viernes, 19 de marzo de 2021

COLLAGE SOBRE RÓMULO BETANCOURT  (LVI) 

                       (Gobierno Constitucional –XVIII-)


            Carlos Canache Mata


Los misiles soviéticos en Cuba. En el mes de octubre de 1962 se presenta una grave crisis internacional por el descubrimiento de misiles soviéticos instalados en Cuba. El historiador Ramón J. Velásquez señala que “los comentaristas internacionales dijeron que los cohetes soviéticos instalados en Cuba estaban dispuestos para disparar sobre Estados Unidos y sobre Venezuela, por su condición de país productor de petróleo” (1). El artículo 190, numeral 7°, de la Constitución Nacional, faculta al Presidente de la República para “adoptar las medidas necesarias para la defensa de la República, la integridad del territorio y de su soberanía, en caso de emergencia internacional”. En uso de esa atribución, el Presidente Betancourt, en Consejo de Ministros, dictó, el 27 de octubre, un decreto por el cual, en su artículo único, “faculta al Ministerio de la Defensa para tomar las medidas que faciliten la movilización de las Fuerzas Armadas Nacionales”, convoca el Consejo Supremo de la Defensa Nacional, se divide el país en cuatro zonas militares y se incrementa el número de soldados en servicio activo para garantizar el orden público e intensificar el combate contra las guerrillas.

El día 22 de ese mes, el Presidente estadounidense Kennedy había decidido el bloqueo naval a Cuba, exige el retiro inmediato de los cohetes instalados en la isla y anuncia que atacará a cualquier nave que venga de la Unión Soviética o de países del bloque comunista si no acatan la orden de detenerse; y –lo que es más preocupante- declara que se replicaría con un  severo ataque nuclear a la Unión Soviética si ésta lanza un misil contra Estados Unidos o cualquier otro país del Hemisferio. El día 23, el Canciller Marcos Falcón Briceño declara que Venezuela apoyará las medidas colectivas de seguridad y dará su voto al proyecto de Resolución presentado por Estados Unidos ante la OEA.

El día 27, el Presidente Betancourt dirige una Alocución al país, en la que dice: “En la mañana de hoy, convocado y presidido por mí, se reunió en Miraflores el Consejo Supremo de la Defensa Nacional…En el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, organismo en el cual ocupamos uno de los dos puestos que corresponden a la América Latina, nuestro delegado hizo un vehemente llamado a la paz mundial y a la búsqueda de soluciones pacíficas para zanjar los diferendos internacionales. Pero fue enfático al afirmar que no podría discutirse con la Unión Soviética fórmula alguna sin el previo desmantelamiento, vigilado por observadores internacionales, de las bases para proyectiles atómicos instaladas en Cuba y que constituyen un riesgo de destrucción masiva de vidas y de riquezas no sólo para Estados Unidos sino para todos los pueblos de América, y de manera muy especial para los ubicados en la hoya del Caribe…La significación del petróleo como materia prima básica para movilizar la maquinaria industrial y bélica de los Estados modernos no es de nadie desconocida. La existencia de armas nucleares en Cuba pone así no sólo en peligro los centros vitales de la industria estadounidense, sino también los campos y ciudades petroleras del Oriente y del Occidente nacional”  (2)

Afortunadamente, Nikita Jruschov, Primer secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente del Consejo de Ministros de la URSS, decidió retirar los misiles de Cuba. En su Alocución de Año Nuevo, el 31 de diciembre de 1962, el Presidente Betancourt expresó su complacencia por la solución pacífica de la crisis: “Es bien conocido del país cómo el riesgo en que se estuvo del estallido de un conflicto bélico de continentes fue evitado por el retiro que hizo la Unión Soviética de las armas nuclares, y de los aviones capaces de transportarlas, por ella ubicados en Cuba. El Gobierno de Venezuela, el cual profesa y defiende la tesis de que a todo trance debe evitarse una tercera guerra mundial, cuyas características devastadoras son imprevisibles por el poder mortífero de las armas nucleares, se siente satisfecho de que la dramática crisis del Caribe pudiera ser resuelta en términos satisfactorios…” (3). Gorbachov, injustamente olvidado, dijo posteriormente (“Perestroika”, noviembre, 1987, página 10) que “no habrá una segunda Arca de Noé” para la supervivencia después del diluvio nuclear. Y creo recordar que Albert Einstein, alguna vez, dijo que –palabras más, palabras menos- si desgraciadamente se diera la tercera guerra mundial, la cuarta guerra mundial se daría, si es que hay sobrevivientes, con palos y piedras.

La expectativa electoral del próximo año. El cuadro político nacional, ya superada en la esfera internacional la crisis de los misiles soviéticos en Cuba, continúa perturbado, como apunta Ramón J. Velásquez: “También en diciembre ocurren asaltos a jefaturas civiles y a oficinas comerciales; se incendian fábricas, estallan oleoductos, todo minuciosamente registrado por la prensa. El Ministro Pérez no cree procedente el proyecto de Ley de Amnistía que proponen algunos parlamentarios urredistas y arsistas. ‘Amnistiar a quienes asesinan policías, a los asaltantes de Bancos, a los que incendian fábricas, a los que organizan guerrillas sería destruir el sistema democrático’. Y agrega: ‘Eso no sería una amnistía sino la rendición del sistema’ “(4).   

No obstante lo anterior, la atención pública se empieza a mover, a finales de 1962,  en torno a las elecciones a celebrarse el próximo año, que tendrán, además de su propia importancia, un carácter que las realza, como lo señaló el Presidente Betancourt: “El año de 1963 tiene una significación muy especial para Venezuela. Aquí se va a realizar, tal vez o acaso sin tal vez, en la historia de Venezuela, un hecho que es normal y rutinario en los países de régimen democrático y representativo estabilizado. Por primera vez un Presidente directa y libremente electo por el pueblo va a presidir unas elecciones en que habrá de sucederlo otro Presidente directa y libremente electo por el pueblo” (5). Ese temprano entusiasmo comicial, Ramón J. Velásquez lo reseña así: “Y es que al final del cuarto año del período presidencial de Betancourt, las mayorías nacionales están interesadas en participar en las elecciones de diciembre de 1963 y ya los grandes partidos escogen sus candidatos, se proponen alianzas electorales y la gente acude afanosa a inscribirse en el censo electoral” (6).

En los últimos días de octubre de 1962, el doctor Jóvito Villalba anuncia que su partido Unión Republicana Democrática (URD) va a participar en las próximas elecciones y que su campaña la hará teniendo como consigna “votos sí, balas no”. Y, seguramente contrariando la opinión interna del sector radical de su partido, expresó que “no están dadas las condiciones en Venezuela para el triunfo de las guerrillas”, a la vez que criticó “las peligrosas desviaciones bakuninistas de los partidos de izquierda” (7). Bakunin, como se sabe, fue un líder anarquista ruso del siglo XIX.

En los otros partidos, con excepción del Partido Comunista y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), son también ostensibles los afanes electorales. Los dos partidos extremistas, por el contrario, llamaban a la abstención en la venidera contienda electoral –en lo que también fracasaron, como veremos en su momento- y continuaban en la lucha armada, al persistir en la utópica ilusión de que podían emular la insurgencia victoriosa de Fidel Castro en la Sierra Maestra. Olvidaban o pretendían ignorar que, a diferencia de Cuba, en Venezuela había un gobierno democrático elegido por el voto popular, con el respaldo coaligado de los dos partidos más importantes de la nación, el apoyo de las fuerzas sindicales, la adhesión del campesinado que mediante la reforma agraria se beneficiaba con el reparto de parcelas, la entrega de créditos y la construcción de viviendas, y, como dijera Rómulo Betancourt en frase de sabor popular muy impactante, “una guerrilla sin campesinos, es como un arroz con pollo sin pollo”. Y, algo fundamental, a pesar de las conspiraciones protagonizadas por militares –hábilmente aprovechadas por el Presidente Betancourt para depurar las Fuerzas Armadas- la mayoría determinante de éstas estaba apostando por el sistema democrático.

Años después, en una respetable autocrítica, Pompeyo Márquez, escribió: “Pérdida del sentido de la realidad. A partir de ese momento (del fracaso en las sublevaciones de las dos bases navales, nota nuestra), la pérdida del sentido de la realidad llegó al paroxismo. Se consideró que después de las derrotas de Carúpano y Puerto Cabello éramos más fuertes que antes y en consecuencia se forman las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional. Por un lado, creábamos unas fuerzas armadas paralelas, lo que nos distanciaba de otros sectores de las fuerzas armadas, y en segundo lugar le agregábamos lo de la liberación nacional. En esa mezcla de confusiones se reafirmaba que ellas eran el ‘brazo armado’ del Frente de Liberación Nacional, que era la dirección política del movimento integrado por el MIR, representado por Domingo Alberto Rangel; URD, por José Herrera Oropeza, y el PCV, representado por mí, Pompeyo Márquez. ¡Era una vulgar copia del esquema adoptado por la revolución argelina! La abrumadora derrota de la línea de abstención militante, en diciembre de 1963, indicaba que no todo marchaba bien, y si a eso agregamos las derrotas militares y los frentes guerrilleros que no respondían como debía ser por su incapacidad de movilización y la ausencia de base social, el balance obligaba a una seria revisión de nuestro comportamiento” (8).

El análisis de los acontecimientos del año 1962 continúa en el próximo Collage.

Notas

1-Ramón J. Velásquez. Venezuela Moderna. “Aspectos de la Evolución Política de Venezuela en el Ultimo Medio Siglo”. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas 1976. Pág. 232.

2-Rómulo Betancourt. “La Revolución Democrática en Venezuela”. Tomo III. “Definidos y decididos ante la emergencia internacional”. Alocución dirigida al país el 27 de octubre de 1962. Caracas/1968. P.ag. 253-255.

3-Rómulo Betancourt. “La Revolución Democrática en Venezuela”. Obra citada. Pág. 275.

4-Ramón J. Velásquez. Venezuela Moderna. Obra citada. Pág. 235.

5-Rómulo Betancourt. “La Revolución Democrática en Venezuela”. Obra citada. Pág. 281.

6 y 7-Ramón J. Velásquez. Venezuela Moderna. Obra citada. Pág. 233.

8-Pompeyo Márquez. “Pompeyo Márquez contado por sí mismo”. Fundación Gual y España. Caracas, Venezuela, 2011. Pág. 189. 

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