Vía Diario Tal Cual
Desde tiempos del candidato Rafael Caldera II, eso del proyecto de país o programa de gobierno se hizo problema. Caldera lo hizo con un gentío, pero no circuló sin muchas explicaciones.
En adelante no creo que se hayan hecho muchos y menos circulado y todavía menos debatido. Por tal debe entenderse un volumen de ciertas dimensiones, donde se explica desde la adhesión del candidato a la democracia plena hasta la política para la cría de ganado porcino y el modelo detallado de una innumerable cantidad de casas a construir.
Los motivos de su minusvalía parecieran claros y contundentes: nadie los leía y nunca se cumplían a cabalidad o se cambiaban al paso de las circunstancias, a veces hasta por proposiciones abiertamente contrarias.
Fue sustituido por un modelo más útil y funcional: una sintética lista de proposiciones, sobre todo tres o cuatro, que pudiesen captar los deseos más intensos del electorado. En realidad Hugo Chávez llegó a Miraflores con una sola que puede resumir en aquello de quemarle el cerebro a los adecos. Que por cierto no se lo achicharraron a ninguno. Digamos, para redondear, que la brevedad es el estilo de estos tiempos de Internet y del periodismo en cápsulas.
Pero sigue funcionando de otra manera, como reclamo al adversario: tú no tienes proyecto de país y yo sí. Es curioso oír al muy folklórico presidente de la Asamblea, entre muchos de su tribu, decir que la oposición no tiene el suyo. Raro porque si alguna olla podrida ha existido en nuestra historia es la ideología chavista, en la cual todo cabe, desde Ceresole y Gadafi hasta Cristo, Marx y Juan Manuel Santos, y puede variar sustancialmente de un día para otro sin que nadie espabile.
O es frecuente oír la especie en boca de analistas y encuestadores que siempre ven en la falta de un líder, tan líder como Chacu, y en la falta de la imagen de ese país soñado, la tara mayor de la oposición. Por último todos los precandidatos a las primarias han empezado a lanzar el suyo, muy novedoso, que termina siempre en lugares comunes de amplia y prolongada circulación.
Por supuesto que algo parecido habrá que hacer para el espeluznante 2012 y hacerlo con oficio. A las cien proposiciones de la mesa hay que empacarlas bien, es decir, hacerlas seductoras y digeribles.
Pero no sería malo recordar que esa tarea, el país que tantos queremos, ha sido hecha en estos doce años en que hemos hablado hasta por los codos de la cosa pública y se han decantado, por reiteración y dolorosas experiencias, no pocos tópicos que ningún demócrata pone en duda: como la división de poderes, romper la polarización, la reactivación del sector privado de la economía, la lucha contra la pobreza, el no andar con malandros internacionales y un inacabable etcétera.
Y si se quiere un extremo minimalista: cumplir la Constitución, la que sea, la de ahora o la antes.
Esa es la sólida base sobre la cual se cimienta esta milagrosa unidad redentora de la oposición. Por lo demás, a estas alturas de la historia planetaria, salvo que uno opte por alguna de las formas de la locura fundamentalista, en verdad casi todos los gatos son más o menos pardos. No enredemos más lo que ya está suficientemente enrollado.
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