COLLAGE SOBRE RÓMULO BETANCOURT (LVI)
(Gobierno Constitucional –XVIII-)
Carlos Canache Mata
Los misiles
soviéticos en Cuba. En el mes de octubre de 1962 se presenta
una grave crisis internacional por el descubrimiento de misiles soviéticos
instalados en Cuba. El historiador Ramón J. Velásquez señala que “los
comentaristas internacionales dijeron que los cohetes soviéticos instalados en
Cuba estaban dispuestos para disparar sobre Estados Unidos y sobre Venezuela,
por su condición de país productor de petróleo” (1). El artículo 190, numeral
7°, de la Constitución Nacional, faculta al Presidente de la República para
“adoptar las medidas necesarias para la defensa de la República, la integridad
del territorio y de su soberanía, en caso de emergencia internacional”. En uso
de esa atribución, el Presidente Betancourt, en Consejo de Ministros, dictó, el
27 de octubre, un decreto por el cual, en su artículo único, “faculta al
Ministerio de la Defensa para tomar las medidas que faciliten la movilización
de las Fuerzas Armadas Nacionales”, convoca el Consejo Supremo de la Defensa
Nacional, se divide el país en cuatro zonas militares y se incrementa el número
de soldados en servicio activo para garantizar el orden público e intensificar
el combate contra las guerrillas.
El día 22 de ese
mes, el Presidente estadounidense Kennedy había decidido el bloqueo naval a
Cuba, exige el retiro inmediato de los cohetes instalados en la isla y anuncia
que atacará a cualquier nave que venga de la Unión Soviética o de países del
bloque comunista si no acatan la orden de detenerse; y –lo que es más preocupante-
declara que se replicaría con un severo ataque
nuclear a la Unión Soviética si ésta lanza un misil contra Estados Unidos o
cualquier otro país del Hemisferio. El día 23, el Canciller Marcos Falcón
Briceño declara que Venezuela apoyará las medidas colectivas de seguridad y
dará su voto al proyecto de Resolución presentado por Estados Unidos ante la
OEA.
El día 27, el
Presidente Betancourt dirige una Alocución al país, en la que dice: “En la
mañana de hoy, convocado y presidido por mí, se reunió en Miraflores el Consejo
Supremo de la Defensa Nacional…En el Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas, organismo en el cual ocupamos uno de los dos puestos que corresponden a
la América Latina, nuestro delegado hizo un vehemente llamado a la paz mundial
y a la búsqueda de soluciones pacíficas para zanjar los diferendos
internacionales. Pero fue enfático al afirmar que no podría discutirse con la
Unión Soviética fórmula alguna sin el previo desmantelamiento, vigilado por
observadores internacionales, de las bases para proyectiles atómicos instaladas
en Cuba y que constituyen un riesgo de destrucción masiva de vidas y de riquezas no
sólo para Estados Unidos sino para todos los pueblos de América, y de manera
muy especial para los ubicados en la hoya del Caribe…La significación del
petróleo como materia prima básica para movilizar la maquinaria industrial y
bélica de los Estados modernos no es de nadie desconocida. La existencia de
armas nucleares en Cuba pone así no sólo en peligro los centros vitales de la
industria estadounidense, sino también los campos y ciudades petroleras del
Oriente y del Occidente nacional” (2)
Afortunadamente, Nikita
Jruschov, Primer secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente
del Consejo de Ministros de la URSS, decidió retirar los misiles de Cuba. En su
Alocución de Año Nuevo, el 31 de diciembre de 1962, el Presidente Betancourt
expresó su complacencia por la solución pacífica de la crisis: “Es bien
conocido del país cómo el riesgo en que se estuvo del estallido de un conflicto
bélico de continentes fue evitado por el retiro que hizo la Unión Soviética de
las armas nuclares, y de los aviones capaces de transportarlas, por ella
ubicados en Cuba. El Gobierno de Venezuela, el cual profesa y defiende la tesis
de que a todo trance debe evitarse una tercera guerra mundial, cuyas
características devastadoras son imprevisibles por el poder mortífero de las
armas nucleares, se siente satisfecho de que la dramática crisis del Caribe
pudiera ser resuelta en términos satisfactorios…” (3). Gorbachov, injustamente
olvidado, dijo posteriormente (“Perestroika”, noviembre, 1987, página 10) que
“no habrá una segunda Arca de Noé” para la supervivencia después del diluvio
nuclear. Y creo recordar que Albert Einstein, alguna vez, dijo que –palabras
más, palabras menos- si desgraciadamente se diera la tercera guerra mundial, la
cuarta guerra mundial se daría, si es que hay sobrevivientes, con palos y
piedras.
La expectativa
electoral del próximo año. El cuadro político nacional, ya
superada en la esfera internacional la crisis de los misiles soviéticos en
Cuba, continúa perturbado, como apunta Ramón J. Velásquez: “También en
diciembre ocurren asaltos a jefaturas civiles y a oficinas comerciales; se
incendian fábricas, estallan oleoductos, todo minuciosamente registrado por la
prensa. El Ministro Pérez no cree procedente el proyecto de Ley de Amnistía que
proponen algunos parlamentarios urredistas y arsistas. ‘Amnistiar a quienes
asesinan policías, a los asaltantes de Bancos, a los que incendian fábricas, a
los que organizan guerrillas sería destruir el sistema democrático’. Y agrega:
‘Eso no sería una amnistía sino la rendición del sistema’ “(4).
No obstante lo
anterior, la atención pública se empieza a mover, a finales de 1962, en torno a las elecciones a celebrarse el próximo
año, que tendrán, además de su propia importancia, un carácter que las realza,
como lo señaló el Presidente Betancourt: “El año de 1963 tiene una
significación muy especial para Venezuela. Aquí se va a realizar, tal vez o
acaso sin tal vez, en la historia de Venezuela, un hecho que es normal y
rutinario en los países de régimen democrático y representativo estabilizado.
Por primera vez un Presidente directa y libremente electo por el pueblo va a
presidir unas elecciones en que habrá de sucederlo otro Presidente directa y
libremente electo por el pueblo” (5). Ese temprano entusiasmo comicial, Ramón
J. Velásquez lo reseña así: “Y es que al final del cuarto año del período
presidencial de Betancourt, las mayorías nacionales están interesadas en
participar en las elecciones de diciembre de 1963 y ya los grandes partidos
escogen sus candidatos, se proponen alianzas electorales y la gente acude
afanosa a inscribirse en el censo electoral” (6).
En los últimos
días de octubre de 1962, el doctor Jóvito Villalba anuncia que su partido Unión
Republicana Democrática (URD) va a participar en las próximas elecciones y que
su campaña la hará teniendo como consigna “votos sí, balas no”. Y, seguramente
contrariando la opinión interna del sector radical de su partido, expresó que
“no están dadas las condiciones en Venezuela para el triunfo de las
guerrillas”, a la vez que criticó “las peligrosas desviaciones bakuninistas de
los partidos de izquierda” (7). Bakunin, como se sabe, fue un líder anarquista
ruso del siglo XIX.
En los otros
partidos, con excepción del Partido Comunista y del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR), son también ostensibles los afanes electorales. Los dos
partidos extremistas, por el contrario, llamaban a la abstención en la venidera
contienda electoral –en lo que también fracasaron, como veremos en su momento-
y continuaban en la lucha armada, al persistir en la utópica ilusión de que
podían emular la insurgencia victoriosa de Fidel Castro en la Sierra Maestra.
Olvidaban o pretendían ignorar que, a diferencia de Cuba, en Venezuela había un
gobierno democrático elegido por el voto popular, con el respaldo coaligado de
los dos partidos más importantes de la nación, el apoyo de las fuerzas
sindicales, la adhesión del campesinado que mediante la reforma agraria se
beneficiaba con el reparto de parcelas, la entrega de créditos y la
construcción de viviendas, y, como dijera Rómulo Betancourt en frase de sabor
popular muy impactante, “una guerrilla sin campesinos, es como un arroz con
pollo sin pollo”. Y, algo fundamental, a pesar de las conspiraciones
protagonizadas por militares –hábilmente aprovechadas por el Presidente
Betancourt para depurar las Fuerzas Armadas- la mayoría determinante de éstas
estaba apostando por el sistema democrático.
Años después, en
una respetable autocrítica, Pompeyo Márquez, escribió: “Pérdida del sentido de
la realidad. A partir de ese momento (del fracaso en las sublevaciones de las
dos bases navales, nota nuestra), la pérdida del sentido de la realidad llegó
al paroxismo. Se consideró que después de las derrotas de Carúpano y Puerto
Cabello éramos más fuertes que antes y en consecuencia se forman las Fuerzas
Armadas de Liberación Nacional. Por un lado, creábamos unas fuerzas armadas
paralelas, lo que nos distanciaba de otros sectores de las fuerzas armadas, y
en segundo lugar le agregábamos lo de la liberación nacional.
En esa mezcla de confusiones se reafirmaba que ellas eran el ‘brazo armado’ del
Frente de Liberación Nacional, que era la dirección política del movimento integrado
por el MIR, representado por Domingo Alberto Rangel; URD, por José Herrera
Oropeza, y el PCV, representado por mí, Pompeyo Márquez. ¡Era una vulgar copia
del esquema adoptado por la revolución argelina! La abrumadora derrota de la
línea de abstención militante, en diciembre de 1963, indicaba que no todo
marchaba bien, y si a eso agregamos las derrotas militares y los frentes
guerrilleros que no respondían como debía ser por su incapacidad de
movilización y la ausencia de base social, el balance obligaba a una seria
revisión de nuestro comportamiento” (8).
El análisis de los
acontecimientos del año 1962 continúa en el próximo Collage.
Notas
1-Ramón J.
Velásquez. Venezuela Moderna. “Aspectos de la Evolución Política de Venezuela
en el Ultimo Medio Siglo”. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas 1976. Pág. 232.
2-Rómulo
Betancourt. “La Revolución Democrática en Venezuela”. Tomo III. “Definidos y
decididos ante la emergencia internacional”. Alocución dirigida al país el 27
de octubre de 1962. Caracas/1968. P.ag. 253-255.
3-Rómulo
Betancourt. “La Revolución Democrática en Venezuela”. Obra citada. Pág. 275.
4-Ramón J.
Velásquez. Venezuela Moderna. Obra citada. Pág. 235.
5-Rómulo
Betancourt. “La Revolución Democrática en Venezuela”. Obra citada. Pág. 281.
6 y 7-Ramón J.
Velásquez. Venezuela Moderna. Obra citada. Pág. 233.
8-Pompeyo Márquez. “Pompeyo Márquez contado por sí mismo”. Fundación Gual y España. Caracas, Venezuela, 2011. Pág. 189.
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