Hugo Chávez no está bien. El normalmente voluble e hiperactivo presidente venezolano está gobernando su país desde una cama de hospital en La Habana, luego de una operación de emergencia practicada el 10 de junio para tratar un “absceso pélvico” que interrumpió la última de sus muchas visitas a Cuba.
Exactamente qué causó el absceso, o qué tan severo fue, no ha sido revelado. Funcionarios dicen que no está vinculado a la maltrecha rodilla izquierda que ya había frenado al presidente en las últimas semanas y que le obligó a usar un bastón. Chávez continúa firmando decretos y sus cercanos colaboradores aseguran que está recuperándose y pronto estará de vuelta en Venezuela.
La oposición ha planteado que el vicepresidente Elías Jaua debería asumir la presidencia, pero Jaua dice que es innecesario. Los males médicos de Chávez podrían exceder sus dificultades políticas. Venezuela está en los estertores e una campaña presidencial que no arrancará oficialmente hasta el año próximo. La opositora Mesa de Unidad Democrática estará escogiendo su candidato en febrero. Asumiendo que el gobierno no interfiere con el cronograma –el cual no está en modo alguno garantizado- la elección se realizará en diciembre del 2012. Pero un asunto ensombrece todos los demás en esta dividida nación: ¿Puede este ex oficial del ejército, quien ha estado en el poder desde 1999, ganar un tercer mandato de seis años?
Hundido en la recesión por los últimos dos años, y plagado por una inflación cercana al 30%, el país ha vuelto recientemente al crecimiento. Gracias en parte a más altos precios del petróleo, el gobierno optimistamente proyecta un aumento de 4% en el GDP este año, aunque los estimados del sector privado son aproximadamente la mitad de esa tasa. Incluso si el crecimiento se mantiene modesto, Chávez ha tomado cientos de millones de dólares en fondos públicos inauditados, y debe estar en posición de pagar por una orgía de gasto preelectoral.
Él ha estado ya en campaña por varios meses, habiendo obtenido en el 2009 la aprobación de una enmienda constitucional que eliminó los límites a la duración del mandato presidencial. “No hay necesidad de primarias”, dijo recientemente, “porque todo el mundo sabe que he asumido una vez más la responsabilidad de ser candidato a la presidencia”.
Con todos los recursos del petro-Estado a su disposición, el don de la locuacidad y el poder para obligar a los medios radioeléctricos para que transmitan sus interminables discursos en vivo, sin duda es un oponente formidable. Pero si las encuestas pueden creerse, esta elección no serán pan comido, incluso asumiendo que Chávez vuelva pronto estar sano.
El mismo presidente ha señalado a una encuestadora vinculada al gobierno, GIS XXI, la cual le da un 51% de popularidad. Eso es admirable luego de 12 años de gobierno, pero poco para la dominación que ha disfrutado antes de las elecciones anteriores. Analisis menos amables con el gobierno han señalado que tres quintos del electorado piensa que debe dejar el poder en el 2012. Una encuesta encontró que el contendiente principal por parte de la oposición –Henrique Capriles, el joven gobernador de Miranda, estado que abarca buena parte de la Gran Caracas- podría derrotarlo en una contienda.
No obstante, el campo de juego no estará nivelado. Además del abusivo uso de los recursos del Estado para su campaña, Chávez tiene agarrada por el cuello a la autoridad electoral. Muchos empleados públicos creen que el gobierno sabe como votan, una preocupación que se exacerbará si es aprobada una propuesta para equipar las máquinas de votación electrónica con aparatos de captahuellas. Y hay motivos de sobra para temer una represalia por apoyar a la oposición: en los años siguientes al 2003, luego de que se recogieran firmas para llamar a un referendo revocatorio contra Chávez, muchos empleados públicos que firmaron la petición fueron despedidos, o se les negaron créditos o documentos oficiales como pasaportes.
El gobierno, además ha hostigado a los potenciales candidatos opositores. En el 2004, Capriles pagó cuatro meses detención por entrar a la embajada cubana durante el intento de golpe contra Chávez en el 2002. El caso aún sigue abierto en su contra. Leopoldo López, quien lidera el Partido Voluntad Popular, ha sido inhabilitado para postularse como consecuencia de acusaciones de corrupción insustanciales y Manuel Rosales, quien compitió contra Chávez en el 2006 y enfrenta cargos similares está en el exilio. Antonio Ledezma, el alcalde de mayor de Caracas y también un candidato declarado, ha sido despojado prácticamente de todos sus poderes y visto su presupuesto mutilado.
El más reciente juego del presidente para debilitar a sus rivales ha sido el despliegue de unidades especiales con rimbombantes nombres militares en algunos de los estados más afectados por los recientes aguaceros. El escuadrón enviado a Miranda es presidido por Elías Jaua, quien frecuentemente califica a Capriles, un político centrista, de “fascista”.
Quizás el mejor indicador del nerviosismo gubernamental, sin embargo, es el distanciamiento de las promesas de campaña de Chávez de la realidad. Después de asumir la responsabilidad de resolver el gran déficit de viviendas del país, el presidente ha jurado que construirá 2 millones de viviendas en los próximos seis años. Eso es aproximadamente ocho veces la tasa promedio de la última década. “Estoy apostando mi pellejo” en lograr esto, declaró Chávez –o al menos en lograr que los electores se lo traguen el tiempo suficiente como para reelegirlo.
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