dos generaciones de delincuentes en el poder pudieron destruir esa maravilla cuya memoria vive en sus cafés, las frases de Borges, la Estación de Retiro y la Avenida 9 de Mayo.

La merma de materia gris lleva a destruir estatuas de Colón, uno de los héroes que en el mundo ha sido, y denunciar "quinientos años de opresión" como hace Evo, ese retoño tardío del Dadaísmo. Pero aunque la colonización española hubiera sido atroz, la gran revolución de independencia era una gran oportunidad para cambiar la historia. En EEUU, cinco o seis hombres extraordinarios, pero sobre todo un titán anticaudillo, Washington, dieron la sobremarcha con su Constitución escrita en 1787, primer modelo moderno de ingeniería política que creó las bases de la sociedad libre, abierta y productiva. Entre tanto Hispanoamérica escogió despilfarrar su destino orientada por Bolívar, Rosas, Francia, Monteagudo, Castelli, caudillos militares y amanuenses civiles. Luego de inmolarse en una matanza para liberar los esclavos y consolidar la Federación, en el siglo XIX EEUU se apoderó del espacio continental de costa a costa, guiado por la idea del Destino Manifiesto. Arranca la Revolución Industrial, mientras Suramérica se desparrama desde la Independencia en cien años de guerritas miserables, herencia enana de sus padres fundadores. No fue así en Argentina (y otros) gracias al cisma de Alberdi con el basurero militarista en 1853.

En El federalista, Hamilton dice que "la separación de poderes es el mejor avance hacia la perfección en los tiempos modernos" y denomina "abogados del despotismo" a los que pedían centralismo y mano dura para enfrentar la inestabilidad que casi zozobra la república en su comienzo. Para hacer posible el milagro de la unidad de las trece excolonias, cada una de ellas debió primero convencerse de que su libertad y la de los ciudadanos eran la esencia de la estructura constitucional.

Hamilton con una fe incondicional en "las virtudes del pueblo" diseña con éxito "la regular distribución del poder... el balance y chequeo legislativo... la representación del pueblo en la legislatura por diputados de su elección...". Del otro lado, desventura. Bolívar en Cartagena 1812 trapichea para achacar su catástrofe personal en la Primera República a "la fatal adopción del sistema tolerante... improbado como débil e ineficaz" y al error de "hacer por la fuerza libres pueblos estúpidos que desconocen el valor de sus derechos". A la república la derrotó "seguir las máximas exageradas de los derechos del hombre... junto a... elecciones populares hechas por los rústicos del campo y por los intrigantes moradores de la ciudades... unos... tan ignorantes que hacen sus votaciones maquinalmente y otros tan ambiciosos que lo convierten todo en facción". Por siglo y medio se le ha rendido culto nacional a estos sancochos, ¿qué tienen de raras entonces nuestras malandanzas actuales?

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