El cristianismo de Roscio contra la tiranía
LUIS UGALDE SJ
Lamentablemente se perdió la oportunidad de conmemorar debidamente los 200 años de la muerte del principal prócer civil de nuestra República, Roscio, que “de la naciente libertad, no solo fue defensor, sino maestro y padre”, como escribió Andrés Bello.
Las luces de un mestizo
Juan Germán Roscio (1763-1821) fue uno de los juristas coloniales más destacados con dos doctorados: en Cánones y Derecho Civil. A los 46 años se convirtió de realista en republicano y encontró en su fe cristiana las convicciones y el coraje espiritual para dedicar el resto de su vida (1809-1821) a luchar contra el despotismo, defender la República y desarrollar sus instituciones. Convencido de que Dios llama a todo ser humano a que se libre del yugo de los déspotas y “se penetre de su dignidad, cultive su razón, perfeccione sus facultades para concurrir a la felicidad de nuestros semejantes…”
Mestizo llanero, nieto de india y de emigrante italiano del Condado de Milán, es un ejemplo de lo que puede el talento y la recta conciencia para vencer las barreras sociales impuestas por la tiranía, la discriminación social y los prejuicios de casta. Por su honestidad y claridad mental desempeñó un papel central en la proclamación de la Independencia. En 1812 Monteverde lo envió como “monstruo” cargado de cadenas preso a España junto con otros siete principales. Aprovechó la prisión para estudiar la Biblia y escribir los 51 capítulos de El triunfo de la libertad sobre el despotismo como arma para desmontar las trampas de la legitimación ideológica que convertía a los reyes en semidioses. Confiesa su pecado colonial que manipulaba a Dios y quitaba la dignidad a toda persona humana: “Pequé Señor, contra ti y contra el género humano, mientras yo seguía las banderas del despotismo. Yo agravaba mi pecado cuando, en obsequio de la tiranía, me servía de vuestra santa palabra, como si ella se hubiese escrito y transmitido a los mortales para cargarlos de cadenas, para remachar y bendecir los hierros de la esclavitud”.
Actúa convencido de que para la Independencia la lucha de las ideas y convicciones religiosas de todo el pueblo eran más importantes que las armas y que el pensamiento de media docena de mentes ilustradas. Ardua tarea, pues el pueblo había mamado y respirado la idea de que ir contra el rey era ir contra Dios.
Conversión y República de ciudadanos libres
En la salud personal y en la social no hay nada peor que aferrarse a los falsos diagnósticos y a los remedios errados que nos han llevado a las puertas de la muerte. Así está hoy Venezuela con la “revolución” y es imprescindible confesar el error y convertirse.
Durante la Segunda República con la “Guerra a Muerte” se vivió la ilusión de una república impuesta por las armas, pero Boves les ganó en barbarie y la derrota y el desastre fueron completos. Tras la derrota de 1814 también Bolívar fue un converso: “Terribles días estamos atravesando…Parece que todos los males se han desencadenado sobre nuestros desgraciados pueblos” (Bolívar 6-5-1814).
En 1816 prófugo y débil en armas, frente a las tropas de Morillo, el Libertador ve con claridad la necesidad de convencer a la población y de crear instituciones republicanas. Invita a los civiles Madariaga y Roscio al trabajo político en el Congreso de Angostura: “En vano las armas destruirán a los tiranos, si no establecemos un orden político capaz de reparar los estragos de la revolución. El sistema militar es el de la fuerza y la fuerza no es gobierno” (Carta 26-11-1816).
Cristianismo y libertad
Roscio una vez fuera de la cárcel española se traslada a Filadelfia y logra publicar El triunfo de la libertad sobre el despotismo en 1817. Allí enferma gravemente y hace su testamento afirmando que su fe anima la lucha republicana: “Primeramente declaro y confieso que profeso la religión santa de Jesucristo y como más conforme a ella, profeso y deseo morir bajo el sistema de gobierno republicano y protesto contra el tiránico y despótico gobierno de monarquía absoluta como el de España”. Encarga a su hermano sacerdote que las propiedades que deja “las emplee en continuar la guerra contra los tiranos que pretenden oprimir por más tiempo la América del Sur”.
Enseguida viaja a Angostura, donde será un hombre clave en el Congreso, que lo nombra vicepresidente de la recién proclamada Gran Colombia. Es crítico de la postura oficial de la Iglesia en defensa del orden colonial español, pero instruye a Peñalver y Vergara, comisionados en Londres para que establezcan relación directa (bloqueada por el embajador español) con el papa, le confiesen la fe católica de los republicanos y le propongan las bases para un concordato.
De Angostura Roscio va a Cúcuta, donde fallece en marzo de 1821 cuando iba a presidir el Congreso Constituyente de la Gran Colombia.
En la gravísima situación de Venezuela hace falta una conversión en todas las instancias nacionales y dimensiones, si es que queremos tener vida y futuro. La revolución chavista fue para muchos una esperanza, pero ante el fracaso evidente no hay peor decisión que aferrarse al error cometido e imponerlo. El régimen venezolano y su modelo no tienen futuro. Es necesario un cambio y llegar a un acuerdo nacional entre los opuestos para que Venezuela nazca de nuevo. Para ningún chavista honesto es sensato ignorar el fracaso y defender con represión, corrupción y control comunicacional, la tiranía y la miseria actual del pueblo al que se prometía liberar.
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